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Con una mueca, tiró del catéter y miro las transfusiones intravenosas que entraban en su antebrazo. Estuvo a punto de rasgarse la vena, pero entonces calculó fríamente el movimiento. Dios sólo sabía lo que entraba en él. Tal vez lo necesitaba.

Se levantó y su cuerpo pareció decaer, se sentía como un saco de patatas. El poste de las IV hizo un buen paseo golpeando el vestíbulo a su paso. Cuando comenzó a moverse al cuarto de al lado, las enfermeras llegaron corriendo de todas direcciones. Se encogió y abrió la primera puerta que encontró.

Phury estaba en la enorme cama con tantas vías enchufadas que parecía un panel telefónico.

La cabeza del hombre dio vuelta.

– ¿Z…qué haces?

– Probando al personal médico. -Cerró la puerta y camino por el cuarto, dirigiéndose hacia la cama. -Maldición son realmente rápidos.

– No deberías estar…

– Cállate y muévete.

Phury parecía asustado como el infierno, se movió al lado opuesto cuando Z situó su cuerpo agotado en el colchón. Cuando se sentó contra las almohadas, los dos soltaron un suspiro idéntico.

Z frotó sus ojos.

– Eres feo sin todo el pelo, lo sabes.

– ¿Esto significa que vas a cultivar algunos?

– Naha Mis días de Reina de la Belleza terminaron.

Phury se rió entre dientes. Entonces hubo un largo silencio.

En esta tranquilidad, Zsadist siguió imaginando lo que había sido ver al lesser, el cobertizo y a Phury atado con correas a aquella mesa, sin pelo, su cara golpeada hecha mierda. Haber atestiguado el dolor de su gemelo había sido… una agonía.

Z limpió su garganta.

– Yo no debería haberte usado como lo hice.

La cama se meneó como si Phury hubiera sacudido su cabeza alrededor.

– ¿Qué?

– Cuando necesitaba daño… Yo no debería haberte hecho golpearme.

No hubo ninguna respuesta, y Z giró la vista, viendo cuando Phury cubrió sus ojos con las manos.

– Fui cruel -dijo Z en el tenso débil aire que había entre ellos.

– Lamenté hacerte eso.

– Si, yo lo sabía cuando te hice golpearme hasta sangrar. Que yo me alimentara de tu miseria era la parte más cruda. Nunca voy a volver a pedírtelo.

El pecho desnudo de Phury se elevó y se cayó.

– Prefiero ser yo que alguien más. Cuando lo necesites, me avisas. Lo haré.

– Cristo, Phury…

– ¿Qué? Es el único modo en que me dejas cuidarte. La única forma en la que me dejas tocarte.

Ahora fue Z el que se cubrió sus vidriosos ojos con el antebrazo. Tuvo que toser algunas veces antes de hablar.

– Mira, nada de volver a salvarme, hermano. ¿Bien? Esto se terminó ahora. Se acabó. Es tiempo de que me dejes.

No hubo ninguna respuesta. Entonces Z echó un vistazo, y vio como las lágrimas se deslizaban por la mejilla de Phury.

– Ah… joder -refunfuñó Z.

– Sí. Más o menos. -Otra lágrima rodó del ojo de Phury-. Dios… maldición. Se están escapando.

– Bien, anímate.

Phury restregó su cara con las palmas.

– ¿Por qué?

– Porque creo que voy a tratar de abrazarte.

Las manos de Phury cayeron y lo miró con una absurda expresión.

Lanzando un juramento, Z empujó a su gemelo.

– Levanta la cabeza, condenado. -Phury estiró el cuello. Z deslizó su brazo por debajo. Los dos se congelaron en la poco natural posición-. Sabes, este infierno era mucho más fácil cuando estabas frío en aquel camión.

– ¿Eras tú?

– ¿Piensas que era Santa Claus o alguna mierda?

Los colores de Z se elevaron por todas partes. Dios… Él realmente estaba expuesto aquí. ¿Qué demonios hacía?

– Pensé que eras un ángel -dijo Phury suavemente cuando puso su cabeza atrás en el brazo de Z. -Cuando me cantaste, pensé que me enviabas sin peligro al Fade.

– No soy ningún ángel. -Subió y deslizó su mano sobre la mejilla de Phury, limpiando la humedad. Entonces cerró los párpados del hombre con las yemas de los dedos.

– Estoy cansado -murmuró Phury-. Tan… cansado.

Z contempló la cara de su gemelo, como si fuera la primera vez. Las contusiones se curaban ya, la hinchazón bajaba, el corte dentado que se había hecho se desvanecía. Lo que se revelaban eran líneas de agotamiento y tensión, con no mucha mejoría.

– Has estado cansado durante siglos, Phury. Es tiempo de dejarme ir.

– No creas que puedo.

Zsadist inhaló profundamente.

– La noche que me alejaron de la familia… No, no, mírame. Estás demasiado… cerca. No puedo respirar cuándo haces… Cristo, sólo cierra tus ojos, ¿bien? -Z tosió, lo único que podía decir por su apretada garganta eran unos pequeños sonidos-. Esa noche, no fue tu culpa que no te atraparan. Y no puedes compensar el hecho de que tuviste suerte y yo no. Quiero que dejes de cuidarme.

El aliento de Phury se estremeció.

– ¿Tu… tienes alguna idea de lo qué sentí al verte en aquella celda, desnudo y encadenado y… saber lo qué por mucho tiempo aquella hembra te había hecho?

– Phury…

– Lo sé todo, Z. Sé todo lo que te pasó. Oí sobre ello a hombres que… habían estado allí. Antes de que yo supiera que eras tú del que ellos hablaban, oí las historias.

Zsadist tragó, él se sintió enfermo.

– Yo siempre esperé que tú no supieras. Rezaba por eso.

– Entonces tienes que entender por qué puedo morir por ti cualquier día. Tu dolor es el mío.

– No, no lo es. Júrame que pararas esto.

– No puedo.

Z cerró los ojos. Cuando estaban juntos, quería pedirle perdón por todas las cosas de mierda que había hecho después de que Phury lo había conseguido liberar… y quería gritarle a su gemelo por ser un maldito héroe. Pero sobre todo quería devolverle a Phury todos aquellos años gastados. El hombre merecía más de lo que había tenido en la vida.

– Bien, entonces no me dejas ninguna alternativa.

La cabeza de Phury se sacudió del brazo de Z.

– Si te matas…

– Adivino que no debería dejarme apuñalar para no causarte más ansiedad.

Z sintió que el cuerpo entero de Phury temblaba.

– Ah… Jesús.

– Sin embargo, no sabes como funcionan. Mis instintos…han sido afilados por la cólera, entiendes. Probablemente siempre voy a ser explosivo.

– Oh, Jesús…

– Pero sabes, tal vez yo podría trabajar en eso. O algo. Joder, no sé. Probablemente no pueda.

– Oh… Jesús. Te ayudaré. En cualquier camino que tomes.

Z sacudió la cabeza.

– No. No quiero tu ayuda. Tengo que hacerlo solo.

Estuvieron tranquilos durante un tiempo.

– Mi brazo se durmió -dijo Z. Phury levantó su cabeza y Zsadist echo el miembro hacia atrás, pero no lo alejó.

Antes de que Bella se marchara, fue al cuarto que le habían dado a Zsadist. Había estado retrasando su partida durante días, diciéndose que no era porque ella lo esperara venir. Lo que era una mentira.

La puerta estaba ligeramente abierta, entonces llamó. Se preguntaba lo que él diría cuando la viera. Probablemente nada.

– Entre -dijo una hembra.

Bella entró al cuarto. La cama estaba vacía, un poste astillado para supervisar equipo estaba de lado como si estuviera muerto. Una enfermera recogía pedazos del suelo y los ponía en un cubo de basura. Claramente Zsadist estuvo alrededor.

La enfermera sonrió.

– ¿Lo busca? Está al lado con su hermano.

– Gracias.

Bella fue al cuarto siguiente y llamó silenciosamente. Cuando no hubo respuesta, entró.

Los dos estaban espalda contra espalda, tan fuertemente cerca el uno contra el otro que parecía que sus espinas estuvieran fundidas. Sus brazos y piernas estaban enroscados en posiciones idénticas, sus barbillas metidas en sus pechos. Ella les imaginó en la matriz de su madre, descansando juntos, inocentes de todos los horrores que les esperaban en el exterior.

Raro pensó, su sangre estaba en ambos. Era su única herencia al par, la única cosa que ella les dejaba.

De repente los ojos de Zsadist se abrieron. El brillo amarillo-oro fue tan sorpresivo, que brincó.

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