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CAPÍTULO 50

– Si, bueno, podría haberlo hecho sin la parte del desfallecimiento -murmuró Z cuando tiró hacia la calzada de la segura casa en la que vivía la familia de Bella-. Y todo eso de vociferar la habitual rutina de -mis-ojos-rojos, también. Definitivamente podría haber pasado de eso. Cristo.

– Pensé que eras muy dulce.

Con un gemido paró el motor, palmeó su SIG Saber, y dio la vuelta para ayudarla desde el Escalade. Maldición. Ella ya tenía la puerta abierta y estaba caminando en la nieve.

– Espérame -cortó él, agarrándola del brazo.

Ella le disparó una mirada fija.

– Zsadist, si continúas tratándome como una copa de cristal, voy a volverme loca en los próximos dieciséis meses.

– Escucha, mujer, no quiero que resbales sobre este hielo. Llevas tacones altos.

– Oh, por amor el Amor de la Virgen…

Él cerró su puerta del coche, la besó rápidamente, entonces le puso el brazo alrededor de la cintura y la condujo al camino principal de una gran casa estilo Tudor. Exploro la yarda cubierta de nieve, el dedo del gatillo le picaba como el infierno.

– Zsadist, quiero que dejes la pistola a un lado antes de conocer a mi hermano.

– No hay problema. Estaremos en la casa para entonces.

– No vamos a aventurarnos allí. Estamos en medio de ninguna parte.

– Si piensas que voy a tomar incluso la más ligera oportunidad contigo y mi hijo, estás perdiendo la cabeza.

Sabía que estaba siendo sobre protector como el infierno, pero no podía evitarlo. Era un hombre emparejado. Con una mujer embarazada. Había algunas pocas cosas, sobre el planeta, más agresivas o peligrosas. Y esos bastardos se llamaban huracanes y tornados.

Bella no discutió con él. En vez de ello sonrió y cubrió la dura mano sobre su cintura con una de las suyas.

– Supongo que deberías ser cuidadoso con lo dices.

– ¿Qué quieres decir? -La movió frente a él cuando llegaron a la puerta, bloqueándola con su cuerpo. Odiaba el porche iluminado. Los hacía demasiado llamativos. Cuando apagó la cosa con su mente, ella se rió-. Siempre te quise a ti para emparejarme.

El le besó el lado del cuello.

– Bueno, obtuviste tu deseo. Estoy profundamente emparejado. De manera profundamente emparejada. Profunda, profunda, ultra.

Cuando se inclinó hacia delante y golpeó con el llamador de cobre, su cuerpo entró en completo contacto con el de ella. Ella hizo un pequeño sonido de ronroneo desde lo profundo de su garganta y se restregó contra él. Él se congeló.

Oh, Dios. Oh… no, él estaba instantáneamente erecto. Todo lo que había hecho era captar un pequeño movimiento de ella y tenía una enorme erección.

La puerta se abrió de golpe. El esperaba ver un doggen al otro lado. En vez de eso allí estaba una alta, esbelta mujer con el pelo blanco, un largo vestido negro y un montón de diamantes.

Mierda. La madre de Bella, Z ocultó el arma en la pequeña pistolera de su espalda y se aseguró que su chaqueta de doble pecho estuviese abotonada hasta abajo. Entonces unió sus manos justo enfrente de su cremallera.

El se había vestido tan conservadoramente como era posible, con el primer traje que había usado nunca. E incluso calzaba un par de lujosos mocasines. Había querido llevar un cuello alto para cubrir la cinta esclava de su garganta, pero Bella había prohibido eso, y suponía que ella tenía razón. No había ocultado lo que había sido, y allí no lo haría. Además, no importaba que estuviese vestido igual, y aunque fuese un miembro de la Hermandad, la glymera nunca lo aceptaría -no sólo por que había sido usado como esclavo de sangre, sino por lo que parecía.

Aunque, la cosa era, que Bella no tenía ninguna utilidad para ellos, y él tampoco. Así que iba a intentar montar un espectáculo cortés para su familia.

Bella se adelantó.

– Mahmen.

Cuando ella y su madre se abrazaron formalmente, Z entró en la casa, cerró la puerta, y miró alrededor. La mansión era formal y rica, propia de la aristocracia, pero él no daba una mierda por las cortinas y el papel pintado. Lo que aprobó eran los contactos de seguridad de litio en todas las ventanas. Y los receptores laser en los umbrales. Y los detectores de movimiento sobre el techo. Enormes puntos por todo eso. Enormes.

Bella dio un paso atrás. Estaba rígida junto de su madre, y él podía ver el por qué. Era obvio por el vestido y todos esos diamantes que la mujer era una aristócrata de corazón duro. Y los aristócratas tendían a ser tan acogedores como un montón de nieve.

– Mahmen, este es Zsadist. Mi compañero.

Z se preparó cuando su madre le echó un vistazo de la cabeza a los pies. Una.

Dos… y si, una tercera vez.

Oh, tío… Esta iba a ser una tarde realmente larga.

Entonces se preguntó si la mujer sabía que él había dejado también embarazada a su hija.

La madre de Bella se adelantó y él esperó a que ella extendiese una mano. Ella no le ofreció nada. En vez de eso sus ojos se humedecieron.

Fantástico. ¿Ahora que iba a hacer?

La madre de ella cayó a sus pies, su vestido negro ahuecado alrededor de esos lujosos mocasines que llevaba.

– Guerrero, gracias. Gracias por traer a mi Bella a casa.

Zsadist se quedó mirando a la mujer durante un latido y medio de corazón.

Entonces se agachó y la levantó gentilmente del suelo. Mientras la sostenía torpemente, miró a Bella… quien estaba mostrando la clase de expresión que la gente reservaba generalmente para las proezas de magia. Una más grande que el infierno, mezclada con admiración.

Cuando su madre se separó y se limpió cuidadosamente los ojos, Bella se aclaró la garganta y preguntó:

– ¿Dónde está Rehvenge?

– Estoy aquí mismo.

La profunda voz fluyó desde la oscura habitación, y Zsadist echó un vistazo a la izquierda hacia un enorme hombre con un bastón.

Mierda. Oh… mierda. Esto no estaba sucediendo.

El Reverendo. El hermano de Bella era ese encrestado, ojos violetas, duro trasero de traficante de drogas… quien, según Phury, era por lo menos medio symphath.

Que enloquecida pesadilla. Técnicamente la Hermandad debería echar su trasero de la ciudad. En vez de eso Z estaba mirando a la compañera dentro de la familia de ese tío. Dios, ¿Bella sabía siquiera lo que era su hermano? Y no sólo la parte del traficante de drogas…

Z la miró. Probablemente no, sus instintos se lo decían. Sobre ambos asuntos.

– Rehvenge, este es…Zsadist -dijo ella.

Z miró al hombre otra vez. El par de profundidades púrpuras le devolvieron la mirada sin parpadear, pero bajo la calma había un parpadeo de la misma clase de sagrado infierno que Z estaba sintiendo. Amigo… ¿Exactamente como iban a jugar a esto?

– ¿Rehv? -murmuró Bella-. Um… ¿Zsadist?

Rehvenge sonrió con frialdad.

– Así que, ¿Vas a emparejarte con mi hermana ahora que la has preñado? ¿O sólo es una visita social?

Las dos mujeres dejaron escapar sendos gritos de asombro y Zsadist sintió destellos negros en sus ojos. Cuando indicó a Bella que se trasladase a su lado, descubrió a penas sus colmillos. Estaba haciendo todo lo que podía para no avergonzar a nadie, pero si el aviador dejaba escapar alguna línea más como esas de su boca, Z iba a arrastrar al hermano de Bella a fuera y sacarle a golpes una disculpa por molestar a las damas.

Estaba malditamente orgulloso de sí mismo cuando sólo siseó un poco.

– Sí, voy a emparejarla. Deja de hacerte el duro, civil, y puede que te invitemos a la ceremonia. De otra manera, estás fuera de la lista.

Los ojos de Rehvenge destellaron. Pero entonces se rió repentinamente.

– Tranquilo, aquí, hermano. Sólo quiero asegurarme que mi hermana estará cuidada.

El hombre tendió su mano. Zsadist encontró su gran palma a medio camino.

– Eso es cuñado, para ti. Y lo estará, no te preocupes por ello.

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