Литмир - Электронная Библиотека
A
A

El problema era que el trabajo que hacía la Hermandad protegiendo a la raza era sucio. Era enredado y desagradable y a veces confuso. Siempre sangriento. Y encima de todo eso, había visto la lujuria asesina en él. De alguna forma, estaba dispuesto a apostar que eso era lo que la había perturbado más.

Concéntrate, maldito idiota. Vamos, quítatela de la cabeza.

Z husmeó alrededor un poco más, moviéndose debajo del Explorer. Finalmente encontró lo que estaba buscando: un pequeño hueco debajo del tren delantero. Se sacó la cazadora, envolvió el móvil, y empujó el atado dentro del agujero. Comprobó el testigo improvisado para asegurarse que estaba allí dentro bien y ajustado, luego se desmaterializó saliendo de debajo del SUV.

Sabía que el arreglo no iba a durar mucho allí abajo, pero era mucho mejor que nada. Y ahora Vishous sería capaz de rastrear el Explorer desde la casa, porque ese pequeño Nokia bala de plata tenía un chip GPS en él.

Z se irradió hacia el borde del prado para poder ver la parte de atrás de la granja. Había hecho un buen trabajo de remiendo en la arruinada puerta de la cocina. Afortunadamente el marco todavía estaba intacto, así que había sido capaz de cerrarla y de restablecer los sensores de la alarma. Luego encontró una lona plástica en el garaje y cubrió el monstruoso agujero.

Arreglado, pero no del todo.

Era gracioso… No pensaba que pudiera tener éxito si tratara de rehabilitar la opinión que tenía Bella acerca de él. Pero… maldita fuera… no quería que pensara que era un salvaje.

En la distancia, dos faros doblaron en la Ruta 22 y brillaron por la larga senda privada. Cuando llegó a la casa de Bella el auto aminoró la marcha, luego tomó por su camino de entrada.

¿Ese era un Bentley? Pensó Z. Seguro se parecía a uno.

Amigo, ¿un auto tan caro como ese? Debía ser un miembro de la familia de Bella. Sin duda habían sido avisados que la alarma de seguridad había sido desconectada por un rato y luego vuelta a activar hacía unos diez minutos.

Mierda. Ese no era un muy buen momento para que alguien hiciera un recorrido de inspección. Con la suerte de Z, los Lessers podían escoger justo ese momento para regresar a buscar el SUV… y decidir conducir… cerca de la granja por placer y diversión.

Maldiciendo por debajo del aliento, esperó a que se abriera una de las puertas del Bentley… pero nadie salió del auto y el motor continuo encendido. Eso era bueno. Mientras la alarma estuviera activada, quizás no pensarían en entrar. Porque la cocina era un desastre.

Z olió el aire frío, pero no pudo capturar ningún aroma. Aunque, el instinto le dijo, que había un macho dentro del sedán. ¿El hermano? Era lo más probable. Debía ser él, quien revisara el lugar.

Así es, amigo. Mira por las ventanas del frente. ¿Ves? No pasa nada malo. No hay nadie en la casa. Ahora haznos a los dos un favor y vete a la mierda de aquí.

El sedán se quedó allí parado por lo que parecieron como cinco horas. Luego retrocedió, dio vuelta en U en la calle y se fue.

Z aspiró hondo. Cristo… Sus nervios estaban muy tirantes esa noche.

El tiempo pasaba. Mientras estaba allí de pie entre los pinos, se quedo mirando la casa de Bella. Y se preguntó si ahora le tendría miedo.

El viento arreció, el frío agitándose sobre él, calándole hasta los huesos. Con desesperación, abrazó el dolor que sentía.

CAPÍTULO 24

John miró sobre el escritorio que había en el estudio. Sarelle tenía la cabeza inclinada hacia abajo mientras hojeaba uno de los antiguos libros, su rubio cabello corto colgaba sobre su cara por lo que lo único que podía distinguir era su barbilla. Ambos habían pasado horas haciendo una lista de encantamientos para realizar en el festival del solsticio. Mientras tanto, Wellsie estaba en la cocina, ordenando provisiones para la ceremonia.

Mientras Sarelle daba vuelta a otra página, se dio cuenta de que realmente tenía lindas manos.

– Okay -dijo ella-. Creo que éste es el último.

Levantó su mirada hasta su ojos y fue como si lo golpeara un relámpago: un choque de calor y luego una transportadora desorientación. Aún más, hasta podía creer que brillaba en la oscuridad, también.

Ella sonrió y cerró el libro. Luego hubo un largo silencio.

– Entonces… um, supongo que mi amigo Lash está en tu clase de entrenamiento.

¿Lash era su amigo? Ah, sensacional.

– Sí… Y dice que tienes la marca de la Hermandad en el pecho. -Como John no le respondió, dijo-. ¿La tienes?

John se encogió y garabateó en el borde de la lista que había hecho.

– ¿Puedo verla?

Cerró los ojos fuertemente. ¿Como podía querer que ella se fijara en su huesudo pecho? ¿O en la marca de nacimiento que había probado ser una patada en el culo?

– No creo que te la hicieras tú mismo, como piensan ellos -dijo rápidamente-. Y, quiero decir, no es como si quiera inspeccionarte o algo así. Ni siquiera sé como se supone que se vea una. Sólo tengo curiosidad.

Acercó la silla y él pudo aspirar una bocanada del perfume que usaba… o tal vez no era perfume. Tal vez era sólo… ella.

– ¿De qué lado está?

Como si la mano le perteneciera a ella, él se palmeó el pectoral izquierdo.

– Desabróchate un poco la camisa. – Se inclinó hacia un lado, con la cabeza en ángulo para poder mirarle el pecho-. ¿John? ¿Por favor puedo verla?

Miró hacia la entrada. Wellsie todavía estaba hablando por teléfono en la cocina, así que probablemente no fuera a entrometerse ni nada. Pero el estudio todavía parecía demasiado público.

Oh… Dios. ¿Realmente haría esto?

– ¿John? Sólo quiero… ver.

Okay, lo iba a hacer.

Se paró y señaló la puerta con la cabeza. Sin mediar palabra Sarelle lo siguió, justo detrás de él, todo el camino, del vestíbulo hacia su dormitorio.

Después de que entraran, cerró la puerta casi por completo y tomó el primer botón de la camisa. Se obligó a mantener firmes las manos, prometiéndose solemnemente cortárselas si lo avergonzaban. La amenaza pareció funcionar, porque se desabrochó la camisa hasta el estómago sin demasiado trabajo. Apartó el lado izquierdo y miró hacia otro lado.

Cuando sintió un ligero toque en la piel, pegó un salto.

– Lo siento, mis manos están frías. -Sarelle se sopló la punta de los dedos, luego volvió a su pecho.

Buen Dios. Algo estaba pasando con su cuerpo, alguna clase de salvaje cambio dentro de la piel. La respiración se la aceleró, se asfixiaba. Abrió la boca para poder llevar más aire a su interior.

– Es tan increíblemente genial.

Se sintió desilusionado cuando ella dejo caer la mano. Pero luego ella le sonrió.

– ¿Entonces te parece que tal vez quieras salir alguna vez? Ya sabes, podríamos ir a jugar al Quazar *. Eso sería genial. O tal vez al cine.

John asintió como el tonto que era.

– Bien.

Sus ojos se encontraron. Era tan hermosa que lo hacía sentirse mareado.

– ¿Quieres besarme? -le susurró.

Los ojos de John se abrieron de golpe. Como si un globo hubiera explotado detrás de su cabeza.

– Porque me gustaría que lo hicieras. -Se lamió un poco los labios-. Realmente me gustaría.

Whoa… La oportunidad de su vida, justo allí, justo ahora, pensó.

No te desmayes. Desmayarse sería un completo suicidio

John rápidamente rememoro cada película que había visto en su vida… y no obtuvo ninguna ayuda. Como un fanático del terror, fue invadido por visiones de Godzilla pisoteando Tokio y de Tiburón masticando el culo de la Orca. Gran ayuda.

Pensó en la teoría. La cabeza ladeada. Inclinarse hacia adelante. Hacer contacto.

вернуться

* Utilizan la expresión laser-tag que es un juego con pistolas de láser. Que según tengo entendido en España se llamaba el Juego del Quazar

51
{"b":"108652","o":1}