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– ¿Butch?

– Si, me quedare. -Si bien eso no significaba que miraría, de ninguna manera, por alguna razón, esto se parecía a estar en la línea de la yarda cincuenta mientras Phury tenia sexo.

Con una maldición se apoyo en las rodillas, colocó las manos en la frente y se obligó a observar fijamente sus Ferragamos.

Hubo un sonido rasgado como si el papel de la mesa de examen se moviera porque alguien se levantaba, después el susurro de una tela.

Mierda. Tenía que mirar.

Butch echó una miradita después no pudo quitarles los ojos de encima ni para salvar su vida. Bella se encontraba sobre la camilla, las piernas le colgaban a un lado, la palma de la mano expuesta sobre su muslo. Phury la miraba fijamente, con hambre y horror, el maldito amor en su rostro, se dejó caer sobre sus rodillas ante ella. Con las manos temblorosas, tomó su antebrazo y la palma y desnudo sus colmillos. Las condenadas cosas eran enormes ahora, lo suficientemente grandes como para impedirle cerrar la boca.

Con un siseo bajó la cabeza hasta el brazo de Bella. Ella se retorció cuando él la tocó. Pero sus ojos se mantuvieron fijos en la pared. Entonces Phury se alejó dejándola mientras su mirada la buscaba.

Eso fue rápido.

– ¿Por qué te has detenido?

– Porque estas…

Phury le echó un vistazo a Butch. Quien enrojeció y miró abajo a sus mocasines otra vez.

El Hermano murmuró:

– ¿Has sangrado?

Butch se agitó. Oh, sí. Se estaba poniendo difícil.

– ¿Bella, podrías estar embarazada? -Dios Santo. Eso era realmente difícil.

– ¿Puedo dejarlos solos? -pregunto Butch, esperando que lo echaran.

Cuando ambos lo negaron él volvió la mirada de nuevo a sus zapatos.

– No creo -dijo Bella-. Yo realmente no… tú sabes, creo… tengo… calambres, ¿De acuerdo? Después sangraré y todo se acabó.

– Havers debería examinarte.

– ¿Vas a beber o no?

Más silencio. Entonces otro siseo. Seguido de un gemido bajo.

Butch echó un vistazo. Phury sujetaba la muñeca de Bella, su delgado brazo sepultado en la prisión de su cuerpo mientras él bebía con sorbos ávidos. Bella lo miraba. Un instante después ella levantó la otra mano y la colocó sobre el multicolor cabello de él. Su toque era tierno. Las lágrimas brillaban en sus ojos…

Butch se levanto de la silla y salió por la puerta, escapando. Dejándolos solos en lo suyo. La triste intimidad de lo que ocurría entre ellos debía ocurrir en privado.

Fuera del cuarto, se dejó caer contra la pared, de algún modo aún se sentía atrapado en el drama aun cuando él ya no estaba ahí.

– Hola Butch

Busco con la cabeza alrededor. Marissa estaba al otro extremo del pasillo.

¡Por Dios!

Cuando avanzó hacia él pudo olerla, aquel olor limpio del océano que penetraba en su nariz, en el cerebro, en su sangre. Tenía un peinado alto y llevaba un vestido amarillo de corte imperio.

Jesús… Las rubias, en su mayor parte, parecían moribundas con ese color. Ella estaba radiante.

Aclaro su garganta.

– Hey Marissa, ¿Cómo estas? Te ves bien.

– Gracias. -Estaba fantástica pero se cuidaría muy bien de decir algo así.

Amigo, es como ser apuñalado, pensó. Sí… mirar a esta mujer y tener seis pulgadas de acero clavadas en el esternón eran sólo las dos caras de la misma desagraciada moneda.

Mierda. Todo lo que podía ver era a ella entrar en el Bentley con aquel hombre.

– ¿Cómo has estado? -preguntó ella.

¿Qué como había estado? Como un lunático idiota durante los cinco meses pasados.

– Bien, realmente bien.

– Butch, yo…

El le sonrió y se enderezo.

– ¿Me harías un favor?, voy a esperar en el coche, ¿le dirías eso a Phury cuando salga? Gracias. -Se aliso la corbata, abotono la chaqueta de su traje y recogió su abrigo-. Cuídate Marissa.

Fue directo al elevador.

– Butch, espera…

Dios lo ayudara, sus pies se detuvieron

– ¿Como has estado? -dijo.

Consideró darse la vuelta, pero se negaba a verse envuelto.

– Como dijo Jimmy Dandy, gracias por preguntar, y cuídate Marissa.

Mierda, ¿No había dicho eso, o si?

– Me gustaría… -dejo de hablar- ¿Me llamarás? ¿Alguna vez?

La cabeza le dio vueltas, María dulce madre de Dios… Era tan hermosa, tipo Grace Kelly, con su acento victoriano y sus gentiles modales lo hacían sentir como un completo perdedor. Todo un embustero balbuceante vestido con ropas caras.

– ¿Butch? ¿Quizás podrías llamarme?

– ¿Por qué lo haría?

Ella se ruborizo incomoda.

– Esperaba que…

– ¿Que esperabas?

– Que quizás…

– ¿Qué?

– Que podrías llamarme, si hubieras tenido tiempo habrías venido… llamado.

Cristo, ya lo había hecho y ella se había negado a verlo. No había manera de que voluntariamente se colocara en un curso de colisión para su ego. Esta mujer, hembra… lo que fuera… era totalmente capaz de patearle el culo y él no quería más de esa clase de maltrato, muchas gracias. Además el Sr. Bentley estaba exhibiéndose en la puerta trasera.

Con ese pensamiento, una parte diabólica y muy masculina de él se preguntaba si seguía siendo la virgen intacta que era cuando la conoció al comenzar el verano. Probablemente no. Y aun cuando siguiera siendo tímida, durante el tiempo que estuvo lejos de Wrath debía haber tomado un amante. Demonios, sabía de primera mano la clase de besos que esa mujer podría dar. Lo había dejado llorando sobre una silla, tan quebrado. Tan, sí… definitivamente había encontrado a un hombre. Tal vez una pareja y sólo quería enseñarle el camino al infierno.

Cuando ella abrió el capullo perfecto, rosado de sus labios otra vez, él la corto.

– No voy a llamarte, pero realmente creo lo que dije, espero que… te cuides.

De acuerdo, había usado tres veces la misma frase, necesitaba ponerse en camino antes de que lo hiciera un cuarta.

Butch dio un gran paso al elevador, por algún milagro la cosa se abrió en cuanto el apretó el botón, entró en él y mantuvo los ojos lejos de ella.

Cuando las puertas se cerraron pensó que quizás ella hubiera dicho su nombre por última vez, pero conociéndose sabía que sólo lo había imaginado. Realmente deseaba que ella…

Cállate O´neal, sólo cállate y déjalo

Cuando atravesó de una zancada la puerta de la clínica, caminaba tan rápido que prácticamente corría.

CAPÍTULO 43

Zsadist rastreó al solitario lesser en el laberinto de callejones del centro de la cuidad. El asesino se movía rápidamente en la nieve, alerta, explorando, buscando a la presa entre las personas que estaban dispersas en la barra del frio club.

Detrás de él Z era ligero sobre el terreno, quedándose cerca, pero no demasiado. El alba llegaba rápido y con fuerza, y aunque despuntada el borde del alba ahora mismo, queria matarlo. Todo lo que necesitaba era alejar al asesino de los entrometidos ojos humanos…

El momento llegó cuando el lesser redujo la marcha y consideró la intersección de la Calle Ocho y la Comercial. Una pausa, un debate interno entre ir a la izquierda o a la derecha.

Zsadist golpeó rápido, materializandose directamente detrás del asesino, poniendo el brazo alrededor del cuello del bastardo, y tirándo de él hacia la oscuridad. El lesser aguantó, y la lucha sonaba como banderas agitadas por el viento, como dos machos sacudiendose, chaquetas y pantalones sacudiendose en el aire frio. El lesser estaba en el suelo en un momento, Z examinó sus ojos cuando levantó la daga. Sumergió la lámina negra en su grueso pecho. La música pop y la llamarada se desvanecierón rápidamente.

Cuando Z se levantó, no había ninguna satisfacción. Estaba en un estado violento de piloto automático. Listo, complaciente, y capaz de matar, pero moviendose como en un sueño.

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