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Sarelle miró alrededor, ruborizándose.

– Si no quieres, está bien. Sólo pensé…

– ¿John? -La voz de Wellsie llegó desde el vestíbulo. Y se acercaba mientras seguía hablando-. ¿Sarelle? ¿Dónde están chicos?

Parpadeó. Antes de acobardarse, tomó la mano de Sarelle, tiró de ella, y le plantó uno bueno justo en la boca, los labios apretados contra los de ella. Sin lengua, pero no había tiempo, y de cualquier forma probablemente tuviera que llamar al 911 después de algo como eso. Como estaban las cosas, ya estaba prácticamente hiperventilando.

Luego la apartó. Y comenzó a preocuparse acerca de cómo lo había hecho.

Arriesgó una mirada. Oh… su sonrisa era radiante.

Pensó que el pecho le explotaría de felicidad.

Justo estaba soltándole la mano cuando Wellsie asomó la cabeza en la habitación. -Tengo que ir a… ah… Lo siento. No sabía que ustedes dos…

John trató de adoptar una sonrisa “nada especial está ocurriendo” y notó que los ojos de Wellsie estaban fijos en su pecho. Miró hacia abajo. Tenía la camisa completamente abierta.

Manotear para abrocharse la maldita cosa sólo empeoró la situación, pero no pudo detenerse a sí mismo.

– Mejor me voy, -dijo Sarelle tranquilamente-. Mi Mahmen quiere que vuelva a casa temprano. John, estaré en la computadora más tarde, ¿okay? Planearemos qué película ir a ver o lo que sea. Buenas noches, Wellsie.

Mientras Sarelle salía de la habitación y se dirigía a la sala, no pudo evitar apartar la mirada de Wellsie. Miró como Sarelle recogía el abrigo del armario del vestíbulo, se lo ponía, y sacaba las llaves del bolsillo. Momentos después el apagado ruido de la puerta principal cerrándose sonó en el vestíbulo.

Hubo un largo silencio. Luego Wellsie se echó a reír y apartó hacia atrás su rojo cabello.

– Yo, ah, yo no tengo idea de cómo lidiar con esto -le dijo-. Salvo decir que ella me agrada mucho y que tiene buen gusto en machos.

John se frotó la cara, consciente de que estaba del color de un tomate.

– Voy a ir a pasear -habló por señas.

– Bueno, acaba de llamar Tohr. Iba a pasarse por la casa a recogerte. Pensó que tal vez quisieras ir con él al centro de entrenamiento, ya que tiene trabajo administrativo que hacer. De cualquier forma, es tu elección quedarte o no. Y yo me voy a una reunión del Consejo Princeps.

Asintió cuando Wellsie había empezado a darse la vuelta.

– Ah, ¿John? -Hizo una pausa y miro sobre su hombro-. Tu camisa… um, esta mal abotonada.

Miró hacia abajo. Y empezó a reírse. Aunque no podía emitir sonido necesitaba dejar salir su alegría, y Wellsie sonrió, obviamente feliz por él. Mientras se abrochaba los botones correctamente, pensó que nunca había querido tanto a esa mujer.

Después de regresar a la mansión Bella pasó las siguientes horas sentada en la cama de Zsadist con su diario en la falda. Al principio no hizo nada con el diario demasiado atrapada con lo que había pasado en su casa.

Jesús… No podía decir que estaba sorprendida por que Zsadist resultara ser exactamente la amenaza que pensó que era. Y la había salvado, ¿verdad? Si ese Lesser que había matado hubiera puesto las manos sobre ella, hubiera terminado otra vez en un agujero en la tierra.

El problema era, que no podía decidir si lo que había hecho era evidencia de su fuerza o de su brutalidad.

Mientras decidía que probablemente fueran ambas, se preocupó sobre si estaría bien. Había sido herido y aun así aún estaba allí afuera, probablemente tratando de encontrar más asesinos. Dios… ¿Y si él…?

Y si. Y si… Si seguía así iba a volverse loca.

Desesperada por encontrar otra cosa en la que concentrarse, recorrió las páginas de lo que había escrito en su diario el año pasado, el nombre de Zsadist jugaba un rol preponderante en las entradas que estaban justo antes de ser secuestrada. Había estado tan obsesionada con él, y no podía decir que eso hubiera cambiado. De hecho sus sentimientos por él eran tan fuertes, incluso después de lo que había hecho esa noche, que se preguntaba si no…

Lo amaba. OhSeñor.

De repente no soportaba estar sola, no con esa revelación proyectándose en su cabeza. Se cepilló los dientes y el cabello y fue al primer piso, esperando encontrarse con alguien. Pero a mitad de camino bajando las escaleras, escuchó voces que provenían del comedor e hizo un alto. Estaba teniendo lugar la última comida de la noche, pero la idea de reunirse con todos los Hermanos, Mary y Beth le parecía abrumadora. Además, ¿No estaría Zsadist allí? ¿Y cómo podría enfrentarlo sin quedar en evidencia? No había forma que ese macho aceptara bien que ella lo amara. De ninguna manera.

Ah, demonios. Tarde o temprano tendría que verlo. Y esconderse no era lo suyo.

Pero cuando llegó al final de la escalera y se detuvo sobre el piso de mosaicos del vestíbulo, se dio cuenta que se había olvidado ponerse los zapatos. ¿Cómo podía entrar en el comedor del Rey y la Reina descalza?

Miró hacia atrás hacia el segundo piso y se sintió absolutamente exhausta. Demasiado cansada para subir y volver a bajar, demasiado avergonzada para seguir adelante, se quedó escuchando los sonidos de la comida: las voces de hombres y mujeres charlando y riendo. Una botella de vino fue descorchada emitiendo un pop. Alguien le agradeció a Fritz por haber llevado más cordero.

Miró sus pies descalzos, pensando lo tonta que era. Una tonta trastornada. Estaba perdida por lo que le había hecho el Lesser. Y temblorosa por lo que había visto hacer a Zsadist esa noche. Y tan sola después de darse cuenta de lo que sentía por el macho.

Estaba a punto de tirar la toalla y volver a subir cuando algo le rozó la pierna. Saltó y miró hacia abajo, encontrando los ojos verde jade de un gato negro. El felino parpadeó, ronroneo, y frotó la cabeza contra la piel de su tobillo.

Inclinándose, acarició su piel con manos inseguras. El animal era incomparablemente elegante, se deslizaba con escasos y airosos movimientos. Y sin ninguna razón, se le empañaron los ojos. Cuanto más emocional se ponía, tanto más se acercaba al gato, hasta que estuvo sentada en el último peldaño de la escalera y el animal se había encaramado en su falda.

– Su nombre es Boo.

Bella jadeó y miró hacia arriba. Phury estaba de pie enfrente de ella, un macho altísimo que ya no llevaba ropa de combate, sino que estaba vestido con casimir y lana. Tenía una servilleta en la mano, como si acabara de levantarse de la mesa, y olía realmente bien, como si se hubiera duchado y afeitado recientemente. Mirándolo, se dio cuenta de que la conversación y lo sonidos del comedor habían desaparecido, dejando un silencio que le decía que todo el mundo sabía que ella había bajado y se había detenido en los alrededores.

Phury se arrodilló y le presionó la servilleta de lino contra la mano. De esa forma se dio cuenta de que había lágrimas corriendo por sus mejillas.

– ¿No te unirás a nosotros? -le dijo suavemente.

Se secó la cara todavía aferrándose al gato.

– ¿Hay alguna posibilidad de que pueda llevarlo conmigo?

– Absolutamente. Boo siempre es bienvenido en nuestra mesa. Al igual que tú.

– No llevo zapatos.

– No nos importa. -Extendió la mano-. Vamos, Bella. Ven a reunirte con nosotros.

Zsadist entró al vestíbulo, con frío y tan rígido que se arrastraba hacia delante. Quería permanecer en la granja hasta que despuntara el amanecer, pero su cuerpo no lo pasaba bien con el aire helado.

Aunque no iba a comer, se dirigió al comedor, sólo para detenerse en las sombras. Bella estaba en la mesa, sentada al lado de Phury. Había un plato de comida enfrente de ella, pero le estaba prestando más atención al gato que tenía en la falda. Estaba mimando a Boo, y no dejó de acariciarlo ni siquiera cuando alzó la vista para prestar atención a algo que Phury había dicho. Sonrió, y cuando bajo la cabeza nuevamente, los ojos de Phury permanecieron en su perfil como si estuviera bebiendo de ella.

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