Литмир - Электронная Библиотека
A
A

Cuando se abrió así para él, tuvo el instinto de gritar de entrar en ella de cualquier forma posible. En respuesta, lamió su labio superior mientras hacía rodar uno de los pezones entre el pulgar e índice. Se imaginó a sí mismo metiendo la lengua a la fuerza en su boca, entrando entre los dientes y colmillos, tomándola de esa manera.

Como si supiera lo él estaba pensando, trató de darse la vuelta y ponerse frente a él, pero parecía demasiado cerca en cierta forma… demasiado real que ella se estaba entregando a él, que le iba a dejar a alguien como él hacerle cosas íntimas, eróticas a su cuerpo. Se detuvo agarrándola por las caderas y empujándola contra sus muslos. Rechinó los dientes y sintiendo su trasero contra la erección tirante en sus pantalones.

– Zsadist… déjame besarte. -Trató de darse la vuelta otra vez y él la detuvo.

Cuando lucho contra su agarre, la mantuvo en su sitio fácilmente.

– Será mejor para ti de esta manera. Si no puedes verme, será mejor.

– No, no quiero.

Bajo la cabeza hasta su hombro.

– Si pudiera sólo conseguirte a Phury… una vez me parecí a él. Podrías fingir que soy yo.

Liberó el cuerpo de sus manos.

– Pero no serías tú. Y tú eres a quien yo quiero.

Mientras le miraba con femenina expectación, se dio cuenta que ellos se encaminaban hacia la cama justo detrás de ella. E iban a ir al grano. Pero, Dios… no tenía ni idea de qué hacer para que se sintiera bien. Podría muy bien ser virgen para toda la mierda que sabía sobre el placer de una hembra.

Con esa pequeña y feliz revelación, pensó sobre el otro varón que ella había tenido, ese aristócrata quien indudablemente sabía mucho más de sexo que él. De la nada fue golpeado por un deseo totalmente irracional de perseguir a su anterior amante y hacerlo sangrar.

Oh…demonios. Cerró los ojos. Oh… mierda

– ¿Qué? -preguntó ella.

Ese tipo de impulso violento y territorial era característico del varón vinculado. La distinción de uno, realmente.

Z alzó el brazo y puso la nariz en su bíceps, respirando profundamente… El perfume vinculante salía de su piel. Era débil, probablemente sólo reconocible para él, pero estaba allí.

Mierda. ¿Ahora que iba ha hacer?

Desafortunadamente, sus instintos respondieron. Como si su cuerpo bramara, la levantó y se encaminó hacia la cama.

CAPÍTULO 27

Bella miró la cara de Zsadist mientras la llevaba a través de la habitación. Sus ojos negros eran angostas rendijas, una oscura, erótica ansia brillaba en ellos. Mientras la dejaba sobre la cama y miraba hacia su cuerpo, ella tuvo el claro pensamiento de que iba a comerla viva.

Excepto que sólo se inclinó sobre ella.

– Arquea la espalda para mí -pidió.

Ok… no era lo que ella esperaba.

– Arquea la espalda, Bella.

Sintiéndose extrañamente expuesta, hizo lo que le pedía, levantando su cuerpo sobre el colchón. Mientras ella se movía en la cama, miró al frente de sus calzoncillos. Su erección dio un tirón violento, y la idea de que iba a estar pronto dentro de ella la ayudó a relajarse.

Él se inclinó y rozó uno de sus pezones con sus nudillos.

– Quiero esto en mi boca.

Una deliciosa ansia arraigó en ella.

– Entonces bésalo.

– Shh. -El nudillo viajó por en medio sus senos y bajó al estómago. Se detuvo cuando llegó al ombligo. Con su dedo índice trazó un círculo pequeño alrededor del ombligo. Entonces se detuvo.

– No pares -gimió ella.

No lo hizo. Bajó más hasta que rozó la cima de su hendidura. Ella se mordió el labio y tensó el cuerpo, aquel enorme guerrero, con todos esos músculos duros totalmente. Dios… Ella estaba realmente preparada para él.

– Zsadist

– Voy a bajar sobre ti. Y entonces no seré capaz de detenerme. -Con la mano libre acarició sus labios, como si estuviera imaginándose el acto-. ¿Estás preparada para dejarme hacerlo?

– Si…

Él trazó con un dedo el lado desfigurado de su boca mientras acariciaba su abertura.

– Desearía tener algo de mejor aspecto que ofrecerte. Porque tú vas a ser perfecta ahí abajo. Lo sé.

Ella odió la vergüenza que vino con su orgullo.

– Yo creo que lo eres.

– Tienes una última oportunidad para decirme que no, Bella. Si no lo haces ahora mismo, voy a estar sobre todas tus partes. No voy a parar, y no creo que pueda ser gentil.

Ella mantuvo los brazos lejos de él. Él asintió una vez, como si hubieran hecho alguna especie de pacto, y entonces fue al final de la cama.

– Separa las piernas. Quiero verte.

Un rubor nervioso se extendió sobre ella.

Él sacudió la cabeza.

– Demasiado tarde, Bella. Ahora… es demasiado tarde. Muéstrame.

Lentamente ella levantó una de sus rodillas y se fue revelando gradualmente.

Su rostro se enterneció, la tensión y la dureza salieron de él.

– Oh… Dios… -susurró él-. Eres… hermosa.

Inclinándose con los brazos, acechó por la cama hacia su cuerpo, con los ojos fijos en su piel secreta como si nunca hubiera visto algo así. Cuando acabó su recorrido, sus anchas manos allanaron el camino levantándole los muslos, abriéndolos incluso más.

Pero entonces frunció el cejo y la miró.

– Espera, se supone que tengo que besarte en la boca primero, ¿no? Quiero decir, los hombres empiezan por arriba y van trabajando hacia abajo, ¿no lo hacen así?

Qué extraña pregunta… como si él nunca lo hubiera hecho así.

Antes de que ella pudiera contestar él comenzó a retroceder, así que ella se incorporó y capturó su cara entre sus manos.

– Puedes hacerme cualquier cosa que quieras.

Los ojos de él destellaron y mantuvo su posición por una fracción de segundo.

Entonces él se abalanzó sobre ella, bajándola a la cama. Su lengua se disparó en su boca y enredó las manos en el pelo, tirando en ella, arqueándola, atrapándole la cabeza. El hambre en él era feroz, la necesidad de sexo engrosaba la sangre de un guerrero. Él iba a tomarla con toda la fuerza que tenía, y ella iba a estar dolorida cuando la usara. Dolorida y totalmente en éxtasis. Ella no podía esperar.

De repente, él se paró y se apartó de su boca. Respiraba profundamente y tenía ruborizadas las mejillas cuando la miró a los ojos.

Y entonces le sonrió.

Ella estaba tan sorprendida que no supo qué hacer. Nunca había visto esa expresión en su cara antes, y el levantamiento de su boca eliminaba la deformación en el labio superior, luciendo los dientes brillantes y los colmillos.

– Me gusta esto -dijo él-. Tú debajo de mí… te siento bien. Eres suave y tibia. ¿Peso demasiado? Aquí, déjame…

Cuando se sostuvo con los brazos, su excitación presionó contra el centro de ella y su sonrisa se convirtió rápidamente en una respiración entrecortada. Era como si no le gustara la sensación, pero ¿cómo podía ser eso? Él estaba excitado. Ella podía sentir su erección.

Con un ágil movimiento él se recolocó de forma que las piernas de ella quedaron cerradas y sus rodillas a cada lado de ellas. Ella no podía adivinar lo que había pasado, pero a cualquier sitio a donde hubieran ido sus pensamientos, no era un buen lugar.

– Eres perfecto encima de mí -dijo para distraerlo-. Excepto por una cosa.

– ¿Qué?

– Te has parado. Y quítate los calzoncillos.

Su peso bajó sobre ella inmediatamente y su boca fue a un lado del cuello. Cuando le pellizcó la piel, ella bajó la cabeza a la almohada y descubrió la columna de su garganta. Agarrándolo por la parte de atrás de la cabeza, lo urgió contra su vena.

– Oh, si… -gimió ella, queriendo que él se alimentara.

El hizo un ruido que era un no, pero antes que el rechazo pudiera murmurar a través de ella, estaba besándola bajando por su clavícula.

– Quiero cogerte el pecho -dijo él contra su piel.

– Hazlo.

– Necesitas saber algo primero.

57
{"b":"108652","o":1}