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CAPÍTULO 22

Esa noche, mientras la luna se elevaba en el cielo, O se levantó del suelo con un gemido. Había estado esperando en el borde del prado desde que el sol se había puesto hacía cuatro horas, esperando que alguien apareciese en la granja… sólo que no había nada. Y así había sido los últimos dos días. Bueno, creía haber visto algo antes de amanecer esta última mañana, una especie de sombra que se movía por dentro del lugar, pero lo que fuese, lo había visto una vez y después nada.

Deseaba como el infierno poder utilizar los recursos de toda la Sociedad para ir tras su esposa. Si enviase a cada lesser que tenía… Sólo que sería como ponerse directamente un arma en la cabeza. Alguien le contaría al Omega que la atención se había desviado a una hembra inconsecuente. Y entonces habría problemas grandes.

Comprobó su reloj y maldijo. Hablando del Omega…

O tenía una presentación obligatoria con el amo esta noche y no tenía otra opción que asistir a la maldita cita. Permanecer viable como asesino era la única manera de conseguir traer a su mujer de vuelta, y no iba a arriesgarse a acabar desintegrado por perderse una reunión.

Sacó su teléfono y llamó a tres Betas para que vigilasen la granja. Puesto que el punto era un lugar conocido de congregación de vampiros, al menos tenía una excusa para asignar el detalle.

Veinte minutos después, los asesinos vinieron por el bosque, el sonido de sus botas de caminar amortiguado por la nieve. El trío, hombres de huesos grandes, estaban recién iniciados, así que su cabello seguía oscuro y su piel rubicunda por el frío. Claramente estaban emocionados por ser utilizados y preparados para luchar, pero O les dijo que sólo estaban para mirar y supervisar. Si alguien aparecía, no debían atacar hasta que quienquiera que apareciese intentase marcharse, y entonces cualquier vampiro debía ser tomado vivo, ya fuese macho o hembra. Sin excepciones. Según lo que O había calculado, si él fuese familia de su mujer, primero enviaría investigadores antes de dejarla desmaterializarse en cualquier sitio cercano a la casa. Y si ella estaba muerta y sus parientes estaban recogiendo sus cosas, entonces quería a sus parientes capturados en perfecto estado para poder encontrar su tumba.

Después de asegurarse de que las cabezas de los Betas estaban en la línea, O atravesó el bosque hasta llegar a su coche, que estaba oculto bajo un soporte de pinos. Al incorporarse a la ruta 22, vio que los lessers habían aparcado el Explorer en el que habían venido justo en la carretera, a menos de un kilómetro del desvío hacia la granja.

Llamó a los idiotas y les dijo que usasen sus jodidas cabezas para poner el coche bien y a cubierto. Entonces condujo hasta la cabina. Mientras iba, imágenes de su mujer oscilaron en su mente, turbándole la vista de la carretera que tenía delante. La vio en su momento más encantador, en la ducha con el cabello y la piel mojados. Era especialmente pura de esa forma…

Pero entonces las visiones cambiaron. La vio desnuda de espaldas, debajo de ese vampiro feo que se la había llevado. El macho la estaba tocando… besándola… bombeando en su interior… Y a ella le gustaba. A la perra le gustaba. Su cabeza estaba echada hacia atrás y ella gemía y se corría como una puta, queriendo más.

Las manos de O se encresparon en el volante hasta que sus nudillos casi estallaron fuera de su piel. Intentó calmarse, pero su cólera era como un pitbull con una cadena de papel.

Supo entonces, con absoluta claridad, que si ella no estaba ya muerta, la iba a matar cuando la encontrase. Todo lo que tenía que hacer era imaginarla con el Hermano que la había robado y su razonamiento se acababa totalmente.

Y no ponía eso a O en un dilema. Vivir sin ella sería horrible, y aunque matarse en un impulso suicida después de que ella muriese tenía mucho atractivo, hacer algo como eso sólo lo llevaría con el Omega para la eternidad. Los lessers, después de todo, volvían al amo si eran extinguidos.

Pero entonces se le ocurrió una idea. Se imaginó a su mujer dentro de muchos años, su piel blanquecina, su pelo rubio, sus ojos del color de las nubes. Una lesser igual que él. La solución era tan perfecta, su pie se deslizó del acelerador, y el coche se detuvo en el centro de la ruta 22.

De esa manera ella sería suya para siempre.

Al acercarse la medianoche, Bella se puso un par de vaqueros azules viejos y aquel jersey rojo grueso que le gustaba tanto. Después entró el cuarto de baño, tiró de las dos toallas que cubrían el espejo, y se miró. Su reflejo mostraba la hembra que siempre había visto mirándola de vuelta: ojos azules. Mejillas altas. Labios carnosos. Mucho cabello marrón oscuro.

Bella levantó el borde del jersey y se miró el estómago. La piel allí no tenía defectos, ya no llevaba el nombre del lesser. Ella posó la mano por donde habían estado las letras.

– ¿Estás lista? -preguntó Zsadist.

Ella miró hacia arriba en el espejo. Él apareció detrás de ella, vestido de negro, con armas que colgaban de su cuerpo. Sus ojos como el carbón estaban clavados en la piel que Bella había expuesto.

– las cicatrices han curado -dijo ella-. En sólo cuarenta y ocho horas.

– Sí. Y me alegro.

– Tengo miedo de ir a mi casa.

– Phury y Butch vienen con nosotros. Tienes un montón de protección.

– Lo sé… -Ella bajó el jersey-. Es sólo… ¿y si no soy capaz de entrar?

– Entonces lo volvemos a intentar otra noche. Todo el tiempo que haga falta. -Él le acercó la parka.

Metiéndose en la prenda, ella dijo:

– Tienes mejores cosas que hacer que cuidar de mí.

– no, ahora no. Dame tu mano.

A Bella le temblaron los dedos al extenderlos. Tuvo el vago pensamiento de que era la primera vez que él le pedía que lo tocase, y esperaba que el contacto llevase a un abrazo.

Pero él no estaba interesado en abrazar. Puso una pistola pequeña en su mano sin ni siquiera rozar su piel.

Ella retrocedió deprisa.

– no, Yo…

– Agárrala de esta…

– espera un minuto, no…

– … manera. -Él colocó la pequeña culata contra su palma-. Aquí está el seguro. Puesto. Sacado. ¿Lo tienes? Puesto… sacado. Tienes que estar cerca para matar con esto, pero está cargada con dos balas que retrasarán lo suficiente a un lesser para que puedas escapar. Simplemente apunta y aprieta el gatillo dos veces. No necesitas amartillarla ni nada de eso. Y apunta al torso, será un blanco más grande.

– no quiero esto.

– Y yo no quiero que lo tengas. Pero es mejor que enviarte sin nada.

Ella sacudió la cabeza y cerró los ojos. A veces este negocio de la vida era tan feo.

– ¿Bella? Bella, mírame. -Cuando lo hizo, él dijo-, mantenla en el bolsillo exterior de tu abrigo, en el lado derecho. La querrás en tu mano buena si tienes que utilizarla. -Ella abrió la boca y él habló justo por encima-. Vas a permanecer con Butch y Phury. Y mientras estés con ellos, es extremadamente difícil que necesites utilizar eso.

– ¿Dónde estarás tú?

– Alrededor. -Al girarse Zsadist, notó que tenía un cuchillo en la parte baja de la espalda… añadiéndose a las dos dagas en el pecho, y el par de pistolas en las caderas. Se preguntó cuántas otras armas tendría que ella no pudiese ver.

Él se detuvo en el umbral, con la cabeza inclinada.

– Voy a asegurarme de que no tengas que sacar esa arma, Bella. Te lo prometo. Pero no puedo tenerte desarmada.

Ella respiró profundamente. Y deslizó el pequeño pedazo de metal en el bolsillo de la capa.

Fuera en el pasillo Phury estaba esperando, apoyado contra el balcón. También estaba vestido para luchar, con pistolas y todas esas dagas sobre él, una calma mortal irradiando de su cuerpo. Cuando ella le sonrió, él asintió y se puso su abrigo negro de cuero.

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