Литмир - Электронная Библиотека
A
A

Ah, infiernos. Su voz estaba tan mal como su cuerpo. Tambaleante. Débil.

– Ejecútalo… saca… de…

– ¿En el corazón, verdad? O no estará muerto. ¡Zsadist, contéstame!.

Cuando asintió con la cabeza, se acercó al lesser y lo empujó de espalda con su pie. Sus ojos la miraban, y ella sabía que iba a verlos en sus pesadillas durante años. Agarrando el cuchillo con ambas manos, lo elevó sobre su cabeza, y lo sumergió en el pecho. La resistencia que la lámina encontró la puso enferma al punto de vomitar, pero el sonido que reventó y el destello de luz era un fin.

Retrocedió y golpeó el suelo, pero dos alientos eran todo lo que podía ahorrar. Fue hacia Zsadist, arrancándose su abrigo de lana. Le colocó el jersey alrededor de su hombro, luego se quito el cinturón, lo envolvió alrededor del grueso hombro, y lo cinchó apretando para que se quedara en su lugar.

Todo el tiempo Zsadist luchó contra ella, impulsándola a irse, a dejarlos.

– Cállate -le dijo, y cortó su propia muñeca-. Bebe esto o muere, es tu opción. Pero decide rápido, porque tengo que comprobar como está Phury y luego tengo que conseguir sacarlos de aquí.

Ella le ofreció el brazo, directamente sobre su boca. Su sangre manaba y goteaba en sus labios cerrados.

– Tu bastardo -susurró ella-. Haz cuenta que me odias…

Levantó su cabeza y empezó a tomar de su vena, su boca fría le decía lo cerca que estaba de la muerte. Él bebió despacio al principio y luego con avaricia creciente. Pequeños sonidos salieron de él, sonidos en desacuerdo con su cuerpo grande de guerrero. Sonaba como si maullaba, un gato hambriento en una fuente de leche.

Cuando dejó a su cabeza retroceder, sus ojos se enzarzaron con la saciedad. Su sangre se filtró en él; ella lo vio respirar por la boca abierta. Pero no había tiempo para mirar fijamente. Corrió a través del cobertizo para ver a Phury. Estaba inconsciente, encadenado a la mesa, ensangrentado como el infierno. Pero su pecho subía arriba y abajo.

Maldición. Aquellas cadenas de acero tenían las cerraduras Maestro colgando de ellas. Iba a tener que cortarlas con algo. Se acercó a la izquierda, a una selección horrorosa de instrumentos.

Y fue cuando vio el cuerpo en la esquina. Una hembra joven con el pelo rubio corto.

Las lágrimas manaron y fluyeron cuando comprobó para asegurarse que la muchacha estaba muerta. Cuando era obvio que estaba empezando a debilitarse, Bella golpeó sus propios ojos claros y se obligó a concentrarse. Necesitaba la vida aquí; ellos eran su primera prioridad. Después… uno de los Hermanos podría volver y…

Oh… Dios…OH… Dios…oh… Dios.

Estremeciéndose, cerca de la histeria, recogió una sierra, la encendió, e hizo el trabajo rápido en las cadenas de Phury. Cuando no desperto después de todo el ruido chillón, se aterrorizó otra vez.

Miró Zsadist, quién estaba luchando por levantarse del suelo.

– Voy a conseguir aquel camión de la cabaña -dijo ella-. Tú te quedas aquí y conservas tu fuerza. Te necesito para ayudarme a mover a Phury. Esta frío. Y la muchacha… -Su voz se ahogó-. Tendremos que dejar su…

Bella encontró la cabaña a través de la nieve, desesperada, esperando encontrar las llaves del camión, tratando con fuerza de no pensar lo que pasaría si no lo hacia.

Virgen Misericordiosa, estaban en un gancho en la puerta. Las agarró, corrió hacia el F-150, arrancó la maldita cosa, y salió disparada alrededor del cobertizo. Una vuelta rápida patinando y llegó a la entrada.

Salía del lado del conductor cuando vio a Zsadist caminando como borracho entre las jambas de la puerta. Phury estaba en sus brazos, Zsadist no iba a durar mucho tiempo sosteniendo todo aquel peso. Ella abrió la caja y los dos se cayeron, con todos los miembros enredados y sangrando. Empujó los cuerpos con sus pies, luego saltó y los tiró más atrás por sus cinturones.

Cuando estaban lo bastante lejos, alzó una pierna sobre la borda del camión y saltó a la tierra. Cerró de golpe la caja, los ojos de Zsadist cerrándose la encontraron.

– Bella. -Su voz era un mero susurro, sólo un movimiento de sus labios hechos una copia de seguridad con un suspiro de tristeza-. No quiero esto para ti. Toda esta fealdad…

Ella dio la vuelta lejos de él. Un momento después pisó a fondo el acelerador.

El camino, una vereda que llevaba a la cabaña era su única opción, y rezó para no encontrar a nadie por el camino. Cuando salió a la Ruta 22, rezó dando gracias a la Virgen Escriba y se dirigió hacia Havers por una carretera muerta.

Inclinando el retrovisor, examinó la caja del camión. Debían estarse congelando allá atrás, pero no se atrevió a reducir la velocidad.

Tal vez el frío detendría la pérdida de sangre de ambos.

Oh… Dios.

Phury era consciente del viento helado que soplaba sobre su piel desnuda y a través de su calva cabeza. Gimió y se enroscó. Dios, estaba frío. ¿Tenia que pasar por esto para desvanecerse? Entonces agradecía a la Virgen que sólo pasara una vez.

Algo se movió contra él. Brazos… había brazos sobre él, brazos que lo acogieron cerca de una especie de calor. El temblor cedió hasta que quienquiera que fuera lo sostuvo suavemente.

¿Qué era ese ruido? Cerca de su oído… un sonido además del viento rugiente.

Una canción. Alguien le cantaba.

Phury sonrió un poco. Perfecto. Los ángeles que lo tomaban al Desvanecerse realmente tenían voces hermosas.

Pensó en Zsadist y comparó la melodía encantadora que ahora oía con estos que él había escuchado en vida.

Sí, Zsadist había tenido una voz como un ángel, verdaderamente. Realmente cierto.

CAPÍTULO 47

Cuando Zsadist despertó, su primer instinto fue sentarse. Mala idea de mierda. Su hombro soltó un grito y lo paralizó con un tirón de dolor tan intenso, que se desmayó otra vez.

Round dos.

Esta vez cuando se despertó al menos recordó que no hacer, giró su cabeza despacio en vez de tratar de hacerlo bruscamente. ¿Dónde infiernos estaba? El lugar parecía la mitad del camino entre un dormitorio de invitados y un hospital. Estaba en la clínica de Havers.

Y alguien estaba sentado en las sombras a través del cuarto desconocido.

– ¿Bella? -graznó.

– Perdón. -Butch, ansioso, avanzó a la luz-. Soy yo.

– ¿Dónde está ella? -El hombre, estaba ronco-. ¿Está bien?

– Ella está bien.

– ¿Dónde… dónde está ella?

– Ella está… ah, ella salió a la ciudad, Z. Realmente pienso que ella ya se ha ido.

Zsadist cerró sus ojos. Considerando brevemente los méritos de desmayarse otra vez.

Sin embargo, él no podía culparla por escaparse. Cristo, la situación en la que había estado expuesta. La mínima parte fue haber matado al lesser. Era mejor que se fuera lejos de Caldwell.

Aunque le doliera por todas partes su pérdida.

Se limpió la garganta.

– ¿Phury? Él está…

– En el cuarto de al lado. Hecho un desastre, pero bien. Los dos han debido estar fuera del juego durante un par de días.

– ¿Tohr?

– Nadie tiene idea de donde esta. Es como si se hubiera desvanecido. -El policía exhaló-. John ha tenido que quedarse en la casa grande, pero no podemos sacarlo del centro de instrucción, ha estado durmiendo en la oficina de Tohr. ¿Quieres alguna otra actualización? -Cuando Z sacudió su cabeza, El policía se puso a sus pies- Te dejaré en paz ahora. Sólo asumí que te sentirías mejor al conocer como estaban las cosas.

– Gracias…Butch.

Los ojos del policía llamearon con el sonido de su nombre, haciendo comprender a Z que nunca antes lo había usado con él.

– Seguro -dijo el humano-. No hay problema.

Cuando la puerta se cerró, Zsadist se sentó. Mientras giraba su cabeza dio un tirón a los monitores de su pecho y su dedo índice. Las alarmas comenzaron a sonar, y las hizo callar volcando el soporte de la maquinaria que estaba al lado de la cama. Con el enredo de los monitores estos se desenchufaron, cayendo al suelo, para después enmudecer.

93
{"b":"108652","o":1}