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La Mistress se derrumbó sobre el pecho del esclavo. Mientras todavía respiraba pesadamente, ella dijo:

– Mantén tu cabeza abajo.

Uno de los machos puso la palma sobre la frente del esclavo y luego le acarició el pelo con su mano libre.

– Tan encantador. Tan suave. Y mire todos los colores.

La Mistress enterró la cara en el cuello del esclavo y lo mordió. Él gritó por el pinchazo y la toma. Él había visto a machos y hembras beber uno de otro antes, y siempre había parecido correcto… Pero esto dolía y le hacía sentirse mareado, y cuanto más duro tiraba ella de su vena, más mareado se sentía.

Debió haberse desmayado, porque cuando se despertó ella levantaba la cabeza y se lamía los labios. Ella bajó de él, se vistió y los tres le dejaron solo en la oscuridad. Momentos después los guardias a quienes conocía entraron.

Los otros machos rechazaron mirarle, aunque él hubiera estado en términos amistoso con ellos antes porque él les había dado su cerveza. Ahora, ellos mantenían sus ojos apartados y no le hablaban. Cuando echó un vistazo abajo, se avergonzó de que cualquier bálsamo que le hubieran puesto todavía funcionara, porque su parte privada estaba todavía tiesa y gruesa.

El brillo sobre ello lo dio náuseas.

Quiso decir desesperadamente a los machos que no era su culpa, que estaba intentando que su carne bajara, pero estaba demasiado mortificado para hablar cuando los guardias liberaron sus brazos y tobillos de la mesa. Cuando se levantó se balanceó, porque había estado sobre su espalda durante horas y solo había pasado un día desde su transición. Nadie le ayudó mientras luchaba por permanecer derecho, y sabía que era porque no querían tocarlo, no querían estar cerca de él ahora. Fue a cubrirse, pero ellos le pusieron grilletes de una manera tan experta que no tuvo ninguna mano libre.

La vergüenza empeoró cuando tuvo que andar por el pasillo. Podía sentir el pesado peso en sus caderas saltando con sus pasos, balanceándose obscenamente. Lágrimas derramándose y deslizándose por sus mejillas, y uno de las guardias resopló con repugnancia.

El esclavo fue llevado a una parte diferente del castillo, a otro cuarto sólidamente amurallado con barras embutidas de acero. Éste tenía una plataforma con una cama, un orinal apropiado, una manta y las antorchas sobre las paredes. Cuando fue introducido, había comida y agua, vituallas dejadas por el muchacho de la cocina al que conocía de toda la vida. El macho en pre-transición también rechazó mirarlo.

Las manos del esclavo fueron liberadas y fue cerrado.

Privado y tembloroso, se acercó a una esquina y se sentó en el suelo. Acunó su cuerpo con cuidado, para nadie más, y trató de ser amable con su nueva forma tras la transición… una forma que había sido usada de un modo incorrecto.

Mientras se mecía adelante y atrás, se preocupó por su futuro. Nunca había tenido ningún derecho, ningún estudio, ninguna identidad. Pero al menos antes había sido libre de moverse alrededor. Y su cuerpo y su sangre habían sido suyos.

El recuerdo de la sensación de aquellas manos sobre su piel le provocó una oleada de náuseas. Miró abajo a sus partes y se dio cuenta de todavía podía oler a la Mistress en él. Se preguntó cuanto tiempo duraría la hinchazón.

Y que pasaría cuando ella volviera por él.

Zsadist frotó su cara y se dio la vuelta. Ella había vuelto por él. Y nunca había venido sola.

Cerró los ojos contra los recuerdos e intentó ordenarse dormir. La última cosa que destelló por su mente fue una imagen de la granja de Bella con su prado nevado.

Dios, aquel lugar estaba tan vacío, desierto aunque estuviera lleno de cosas. Con la desaparición de Bella había sido despojado de su función más importante: aunque fuera todavía una estructura sana y capaz de mantener fuera al viento, al tiempo y a los extraños, ya no era más un hogar.

Sin alma.

De alguna manera, la granja era justo como él.

CAPÍTULO 5

El amanecer había llegado cuando Butch O'Neal dejó el Escalade en el patio. Mientras salía, podía oír a G-Unit sonando a todo volumen en el Pit, así que sabía que su compañero de cuarto estaba dentro. V tenía que tener su música de rap; esa mierda era como el aire para él. Decía que esas pulsaciones del bajo le ayudaban a mantener las intrusiones de los pensamientos de otras personas en un nivel manejable.

Butch caminó hacia la puerta y tecleó el código. Un cerrojo se abrió de pronto con un pequeño sonido y entró en un vestíbulo, dónde hizo otro registro. Los vampiros eran grandes especialistas en sistemas de dobles puertas. Así nunca se preocupaban por si alguien inundaba su casa con luz solar, porque una de las puertas estaba siempre cerrada.

La casa, también llamada el Pit, no era demasiado fantástica, sólo un salón de estar, una cocina, y dos habitaciones con dormitorio y baño. Pero le gustaba, y le gustaba el vampiro con el que vivía. Su compañero de habitación y él estaban unidos como… bueno, hermanos.

Cuando entró en el cuarto principal, los sofás de cuero negro estaban vacíos, pero el SportsCenter estaba en la TV de plasma, y el perfume achocolatado del humo rojo estaba por todas partes. Así que Phury estaba en casa, o acababa de salir.

– Hola, Lucy -gritó Butch.

Los dos Hermanos llegaron por su espalda. Ambos estaban todavía vestidos con sus ropas de lucha, el cuero y las botas de cowboy haciéndoles parecerse exactamente a los asesinos que eran.

– Pareces cansado, poli -dijo Vishous.

– Realmente, me siento hecho polvo.

Butch observó el porro en la boca de Phury. Si bien había dejado sus días de drogas hacia mucho tiempo, esta noche casi recayó y pidió una calada de ese humo rojo. La cosa era, que, ya tenía dos adicciones así que estaba bastante ocupado.

Sí, beber escocés y sentirse nostálgico después de que un vampiro hembra no le quisiera era todo para lo que tenía tiempo. Además, no había razón para joder un sistema que funcionaba. El rechazo alimentaba la bebida, y cuando estaba borracho, echaba de menos a Marissa aún más, así que quería echar otro trago… Y allí lo tienes. Un infierno de tiovivo. Incluso el cuarto daba vueltas, también.

– ¿Hablaste con Z? -preguntó Phury.

Butch se quitó su abrigo de cachemira y lo colgó en el armario.

– Sí. No estaba feliz.

– ¿Va a mantenerse alejado de allí?

– Creo que sí. Bueno, asumiendo que no incendió el lugar después de que me sacó a patadas. Tenía ese destello especial en sus ojos cuando salí. Ya sabes, ¿el qué hace que tus pelotas se aprieten cuando estás a su lado?

Phury pasó una mano a través de su escandaloso pelo. Le caía bajo sus hombros, todas hebras rubias, rojas y morenas. Sería un tipo bien parecido sin ese pelo; con esa melena, era… bueno, fino, el hermano era bello. No era que Butch fuera de ese modo, pero el tipo era bien mirado por un montón de mujeres. Vestía mejor que la mayor parte de las señoras, también, cuando no llevaba sus ropas de patear culos.

Hombre, era una cosa buena que luchara como un sucio bastardo o podría haber sido tomado por una Nancy.

Phury inspiró una respiración profunda.

– Gracias por hablar con…

Un timbre sonó en un escritorio lleno de ordenadores.

– Fuera de línea -murmuró V, yendo a su centro IT.

Vishous era el genio de los ordenadores en la Hermandad, realmente era un genio en todo y se encargaba de las comunicaciones y la seguridad en el recinto. Lo manejaba todo desde los Cuatro Juguetes, como llamaba a su cuarteto de PCs.

Juguetes… Sí, claro. Butch no sabía mucho acerca de ordenadores, pero si esas tonterías eran juguetes, entonces estaban en el campo de juego del Departamento de Defensa también.

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