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– ¿Qué?

Él levantó la cabeza.

– ¿La noche en que viniste aquí… cuando te bañé? Hice todo lo que pude para no mirarte. Realmente lo hice. Te cubrí con una tolla incluso cuando estabas en el agua.

– Eso fue amable.

– Pero cuando te sacaba… Vi éstos. -Su mano capturó uno de sus pechos-. No pude evitarlo. Lo juro. Intenté permitirte tu modestia, pero tú estabas… no podía detener mis ojos. Tu pezón estaba apretado por el frío del aire. Tan pequeño y rosado. Adorable.

Él movió el pulgar de un lado a otro sobre su dura cima, perturbando su mente.

– Está bien -murmuró ella.

– No lo está. Estabas indefensa y era incorrecto mirarte.

– No, tú.

Él se movió y su erección le presionó en la cima de los muslos.

– Esto ocurrió.

– ¿Qué pas… Oh, te excitaste?

Apretó la boca.

– Si. No pude detenerlo.

Ella sonrió un poco.

– Pero no hiciste nada, ¿no es cierto?

– No.

– Entonces está bien -Arqueó la espalda y vio como sus ojos se clavaban en sus pechos. -Bésame, Zsadist. Justo dónde estás mirando. Justo ahora.

Sus labios se separaron, y su lengua siguió su camino mientras se inclinaba. Su boca era cálida sobre su piel, y tan vacilante, besando, para después aspirar el pezón dentro de ella. Él tiró, después recorrió un lánguido círculo alrededor, después lo llevó dentro de nuevo… y todo el tiempo sus manos le acariciaban la cintura, las caderas y las piernas.

Qué irónico que estuviera preocupado por no ser gentil. Lejos de ser brutal, era positivamente reverente mientras se amamantaba, sus pestañas sobre las mejillas mientras la saboreaba, su cara adorable y absorta.

– Cristo -murmuró él moviéndose hacia el otro pecho-. No tenía ni idea de que pudiera ser así.

– ¿Cómo… así? -Oh, Dios… Su boca…

– Podría lamerte para siempre.

Ella le agarró la cabeza con las manos, acercándolo más. Y le llevó algún contorneo, pero consiguió sacar una de sus piernas de debajo de él de forma que estaba casi enterrado en la cuna de su cuerpo. Se moría por sentir su excitación, excepto que él sólo se cernía sobre ella.

Cuando él se apartó protestó, pero sus manos fueron al interior de sus muslos y se movió para bajar sobre su cuerpo. Cuando él se separó las piernas, el colchón empezó a temblar bajo ella.

Todo el cuerpo de Zsadist temblaba mientras la miraba.

– Eres tan delicada… y brillas.

El primer movimiento de su dedo bajando hacia su centro casi la lanzó al final. Cuando ella dejó escapar un ronco sonido, sus ojos llamearon fijos en los de ella y maldijo.

– Maldita sea, No sé lo que estoy haciendo. Estoy intentando ser cuidadoso.

Ella lo tomó de la mano antes de que pudiera apartarla.

– Más…

Él pareció dudar por un momento. Entonces la tocó de nuevo.

– Eres perfecta. Y Dios, eres suaves. Tengo que saber…

Él se inclinó, los hombros se le tensaron duramente. Ella sintió un roce de terciopelo.

Sus labios.

Ésta vez cuando ella saltó en la cama y dijo su nombre, él sólo presionó otro beso sobre ella de nuevo, y después de eso, el húmedo golpe de su lengua. Cuando él levantó la cabeza y tragó, el gruñido de éxtasis que hizo casi le para el corazón. Sus ojos se encontraron.

– Oh… Jesús… eres deliciosa -dijo él, bajando de nuevo su boca.

Él se extendió en la cama, pasándole los brazos por debajo de las rodillas y desbordando el espacio entre sus muslos… un hombre que no iba a ir a ningún sitio durante mucho tiempo. Su aliento era cálido y necesitado, la boca hambrienta y desesperada. Él la exploró con una obligación erótica, lamiendo y tentando con la lengua, chupando con los labios.

Cuándo sus caderas embistieron, colocó uno de sus brazos sobre su estómago, reteniéndola en el sitio. Ella dio tumbos otra vez y él se detuvo sin levantar la cabeza.

– ¿Estás bien? -preguntó él, la áspera voz amortiguada, las palabras vibrando en su centro.

– Por favor… -Era lo único que le vino a la mente.

El se echó hacia atrás un poco, y todo lo que ella pudo hacer fue mirar los labios brillantes y pensar en dónde habían estado.

– Bella, no creo que pueda parar. Hay un… rugido en mi cabeza diciéndome que mantenga mi boca en ti. ¿Cómo puedo hacer esto… bueno para ti?

– Hazme… acabar -dijo ella con voz ronca.

El parpadeó como si lo hubiera sorprendido.

– ¿Cómo te hago correrte?

– Simplemente sigue haciendo lo que estás haciendo. Sólo que más rápido.

El aprendió con mucha rapidez mientras descubría lo que le hacía volverse salvaje, y fue despiadado una vez que descubrió cómo darle un orgasmo. La impulsó duramente, mirando como ella estallaba una vez, dos veces… muchas veces. Fue como si se alimentara de su placer y fuera insaciable.

Cuando él levantó finalmente la cabeza, ella estaba sin energía.

Él la miró seriamente.

– Gracias.

– Dios… Soy yo la que debería estar diciendo eso.

Él sacudió la cabeza.

– Le has permitido a un animal estar en tu parte más hermosa. Soy el único que debe sentir gratitud.

Él se apartó de su cuerpo, con aquel rubor todavía en las mejillas. Aquella erección aún tensa.

Ella le tendió los brazos.

– ¿Dónde vas? No hemos acabado.

Cuando él vaciló, ella recordó. Rodó sobre su estómago y se puso a gatas, una oferta descarada. Cuándo él no movió, miró hacia atrás. Él había cerrado los ojos como si sufriera, y eso la confundió.

– Sé que sólo lo haces de esta manera -dijo ella suavemente-. Eso es lo que me dijiste. Está bien para mí. De verdad. -Hubo un silencio largo-. Zsadist, yo quiero terminar esto entre nosotros. Quiero conocerte… así.

Él se frotó la cara. Ella pensó que se iba a ir, pero entonces se movió rodeándola hasta que estuvo detrás de ella. Sus manos cayeron suavemente sobre sus caderas y él la instó a girarse, sobre su espalda.

– Pero tú sólo…

– No contigo -su voz era áspera-. No de ésta forma contigo.

Ella abrió las piernas, preparándose para él, pero él sólo se sentó sobre los talones.

Su aliento salía entrecortado.

– Déjame ir a por un condón.

– ¿Por qué? No soy fértil ahora, así que no lo necesitas. Y quiero que tú… termines.

Sus cejas bajaron sobre sus ojos negros.

– Zsadist… esto no ha sido suficiente para mí. Quiero estar contigo.

Ella estuvo a punto de levantarse hacia él cuando él se arrodilló y se llevó las manos al frente de sus pantalones de deporte. Manoseó el cordón y entonces tiró de la pretina elástica hacia afuera.

Bella tragó duramente.

Su excitación era enorme. Una perfecta, hermosa y sólida roca como una aberración de la naturaleza.

Sagrado… Moisés. ¿Podía él ajustarse?

Sus manos temblaban mientras enganchaba los pantalones bajo las pesas gemelas debajo de su erección. Entonces inclinó su cuerpo, posicionándose en su centro.

Cuándo ella extendió la mano para acariciarlo, él se alejó de un tirón lejos.

– ¡No! -Cuando ella reculó, él maldijo-. Lo siento… Mira, sólo deja que yo me ocupe de esto

Él movió sus caderas adelantándolas y ella sintió la cabeza roma y caliente contra ella. Le pasó una mano por debajo de una de las rodillas y le extendió más la pierna; entonces se introdujo un poco, después un poco más. Mientras el sudor cubría todo su cuerpo, una oscura esencia llegó hasta su nariz. Por un momento, ella se preguntó si…

No, no podía estar uniéndose a ella. No estaba en su naturaleza.

– Dios… eres tan ajustada -refunfuñó él-. Oh… Bella, No quiero despedazarte.

– Sigue entrando. Sólo ve despacio.

Su cuerpo se agitó bajo la presión y el estiramiento. Incluso estando tan preparada, él era una invasión, pero ella lo adoró, especialmente cuando el aliento de él explotó saliendo del pecho y tembló. Cuándo estuvo completamente adentro, su boca se abrió, con los colmillos alargándose por el placer que él sentía.

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