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Cuando él inclinó su barbilla y bajó la mirada a la suya intentó sonreír, pero la loca esperanza que sentía era una carga demasiado pesada y gozosa.

– No se suponía que te hiciera llorar.

– Oh, Dios… Zsadist, te quiero.

Sus ojos se abrieron desmesuradamente, sus cejas casi impactaron con la línea del pelo.

– ¿Qué…?.

– Te quiero.

– Di eso otra vez.

– Te quiero.

– Otra vez… por favor -susurró-. Necesito oírlo… otra vez.

– Te quiero…

Su respuesta fue empezar a rezar a la Virgen Escriba en el Antiguo Lenguaje.

Sosteniendo apretada a Bella, enterró la cara en su pelo, dio las gracias con tal elocuencia que ella empezó a llorar de nuevo.

Cuando murmuró el último elogio se pasó nuevamente al español.

– Estaba muerto hasta que me encontraste, aunque respiraba. Estaba ciego, aunque podía ver. Y entonces llegaste tú… y estaba despierto.

Ella tocó su cara. En un lento movimiento él cerró la distancia entre sus bocas, presionando el más suave de los besos sobre sus labios.

Cuan dulcemente venía a ella, pensó. Incluso con su tamaño y su poder, venía a ella… con dulzura.

Entonces él se echó atrás.

– Pero espera, ¿Por qué estás aquí? Quiero decir, me alegro de que tú…

– Llevo a tu hijo.

Frunció el ceño. Abrió la boca. La cerró y sacudió la cabeza.

– Lo siento…¿Qué has dicho?.

– Llevo a tu hijo. -Esta vez no hubo respuesta alguna de él-. Vas a ser padre. -Todavía nada-. Estoy embarazada.

De acuerdo, se estaba quedando sin maneras de decírselo. Dios… ¿Qué pasaba si no lo quería?

Zsadist empezó a tambalearse en sus botas de combate y la sangre huyó de su cara.

– ¿Llevas a mi hijo en tu interior?

– Sí, lo llevo.

De repente agarró sus brazos con fuerza.

– ¿Estás bien? ¿Ha dicho Havers que estás bien?

– Hasta ahora. Soy joven, pero quizás obre a mi favor cuando llegue el momento del parto. Havers dijo que el bebé está bien y yo no estoy bajo ninguna restricción… bueno, excepto que no se me permite desmaterializarme después del sexto mes. Y, ah…-Sonrojada… ella estaba realmente sonrojada ahora-. No podré tener sexo o ser alimentada después del decimocuarto hasta el nacimiento. Lo cual debe ser alrededor del octavo mes.

Cuando el doctor le había dado esas advertencias, ella había pensado que nunca tendría que preocuparse de cualquiera de esas cosas. Pero quizás ahora…

Zsadist estaba asintiendo, pero realmente no se veía bien.

– Yo puedo cuidar de ti.

– Sé que lo harás. Y vas a mantenerme a salvo -dijo ella.

Dijo eso por que sabía que él se preocuparía por eso.

– ¿Te quedarás aquí conmigo?

Ella sonrió.

– Me encantaría.

– ¿Te emparejarás conmigo?

– ¿Lo estás preguntando?

– Sí.

Excepto que él todavía se veía verde. Estaba literalmente del color de un helado de menta. Y esas rutinarias palabras suyas empezaban a agitarla.

– Zsadist… ¿Estás de acuerdo acerca de esto? Um… no tienes que emparejarte conmigo, si no…

– ¿Dónde está tu hermano?

La pregunta la asustó.

– ¿Rehvenge? Ah… en casa, supongo.

– Iremos a verle. Ahora. -Zsadist tomó su mano y la arrastró sacándola al vestíbulo.

– Zsadist.

– Obtendremos su consentimiento y estaremos emparejados esta noche. E iremos en el coche de V. No quiero que te desmaterialices otra vez.

Zsadist tiraba de ella tan rápido hacia la puerta, que tenía que correr.

– Espera, Havers dijo que podría hacerlo hasta el mes…

– No quiero correr riesgos.

– Zsadist, esto no es necesario.

De repente se detuvo.

– ¿Estás segura que quieres a mi pequeño?

– Oh, sí. Oh, querida Virgen, sí. Incluso más ahora… -Ella le sonrió. Tomó su mano. Poniéndola sobre su liso estómago.

– Vas a ser un maravilloso padre.

Y entonces fue cuando cayó él cayó desmayado.

Zsadist abrió los ojos para encontrar a Bella mirándole con el amor brillando en su cara.

Alrededor de su periferia estaban los miembros de la casa, pero ella era la única que él veía.

– Hola, ahí -dijo ella suavemente.

Extendió la mano y le acarició la cara. No iba a llorar. No lo haría.

Oh, al diablo con eso.

Le sonrió cuando las lágrimas empezaron a rodar.

– Espero… espero que sea una niña y que sea igual a ti.

Su voz se cortó. Y entonces, sí, igual que un completo descontrolado, se desmoronó totalmente y lloró igual que un idiota. Enfrente de todos los Hermanos. Y de Butch. Beth y Mary. No dudaba que estaría horrorizando a Bella con su debilidad, pero no podía hacer nada. Esta era la primera vez en toda su vida que había sido… bendecido. Afortunado. Con suerte. Este momento, este perfecto, deslumbrante momento en el tiempo, este único, sublime momento donde estaba tendido sobre su espalda en el vestíbulo, con su amada Bella, y el bebé en su interior, y la Hermandad a su alrededor… ese era su día más afortunado.

Cuando sus patéticos sollozos cesaron, Rhage se arrodilló, sonriendo de manera tan amplia que sus mejillas estaban a punto de agrietarse.

– Vinimos corriendo cuando tu cabeza se estrelló contra el suelo. Ponlo aquí, papaíto. ¿Puedo enseñarle al pequeño bribón como luchar?

Hollywood tendió su mano, y cuando Zsadist la tomó la sostuvo para estrechársela, Wrath se acuclilló.

– Enhorabuena, hermano mío. Que las bendiciones de la Virgen estén sobre ti, tu shellan y tu hijo.

Para el momento en que Vishous y Butch ofrecieron sus elogiosas palabras, Z estaba sentado. Enjugándose. Dios, era tan pánfilo llorando sobre sí mismo. Mierda. Buena cosa que ninguno de ellos parecía advertirlo. Tras respirar profundamente, miró a su alrededor buscando a Phury… y allí estaba su gemelo.

En los dos meses desde la noche en que Phury saliera con esa lesser, su pelo ya le había crecido hasta su línea de la mandíbula, y la cicatriz que él había puesto sobre su cara se había difuminado. Pero sus ojos eran opacos y tristes. Y estaban tristes también ahora.

Phury se adelantó y todo el mundo se quedó quieto.

– Me encantará ser tío -dijo él lentamente-. Estoy tan feliz por ti, Z. Por ti también… Bella.

Zsadist agarró la palma de Phury y la apretó tan fuerte que podía sentir los huesos de su gemelo-. Vas a ser un buen tío.

– ¿Y quizás el Guardián? -sugirió Bella.

Phury arqueó la cabeza.

– Me honraría ser el Guardián del pequeño.

Fritz se apresuró a entrar con una bandeja de delgadas copas aflautadas. El doggen estaba entusiasmado y muy excitado de felicidad.

– Para brindar por la ocasión.

Las voces variaron y se mezclaron y las copas fueron pasadas y sonaron risas. Zsadist miraba a Bella cuando alguien le puso una copa en la mano.

– Te amo -murmuró él. Ella sonrió volviéndose hacia él y presionando algo en el interior de su mano. Su collar.

– Llévalo siempre encima -murmuró ella-. Para la buena suerte.

El besó su mano.

– Siempre.

Wrath se levantó precipitadamente en toda su altura, elevando su champaña, e inclinando hacia atrás la cabeza. Con una tremenda, estruendosa voz, gritó tan alto, que habrías podido jurar que las paredes de la mansión temblaron.

– ¡Por el pequeño!

Todo el mundo se puso en pie, elevaron sus copas, y gritaron con toda la fuerza de sus pulmones.

– ¡Por el pequeño!

Ah, sí… Seguramente su coro de voces era audaz y lo bastante ensordecedor para llegar a oídos de la Virgen Escriba. Lo cual era precisamente como mandaba la tradición.

Un apropiado y próspero brindis, pensó Z mientras tiraba de Bella hacia abajo para besarla en la boca.

– ¡Por el pequeño! -gritó la casa una vez más.

– Por ti -dijo contra los labios de Bella-. Nalla.

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