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Ahora o nunca, pensó agarrando la manilla de cobre y girándola. Una mitad de la puerta se abrió silenciosamente.

Se quedó sin aliento cuando miró al interior de la biblioteca.

Zsadist estaba sentado ante una mesa, inclinado sobre un pedazo de papel, un delgado lápiz en su apretado puño. Mary estaba cerca de él, y entre los dos había un libro abierto.

– Recuerda las consonantes fuertes -dijo Mary, señalando hacia el libro-. Check. Catch. La k y la c en esas palabras suenan cerradas, pero no son lo mismo. Inténtalo otra vez.

Zsadist se pasó una mano por su delgado cráneo. En voz baja dijo algo que no captó Y entonces movió el lápiz sobre el papel.

– ¡Eso está bien! -Mary puso la mano sobre su bíceps-. Lo has conseguido.

Zsadist levantó la mirada y sonrió. Entonces giró la cabeza hacia Bella y perdió la expresión

Oh, buena Virgen del Fade, pensó ella mientras bebía su imagen. Todavía le amaba. Lo sabía en sus entrañas.

Espera un minuto… ¿Qué de… demonios? Si cara era realmente diferente. Algo había cambiado. No la cicatriz, pero había algo diferente.

Como sea, acaba con esto para que puedas irte.

– Siento interrumpir -dijo ella-. Me estaba preguntando si podría hablar con Zsadist.

Ella fue vagamente consciente de Mary levantándose y acercándose, de las dos abrazándose, de la mujer marchándose y cerrando la puerta tras ella.

– Hola -dijo Zsadist. Entonces se puso lentamente en pie.

Los ojos de Bella se ensancharon, y dio un paso atrás.

– Dios… mío. Estás enorme.

El se llevó la mano al fornido pecho.

– Um…si. He ganado unas 80 libras aproximadamente. Havers… Havers dice que probablemente no voy a ganar muchas más. Pero ahora estoy en dos setenta.

Así que ese era el cambio en su cara. Sus mejillas ya no eran huecas, sus facciones no estaban tan desnudas, sus ojos no estaban hundidos. Él parecía… casi atractivo, en realidad. Y mucho más parecido a Phury.

Él se aclaró la garganta.

– Sí, así que, Rhage y yo… hemos estado comiendo juntos.

Jesús… ciertamente lo hicieron. El cuerpo de Zsadist no era en nada igual al que ella recordaba. Sus hombros eran enormes y acordonados con músculos que ella podía ver bajo la ajustada camiseta negra que llevaba. Sus bíceps eran tres veces el tamaño de lo que habían sido, y sus antebrazos eran lo bastante grandes ahora para ajustarse al tamaño de sus manos. Y su estómago… ese estómago estaba contorneado con fuerza, y su piel se estiraba sobre fuertes y acordonados músculos.

– Tú también has estado alimentándote -murmuró ella. Y al instante deseó poder traer las palabras de vuelta. Así como también el tono de censura.

No era de su incumbencia de que vena la tomaba, aunque dolía imaginarle con otro de su clase, y eso era seguramente de quién él bebía. Posiblemente la sangre humana no podía ser responsable de ese tipo de desarrollo.

Su mano descendió desde su pecho a su costado.

– Rhage tiene un miembro de los Elegidos que utiliza por que no puede tomar la vena de Mary para sustentarse. Yo también me he estado alimentando de ella. -Hubo una pausa-. Te ves bien.

– Gracias

Otra pausa larga.

– Um… Bella, ¿Por qué has venido? No es que me importe.

– Tenía que hablar contigo.

Él no parecía saber que decir a eso.

– Así que, ¿Qué estás haciendo? -preguntó ella, apuntando hacia los papeles sobre el escritorio. Eso tampoco era de su incumbencia, pero estaba desesperadamente atascada otra vez. La lengua se le trabó. Estaba perdida.

– Estoy aprendiendo a leer.

Sus ojos llamearon.

– Oh… wow. ¿Cómo te está yendo?

– Bien. Lento. Pero estoy trabajando en ello. -El bajó la mirada hacia los papeles-. Mary es paciente conmigo.

Silencio. Largo silencio. Dios, ahora que estaba frente a él, no podía encontrar las palabras.

– Fui a Charleston -dijo él.

– ¿Qué? -¿Había ido a verla allí?

– Me llevó un tiempo encontrarte, pero lo hice. Fui la primera noche que me libré de Havers.

– Nunca lo supe.

– No quería que lo supieras.

– Oh. -Ella respiró profundamente, el dolor bailaba como el mercurio bajo cada pulgada de su piel. Es hora de arrojarse desde la roca, pensó ella-. Escucha, Zsadist, yo vine para decirte…

– No quiero verte hasta que haya terminado. -Cuando sus ojos amarillos se quedaron fijos en ella, algo cambió en el aire entre ellos.

– ¿Con qué? -susurró ella.

Él bajó la mirada al lápiz en su mano.

– Conmigo.

Ella sacudió la cabeza.

– Lo siento. No entiendo.

– Quiero devolverte esto. -Sacó el collar de ella del bolsillo-. Iba a dejarlo contigo esa primera noche, pero entonces pensé… Bueno, de todas maneras, lo llevé hasta que no pude ponerlo más alrededor de mi garganta. Ahora sólo lo llevo cerca.

Bella dejó escapar el aliento, saliendo con facilidad de su boca hasta que estuvo vacía de aire. Mientras tanto él comenzó a frotarse la parte superior de la cabeza, sus bíceps y su pecho tan grande ahora, estiraron su camiseta hasta dejar tirantes las costuras.

– El collar era una buena excusa -murmuró él.

– ¿Para qué?

– Pensaba que quizás pudiese ir a Charleston y presentarme ante tu puerta para devolvértelo y quizás… quizás me dejarías entrar. O algo. Estaba preocupado de que otro hombre te estuviera cortejando, así que intenté ir tan rápido como pude. Quiero decir, me imaginaba que quizás si pudiera leer, y si me preocupase un poco más por mí mismo, y si intentase dejar de ser tan jodido niño de mamá… – El sacudió la cabeza-. Pero no me malinterpretes. Esto no quiere decir que esperara que estuvieses feliz de verme. Yo sólo… sabes, esperaba… café. Té. Una oportunidad para hablar. O alguna mierda. Amigos, quizás. Excepto si tienes un hombre, él no lo permitiría. Así que, si, eso es por lo que me he estado dando prisa.

Sus ojos dorados se alzaron hasta los de ella. Estaba haciendo una mueca de dolor, como si tuviese miedo de lo que quizás estuviera mostrando su cara.

– ¿Amigos? -dijo ella.

– Si… quiero decir, no te deshonraría pidiéndote más que eso. Sé que lo lamentas… de todos modos, no podía dejarte ir sin… si, tan sólo… amigos.

Santo… Moses. Había ido a por ella. Con la intención de regresar y alejarse.

Amigo, eso estaba completamente fuera de cualquier panorama que se hubiera imaginado cuando se había preparado a hablar con él.

– Yo… ¿Qué estás diciendo, Zsadist? -balbuceó, incluso aunque había escuchado cada palabra.

Su mirada bajó al lápiz en su mano y entonces se volvió a la mesa. Pasando la libreta de espiral a una nueva página, se inclinó y garabateó sobre la parte superior del papel durante un momento. Después arrancó la hoja.

Su mano temblaba cuando se la tendió.

– Está a sucio.

Bella tomó el papel. En el irregular bloque de letras de un niño había dos palabras:

TE QUIERO

Sus labios se apretaron en una línea cuando sus ojos se fijaron. La caligrafía se ondulaba y después desaparecía.

– Quizás no puedas leerlo -dijo él en voz baja-. Puedo hacerlo de nuevo.

Ella negó con la cabeza.

– Puedo leerlo perfectamente. Es… hermoso…

– No espero nada a cambio. Quiero decir… sé que… ya no sientes eso por mí. Pero quería que lo supieras. Es importante que lo supieras. Y si hay alguna oportunidad de que podamos estar juntos… no puedo dejar mi trabajo con la Hermandad. Pero puedo prometer que seré mucho más cuidadoso conmigo mismo. -Él frunció el ceño y dejó de hablar-. Mierda. ¿Qué estoy diciendo? Me prometí a mí mismo que no te pondría en esta posición.

Arrugó el papel contra su corazón, entonces se lanzó contra él, golpeando su pecho con tanta fuerza que se tambaleó hacia atrás. Cuando sus brazos la rodearon con vacilación, como si no tuviese idea alguna de lo estaba haciendo o por qué, ella lloró abiertamente.

En todos sus preparativos para ese encuentro, la única cosa que nunca había considerado era que los dos quizás tuviesen algún tipo de futuro.

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