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Esta es la cosa más increíble que he visto en mi vida, -pensó John cuando empezaron a caminar.

El sonido de las botas de cowboy de Tohr rebotó en las paredes de acero, como también lo hizo su profunda voz.

– Mira, acerca de conocer a Wrath. No quiero que te preocupes. Es intenso, pero no hay nada que temer. Y no te asustes por sus gafas de sol. Está casi ciego y es hipersensible a la luz, así que debe usarlas. Pero aunque no pueda ver, aun así, leerá en ti como en un libro abierto. Tus emociones serán tan claras para él como la luz del día.

Un poco más tarde, a la izquierda apareció una escalera baja, que llevaba hasta una puerta y a otro panel. Tohr se detuvo y apunto hacia el túnel, que hasta donde John podía ver, continuaba eternamente.

– Si sigues derecho por allí, llegarás a la casa del guarda a unas ciento cincuenta yardas. Tohr subió los pocos escalones, manipulo el panel, y abrió la puerta. Una brillante luz inundó el lugar como agua liberada de un dique.

John miró hacia arriba, con un extraño sentimiento resonando en su pecho. Tenía la rarísima sensación de que estaba soñando.

– Todo está bien, hijo -Tohr sonrió, su dura cara suavizándose un poco-. Nada va a lastimarte aquí arriba. Confía en mí.

– Ok, está hecho -dijo Havers.

Zsadist abrió los ojos, pudiendo ver únicamente el grueso cabello negro de Wrath.

– ¿Ha sido…?

– Ella está bien. No hay señales de relaciones forzadas ni de ningún tipo de trauma. -Se oyó un chasquido, como si el médico se estuviera quitando los guantes.

Zsadist flaqueo y sus hermanos aguantaron el peso. Cuando finalmente levantó la cabeza, vio que Havers había apartado el sangriento camisón, y había cubierto nuevamente a Bella con la toalla, y se estaba colocando un nuevo par de guantes. El macho se inclinó sobre el maletín, sacó un par de tenazas y unas pinzas, y luego miró hacia arriba.

– ¿Me ocuparé de sus ojos ahora, ¿está bien? -Cuando Z asintió, el médico sostuvo los instrumentos-. Tenga cuidado, señor. Si me asusta podría dejarla ciega con estas. ¿Me entiende?

– Si. Sólo no le hagas daño…

– No sentirá nada. Lo prometo.

Z sí observó esta parte, y fue eterna. Tenía una vaga idea de que hacia la mitad de la cura ya no se estaba sosteniendo a si mismo. Phury y Wrath estaban cargando con todo su peso para mantenerlo en pie, la cabeza le colgaba sobre el costado del macizo hombro de Wrath mientras miraba atentamente.

– La última -murmuró Havers-. Bien he sacado todas las suturas.

Todos los machos de la habitación respiraron hondo, hasta el doctor, y luego Havers volvió a sus suministros y recogió un tubo. Puso un poco de ungüento sobre los párpados de Bella; luego guardó todo en su maletín.

Cuando el médico se puso en pie, Zsadist se desasió de sus hermanos y caminó un poco. Wrath y Phury extendieron los brazos.

– Las heridas son dolorosas, pero por ahora ninguna pone en riesgo su vida -dijo Havers-. Para mañana o pasado mañana estarán curadas, siempre que se la dejen sola. Está desnutrida y necesita alimentarse. Si se va a quedar en esta habitación, necesitara encender la calefacción y trasladarla a la cama. Cuando se despierte debe ingerir comida y bebida. Y otra cosa más. En el examen interno encontré… -sus ojos pasaron por Wrath y Phury, y luego se fijaron en Zsadist. -Algo de índole personal.

Zsadist fue hacia el doctor.

– ¿Qué?

Havers lo llevó hacia un rincón y hablo despacio.

Para cuando el macho terminó, Z estaba aturdido, sin palabras.

– ¿Estás seguro?

– Sí

– ¿Cuándo?

– No lo sé. Pero relativamente pronto.

Z miró hacia Bella. Oh, Cristo

– Ahora, ¿asumo que tiene aspirinas o Motrin en la casa?

Z no tenía idea; nunca tomaba remedios para el dolor. Miró a Phury.

– Si, tenemos -dijo su hermano.

– Suminístrenselas. Y les daré algo más fuerte como respaldo para el caso de que no alivien del todo el dolor.

Havers sacó un pequeño frasco de vidrio que tenía un sello de goma rojo como tapa y se puso en la palma de la mano dos jeringas hipodérmicas envueltas en paquetes estériles. Escribió algo en un pequeño bloc, y luego le entregó el papel y los suministros a Z.

– Si es de día y siente mucho dolor cuando se despierte, puede darle una inyección de esto de acuerdo a mis indicaciones. Es la misma morfina que le acabo de administrar, pero debe prestar atención a las dosis que le indico. Llámeme si tiene preguntas o si quiere que le asista en el procedimiento de dar inyecciones. Por otra parte, si el sol ya se puso, vendré y le daré la inyección yo. -Havers miró la pierna de Z-. ¿Quiere que examine su herida?

– ¿Puedo bañarla?

– Definitivamente sí.

– ¿Ahora?

– Sí -Havers frunció el ceño-. Pero, señor, su pierna…

Z entró al baño, abrió los grifos del jacuzzi, y metió la mano debajo del chorro. Esperó hasta que estuvo lo suficientemente caliente, luego volvió a buscarla.

Para entonces, el doctor ya se había ido, pero Mary, la mujer de Rhage, estaba en la entrada de la habitación, queriendo ver a Bella. Phury y Wrath hablaron con ella brevemente y negaron con la cabeza. Ella se fue, viéndose abatida.

Cuando la puerta se cerró, Z se arrodilló cerca del jergón y empezó a levantar a Bella.

– Espera, Z. -la voz de Wrath era dura-. Su familia deber cuidar de ella.

Z se detuvo y pensó en quien habría alimentado a sus peces. Dios…probablemente esto no estuviera bien. Mantenerla aquí, lejos de aquellos que tenían todo el derecho a cuidarla en su dolor. Pero la idea de dejarla ir era intolerable. Acababa de encontrarla…

– Irá con ellos mañana -dijo-. Esta noche y el día de mañana permanecerá aquí.

Wrath sacudió la cabeza.

– No está…

– ¿Crees que está lista para viajar en este estado? -dijo Z bruscamente-. Dejadla en paz. Haced que Tohr llame a la familia y les diga que se la entregaremos mañana al caer la noche. Ahora necesita un baño y algo de reposo.

Wrath apretó los labios. Hubo un largo silencio.

– Entonces la pondremos en otra habitación, Z. No se quedará contigo.

Zsadist se levantó y se acercó al Rey, hundiendo el dedo en los abdominales del macho.

– Sólo haz el intento de moverla.

– Por el amor de Cristo, Z, -ladró Phury-. Retráctate…

Wrath se inclinó hacia delante hasta que las narices casi se tocaron.

– Ten cuidado, Z. Sabes condenadamente bien que amenazándome conseguirás algo más, aparte de que te parta la mandíbula.

Sí, habían pasado por esto en el verano. Legalmente Z podía ser ejecutado bajo las viejas reglas de conducta si forzaba esto mucho más allá. La vida del Rey era valorada por encima de la de todos los demás.

No es que a Z le importara una mierda en ese momento.

– ¿Piensas que me preocupa una sentencia de muerte? Por favor -entrecerró los ojos-. Pero te diré esto. Tanto si decides hacer valer tu realeza sobre mi culo o no, te tomará al menos un día condenarme con La Virgen Escriba. Así que aun así Bella dormirá aquí esta noche.

Volvió hacia donde estaba ella y la levantó lo más cuidadosamente que pudo mientras se aseguraba de que la toalla permaneciera en su lugar. Sin mirar a Wrath ni a su gemelo, se deslizó dentro del baño y cerró la puerta de una patada tras él.

La tina ya estaba llena por la mitad, así que la sostuvo mientras se inclinaba y comprobaba la temperatura. Perfecta. La puso dentro del agua y luego extendió sus brazos hacia los costados para que se apoyara en los bordes.

La toalla se empapó enseguida y se fundió con su cuerpo. El pudo apreciar claramente las suaves curvas de los senos, la pequeña caja torácica, la plana extensión del estómago. Al subir el agua, el dobladillo de la toalla flotó suelto y acarició la parte de arriba de los muslos.

El corazón de Z golpeó fuertemente en el pecho y se sintió como un libertino, observándola cuando estaba herida y fuera de sí. Con la esperanza de escudarla de sus ojos y queriendo darle la privacidad que se merecía, fue hacia el armario a buscar gel para hacerle un baño de espuma. No había nada más que sales de baño, y estaba seguro como el infierno de que él no usaba esas cosas.

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