– Tengo que palpar los órganos internos para determinar si alguno está hinchado por haber recibido un traumatismo o a causa de una infección.
– Que sea rápido.
Havers apartó la toalla hacia un lado…
Z flaqueó contra el fuerte cuerpo de su mellizo.
– Oh… nalla. -su voz se enronqueció-. Oh, dulce Jesús… nalla.
Llevaba algo tallado en la piel del estómago en lo que parecían ser como letras mayúsculas de tres pulgadas en español. Como era analfabeto, no podía saber lo que decía, pero tenía un horrible presentimiento…
– ¿Que dice? -siseó.
Havers se aclaró la garganta.
– Es un nombre. David. Dice David.
Wrath gruñó.
– ¿Sobre su piel? Ese animal…
Z interrumpió a su Rey.
– Voy a matar a ese Lesser. Lo juro por Dios, voy a masticar sus huesos.
Havers inspeccionó los cortes, suavemente, con mucho cuidado.
– Debes asegurarte que no la toque la sal cerca de los cortes. Sino las cicatrices quedarán con esta forma.
– No me digas. -Como si no tuviera experiencia en como las cicatrices se convertían en permanentes.
Havers la cubrió y fue hacia los pies, inspeccionándolos y luego volviéndose hacia las pantorrillas. Apartó el camisón mientras se dirigía hacia las rodillas. Luego movió una de las piernas hacia un lado, separando los muslos.
Z se impulsó hacia adelante, arrastrando a Phury con él.
– ¡¿Que mierda estás haciendo?!
Havers retiró las manos rápidamente, sosteniéndolas sobre la cabeza.
– Necesito hacerle un examen interno. Ante la posibilidad de que hubiera sido… violada.
Con un rápido movimiento, Wrath se paró enfrente de Z y rodeó la cintura de Z con los brazos. A través de los lentes de sol, la mirada del rey quemaba.
– Deja que lo haga, Z. Es mejor para ella si lo hace.
Zsadist no podía mirar. Dejó caer la cabeza contra el cuello de Wrath, perdiéndose en el largo cabello negro del macho. Los firmes cuerpos de sus hermanos lo rodeaban, pero estaba demasiado horrorizado para sentir pánico ante el contacto. Cerró los ojos fuertemente y respiró profundamente, las esencias de Phury y Wrath invadiendo su nariz.
Sintió un ruido como un susurro, como si el médico estuviera rebuscando en el maletín. Luego hubo dos chasquidos, como si el macho estuviera poniéndose guantes. Un rozar de metal contra metal. Unos siseos. Luego… silencio. No, no realmente. Pequeños sonidos. Luego un par de clicks.
Z se recordó a si mismo que todos lo Lessers eran impotentes. Pero sólo podía imaginarse como compensaban esa deficiencia.
Tembló por ella hasta de los dientes le castañearon.
CAPÍTULO 8
John Matthew miró hacia el asiento delantero del Range Rover. Tohr estaba preocupado mientras se internaban en la parte rural de Caldwell, y aunque John estaba asustado por la reunión con Wrath, el Rey, estaba más preocupado acerca de toda esta calma. No podía entender que era lo que estaba mal. Bella había sido salvada. Ahora estaba a salvo. Así que todo el mundo debería estar contento, ¿verdad? Excepto que cuando Tohr había venido a casa a recoger a John, había envuelto sus brazos alrededor de Wellsie en la cocina y permanecido allí por mucho tiempo. Sus palabras, suaves y en el Idioma Antiguo, habían salido de lo que sonaba como una garganta atorada.
John quería conocer todos los detalles de lo que había pasado, pero era difícil curiosear estando en el auto, en la oscuridad, cuando él necesitaba hacerse entender por señas o escribir. Y no parecía que Tohr tuviera ganas de conversar.
– Aquí estamos -dijo Tohr.
Con un rápido giro a la derecha los lanzó sobre una ruta de tierra apisonada, y John se dio cuenta que ya no podía ver nada a través de las ventanas. Había una extraña niebla en los helados bosques que los rodeaban, una barrera que le hacía sentir un poco mareado.
Como salida de ninguna parte una gran verja se materializó en el brumoso paisaje, y patinaron hasta detenerse. Había otro juego de verjas justo después de la primera, y cuando entraron al espacio que había entre las dos, quedaron enjaulados como un toro en una rampa para ganado. Tohr bajó la ventanilla, introdujo una especie de código en un panel de teléfono, y quedaron libres de pasar al otro lado hacia…
Jesús, ¿Qué es esto?
Un túnel subterráneo. Y mientras se dirigían hacia abajo dentro de la tierra con tranquila compostura, aparecieron varias puertas más, y las defensas se hacían cada vez más y más fortificadas hasta la última. Esta era la mayor de todas, un brillante monstruo de metal que tenía un letrero de alto voltaje pintado en el medio. Tohr miró hacia la cámara de seguridad, y luego hubo un sonido de click. Las puertas se abrieron.
Antes de que avanzaran, John palmeó el antebrazo de Tohr para que le prestara atención.
¿Es aquí donde viven los hermanos? -habló por señas lentamente.
– Más o menos. Primero te llevo al centro de entrenamiento y luego iremos a la mansión -Tohr apretó el acelerador-. Cuando empiecen las clases deberás venir aquí de lunes a viernes. El autobús te recogerá en frente de nuestra casa a las cuatro en punto. Mi hermano Phury está en este lugar, así que el cubrirá las primeras clases -ante la mirada que le dirigió John, Tohr explicó-. El Complejo está interconectado subterráneamente. Te mostraré como acceder al sistema de túneles que vincula todos los edificios, pero guárdate el dato para ti mismo. Cualquiera que aparezca en cualquier lugar sin invitación, se va a enfrentar a serios problemas. Tus compañeros de clase no son bienvenidos, ¿me entiendes?
John asintió mientras arribaban al área de estacionamientos recordó una lejana noche. Dios, se sentía como si hubieran pasado cien años desde que había venido aquí con Mary y Bella.
El y Tohr se apearon del Rand Rover.
– ¿Con quien me entrenaré?
– Con otra docena de machos de aproximadamente tu misma edad. Todos tienen algo de sangre guerrera en las venas, que es por lo que los escogimos. El entrenamiento perdurará a lo largo de sus transiciones y luego seguirá por otro largo periodo, hasta que pensemos que están listos para salir al campo.
Caminaron hacia un par de puertas de metal y Tohr las abrió completamente. Al otro lado había un corredor que parecía no terminar nunca. Mientras lo transitaban Tohr le mostraba un salón de clases, el gimnasio, una habitación para pesarse y un vestuario. El macho se detuvo cuando llegó a una puerta hecha de vidrio escarchado.
– Aquí es a donde vengo cuando no estoy en casa o en el campo.
John entró. La habitación estaba casi vacía y era muy poco notoria. El escritorio era de metal y estaba cubierto con equipo informático, teléfonos y papeles. Había archivadores alineados en la pared del fondo. Sólo había dos lugares donde sentarse, asumiendo que dar vuelta a la papelera para sentarse sobre ella no era una opción. Sobre una esquina, había una silla de las que comúnmente se utilizaban para equipamiento de oficina. La otra estaba detrás del escritorio y era bien fea: una monstruosidad con el tapizado roto, de cuero color verde aguacate con bordes orejeros, el asiento flojo y un par de patas que le daban un nuevo significado a la palabra firme.
Tohr puso la mano sobre el alto respaldo de la cosa.
– ¿Puedes creer que Wellsie me obligó a deshacerme de esto?
John asintió haciendo señas,
– Si, puedo.
Tohr sonrió y caminó hacia un gabinete alto hasta el techo. Cuando abrió la puerta y digitó una serie de números en el tablero, la parte trasera se abrió a una especie de oscuro pasadizo.
– Aquí vamos.
John entró aunque no podía ver mucho.
Un túnel de metal. Lo suficientemente ancho como para que entraran tres personas caminando lado a lado, y tan alto que sobraba espacio incluso sobre la cabeza de Tohr. Las luces estaban embutidas en el techo cada diez pies o así, pero no alumbraban mucho en la oscuridad reinante.