Z tomó un poco del puré de patatas y lo puso sobre el plato con el pavo; entonces tomó con la cuchara un poco de arroz salvaje y lo cubrió con una buena cantidad de salsa. Lanzó la pesada carga al microondas, contento de que fuera una máquina que sabía manejar.
Mientras miraba al alimento dar vueltas, pensó en la pregunta de su gemelo y recordó la sensación de Bella levantándose sobre sus caderas. Aquella conexión, de las docenas que habían tenido durante la noche, era la que más sobresalía. Ella había estado tan encantadora encima de él, sobre todo cuando lo había besado…
Durante todo el tiempo de la necesidad, pero sobre todo, durante aquella unión particular, ella había mantenido lejos al pasado, amarrándole, marcándole con algo bueno. Atesoraría aquel calor que ella le había dado por el resto de sus días.
El microondas sonó y se dio cuenta que Phury todavía esperaba una respuesta.
Z puso la comida sobre una bandeja y agarró algunos servicios de plata así él podría alimentarla correctamente.
Mientras se daba la vuelta y se dirigía a la habitación, murmuró.
– Ella es la más hermosa, tanto que no tengo palabras. -Levantó sus ojos hacia Phury-. Y anoche fui bendecido inmensamente al servirla.
Por alguna razón, el hermano retrocedió por el choque y extendió la mano.
– Zsadist, tu…
– Tengo que llevar alimento a mi nalla. Te veré más tarde.
– ¿Espera! ¡Zsadist! Tus…
Z solamente sacudió la cabeza y salió.
CAPÍTULO 35
– ¿Por qué no me enseñaste esto en cuanto llegué a casa? -le preguntó Rehvenge al doggen. Cuando el criado se sonrojó por la vergüenza y horror, le tendió la mano al pobre hombre.
– Está bien. No importa.
– Señor, vine cuando comprendí que usted había vuelto durante el día. Pero, por una vez, estaba durmiendo. No estaba seguro de qué era la imagen y no quería molestarlo. Usted nunca descansa.
Sí, la alimentación con Marissa lo había apagado como una luz. La primera vez que había cerrado los ojos y había perdido la conciencia en… Dios, siempre. Pero ese era el problema.
Rehv se sentó delante de la pantalla del ordenador y volvió a poner de nuevo el archivo digital. Era lo mismo, tal y como la primera vez que lo había visto: un hombre con el pelo y ropas negras aparcado delante de las puertas. Saliendo de un camión. Avanzando para tocar las tiras de luto que habían sido atadas a las barras de hierro.
Rehv aumentó el zoom hasta que vio la cara del hombre claramente. Nada extraordinario, ni guapo ni feo. Pero el cuerpo era grande. Y aquella chaqueta se veía como si hubiera sido rellenada o cobijara algunas armas.
Rehv congeló la imagen e hizo una copia con la fecha y la hora de lectura en la esquina inferior derecha. Cambió de pantalla, abriendo los archivos de otra cámara que supervisaba la puerta delantera, la del sensor de calor. Con una rápida acción, obtuvo la grabación desde aquel equipo exactamente en el mismo momento.
Y qué es lo que sabes. La temperatura del cuerpo de aquel “hombre” estaba alrededor de los cincuenta. Un lesser.
Rehv cambió de pantalla otra vez y obtuvo una imagen ajustada de la cara del asesino mientras miraba las cintas. Tristeza, miedo…cólera. Ninguna de las emociones era anónima: por lo que era algo personal. Había perdido alguna cosa.
Entonces éste era el bastardo que se había llevado a Bella. Y había regresado a por ella.
A Rehv no le sorprendió que el lesser hubiese encontrado la casa. La captura de Bella había sido toda una noticia dentro de la raza y la dirección de la familia nunca se había ocultado… de hecho, por el consejo espiritual de su mahmen, la mansión de Thorne Avenue era muy conocida. Todo esto podía haber venido de la captura de un civil que sabía dónde vivían.
La cuestión real era, ¿por qué el asesino no había traspasado las puertas?
Dios, ¿a qué hora había sido? A las cuatro de la tarde. Mierda.
– Es un lesser -dijo Rehv, golpeando con fuerza el suelo con su bastón y levantándose rápidamente-. Evacuaremos la casa rápidamente. Buscarás a Lahni inmediatamente y le dirás a la señora que debe vestirse. Entonces te las llevarás a ambas por el túnel y las conducirás a la casa segura en la furgoneta.
El doggen empalideció.
– Amo, no tenía ni idea de lo que era…
Rehv puso la mano sobre el hombro del hombre para reprimir que se dejara llevar de nuevo por el pánico.
– Hiciste bien con lo que sabías. Pero movámonos rápidamente ahora. Ve por Lahni.
Rehv caminó lo más rápido que pudo hacia la habitación de su madre.
– ¿Mahmen? -Dijo mientras abría la puerta-. Mahmen, despierta.
Su madre se sentó sobre las sábanas de seda de la cama, su cabello blanco enrollado en un gorro de día.
– Pero si…no es aún de tarde. Por qué…
– Lahni vendrá para ayudarte a vestir.
– Querida Virgen, Rehvenge. ¿Por qué?
– Dejarás esta casa.
– Qué…
– Ahora, mahmen. Te lo explicaré más tarde -le besó ambas mejillas mientras entraba la criada-. Ah, bien. Lahni, viste a la señora rápidamente.
– Sí, amo -dijo la doggen con una reverencia.
– ¡Rehvenge! Qué está…
– Deprisa. Vete con el doggen. Te llamaré.
Como su madre gritó llamándole, regresó a sus habitaciones privadas y cerró las puertas para no oírla. Cogió el teléfono y marcó despacio el número de la Hermandad despreciando lo que debía hacer. Pero la seguridad de Bella era lo primero. Después de dejar el mensaje que le produjo dolor de garganta, caminó hacia el armario.
En esos momentos la mansión estaba sellada durante las horas de luz solar, de manera que ningún lesser podría entrar. Las persianas cubrían las ventanas y las puertas eran antibalas e incombustibles, las casa estaba hecha con paredes de piedra de dos pies de espesor. Para finalizar, había bastantes cámaras y alarmas de seguridad por lo que sabría si alguien estornudaba en su propiedad. Pero de todos modos quería fuera a mahmen.
Aún más, en cuanto cayera la oscuridad, abriría las puertas de hierro y pondría la alfombra de bienvenida. Quería que el lesser entrara.
Rehv se quitó el manto de visón y se puso unos pantalones y un suéter de cuello alto. No sacaría las armas hasta que su madre se hubiese ido. Si ella no estaba ya totalmente histérica, verlo cubierto de metal la llevaría directamente al borde.
Antes de regresar a comprobar el progreso de la evacuación, miró hacia el gabinete cerrado de su armario. Tendría tiempo más tarde para su dosis de dopamina de la tarde. Perfecto.
Sonriendo, abandonó la habitación sin inyectarse, preparado para sacar todos sus sentidos a jugar.
Como las persianas estaban levantadas durante la noche, Zsadist se puso de lado junto a Bella, observando su sueño. Estaba de espaldas, apretada contra el pliegue de su brazo, la cabeza al nivel de su pecho. Ninguna sábana o manta cubrían su cuerpo desnudo, porque todavía irradiaba restos del calor de la necesidad.
Cuando regresó del viaje que había hecho a la cocina, ella había comido de su mano y había dormitado mientras le había arreglado el lecho con ropa de cama fresca. Habían estado juntos completamente a oscuras desde entonces.
Movió la mano desde su muslo hacia la parte inferior de su pecho y acarició el pezón con su índice. Había estado haciéndolo así durante horas, acariciándola, tarareándole. Aunque estaba tan cansado que sus párpados estaban abiertos a medias, la calma entre ellos era mejor que cualquier resto de lo que podría obtener si hubiera cerrado los ojos.
Mientras ella se movía contra su cadera acariciándolo, él se sorprendió por el impulso de coger su inflamación. Por ahora calculaba que lo haría con esto durante un ratito.
Se inclinó hacia atrás y miró hacia abajo sobre su cuerpo. Por la abertura delantera de sus boxers, la cabeza de la cosa que había usado con ella había escapado, y como el eje se había alargado, la embotada punta empujaba hacia fuera más y más lejos.