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Dios, si bien su cara era ruda, su voz era tan suave y tan hermosa, como la llama de la vela.

Giró la cabeza hacia ella y abrió los ojos. Su oscura mirada estaba llena de emoción.

– No sé cómo pudiste sobrevivir tanto tiempo. Estaba seguro de que habías muerto. Pero entonces encontramos el lugar y te saqué de ese agujero. Pero cuando vi lo que te había hecho…

Bella lentamente se volvió, no queriendo asustarlo con una retirada.

– No recuerdo nada de eso.

– Bien, eso es bueno.

– Algún día… necesitaré saber. ¿Me lo contarás?

Él cerró los ojos.

– Si realmente quieres los detalles.

Guardaron silencio durante un tiempo, y entonces él se movió hacia ella, rodando hacia un lado.

– Odio preguntártelo, pero ¿cómo era? ¿Puedes recordar algo específico sobre él?

Suficiente, pensó. Demasiado

– Eh, ah, se teñía el pelo de castaño.

– ¿Qué?

– Quiero decir, estoy casi segura que lo hacía. Cada semana o así entraba en el baño y podía oler los productos químicos. Y tenía raíces. Una pequeña línea blanca en su cuero cabelludo.

– Pero creía que palidecer era bueno porque significaba que hacía tiempo que pertenecían a la Sociedad.

– No lo sé. Creo que tenía… o tiene… una posición de poder. Por lo que podía oír desde el agujero los otros lesser eran cuidadosos a su alrededor. Y lo llamaban ‘O’

– ¿Algo más?

Temblando regresó a la pesadilla.

– Él me amaba.

Un gruñido vibró de Zsadist, grave y desagradable. A ella le gustó ese sonido. La hacía sentirse protegida. Le dio fuerza para seguir hablando.

– El lesser, me dijo… me dijo que me amaba, y lo hacía. Estaba obsesionado conmigo. -Lentamente soltó el aliento, tratando de calmar su palpitante corazón-. Al principio estaba aterrorizada, pero después utilicé sus sentimientos contra él. Quería hacerle daño.

– ¿Lo hiciste?

– A veces, sí. Le hice… llorar.

La expresión de Zsadist fue más que extraña. Cómo si tuviera… envidia.

– ¿Cómo te sentiste?

– No quiero decirlo.

– ¿Porque fue bueno?

– No quiero que pienses que soy cruel.

– La crueldad es diferente de la represalia.

En el mundo de un guerrero, imaginó que era cierto.

– No estoy segura de estar de acuerdo.

Sus oscuros ojos se estrecharon.

– Hay algunos que querrían vengarte. ¿Sabes eso, no?

Pensó acerca de él saliendo a la noche para cazar al lesser sin poder soportar la idea que podría hacerse daño. Entonces se imaginó a su hermano, tan furioso y orgulloso, preparado también para desgarrar al asesino.

– No… no quiero que hagas eso. Ni tú, ni Rehvenge, ni nadie.

De repente una corriente atravesó la habitación, como si hubieran abierto la ventana de repente. Miró alrededor y se dio cuenta que la ola fría había salido del cuerpo de Zsadist.

– ¿Tienes un compañero? -preguntó abruptamente.

– Por qué lo… Oh, no, Rehvenge es mi hermano. No mi compañero.

Esos grandes hombros se relajaron. Pero entonces frunció el ceño.

– ¿Tuviste alguno?

– ¿Tener un compañero? Por un tiempo sí. Pero no las cosas no funcionaron.

– ¿Por qué?

– Por mi hermano -hizo una pausa-. Realmente, eso no es cierto. Pero cuando el macho no pudo hacerle frente a Rehv, le perdí mucho respeto. Y entonces… el tipo contó detalles de nuestra relación en el glymera y las cosas… se complicaron.

De hecho, se pusieron horribles. La reputación del macho permaneció intacta, por supuesto, mientras que la de ella se hizo trizas. Quizás eso era por lo que se sentía tan atraída hacia Zsadist. No le importaba lo que pensaran de él. No había subterfugios, ni modales corteses escondiendo sus pensamientos e instintos. Era honesto, y esa franqueza, aunque sirviera para revelar su cólera, la hacía sentir segura al confiar en él.

– ¿Vosotros fuisteis… -se fue quedando sin habla.

– ¿Fuimos qué?

– ¿Amantes? -En un áspero arrebato, Zsadist maldijo-. No importa, no es de mí…

– Ah, sí, lo fuimos, Rehv nos descubrió, y allí fue dónde empezaron los problemas. Ya sabes como es la aristocracia ¿Una mujer que se acuesta con alguien que no es su pareja? Puedes jurar que está manchada de por vida. Creo, que siempre desee haber nacido civil. Pero no puedes escoger tu ascendencia, ¿verdad?

– ¿Amabas al macho?

– Pensaba que sí. Pero… no. -Pensó en la calavera al lado del jergón de Zsadist-. ¿Has estado enamorado alguna vez?

La esquina de su boca se alzó en un gruñido.

– ¿Qué diablos crees?

Cuando ella retrocedió, cerró los ojos.

– Lo siento. Quiero decir, no. Eso sería un no.

¿Entonces por qué conservaba ese cráneo? ¿De quién era? Estaba a punto de preguntarle cuando cortó la pregunta.

– ¿Tu hermano piensa ir tras el lesser?

– Indudablemente. Rehvenge es… Bien, ha sido mi guardián desde que mi padre murió cuando era muy joven, y Rehv es muy agresivo. Extremadamente agresivo.

– Bien, entonces dile que no se mueva. Yo voy a vengarte.

– No -dijo disparándole una mirada.

– Sí.

– Pero no quiero que lo hagas. -No podría vivir consigo misma si se mataba en el proceso.

– No puedo detenerme. -Apretó con fuerza sus ojos cerrados-. Jesús… no puedo respirar sabiendo que ese bastardo está allí fuera. Tiene que morir.

Miedo y gratitud y algo completamente cálido se apretujó en su pecho. En un impulso, se inclinó y le besó en los labios.

Saltó hacia atrás con un siseo, los ojos más abiertos que si le hubiera abofeteado.

Oh, demonios. ¿Por qué había hecho eso?

– Lo siento. Lo siento, yo…

– No, está bien. Estamos bien. -Rodó sobre su espalda y alzó la mano hasta la boca. Se frotó los labios con los dedos, como si se limpiara de ella.

Cuando ella suspiró bien y duramente, él dijo:

– ¿Qué ocurre?

– ¿Soy tan desagradable al gusto?

Él dejó caer el brazo.

– No.

Qué mentira.

– Quizás pueda conseguirte un paño para lavarte, ¿quieres?

Cuando iba a salir disparada de la cama, una mano le sujetó el brazo.

– Es mi primer beso, ¿vale? Sólo es que no lo esperaba.

Bella se quedó sin respiración. ¿Cómo era eso posible?

– Oh, por el amor de Dios, no me mires así. -La dejó ir y volvió a mirar hacia el techo.

Su primer beso…

– ¿Zsadist?

– Qué.

– ¿Me dejarías hacerlo otra vez?

Hubo una larga, larga pausa. Avanzando lentamente hacia él, presionó su cuerpo contra las sábanas y mantas.

– No te tocaré con nada más. Sólo mis labios. Sobre los tuyos.

Gira la cabeza, deseaba fervientemente. Gira la cabeza y mírame.

Y él lo hizo.

No esperó a una invitación por escrito o que él cambiara de parecer. Presionó los labios contra los suyos ligeramente, entonces revoloteó sobre su boca. Cuando permaneció quieto, se lanzó abajo y esta vez lo acarició. Su respiración se entrecortó.

– ¿Zsadist?

– Sí -susurró.

– Relaja la boca para mí.

Con cuidado de no abalanzarse sobre él, se apoyó en sus antebrazos y se acercó de nuevo. Sus labios eran chocantemente suaves excepto por las cicatrices del labio superior. Para asegurarse que sabía que esa imperfección no le importaba, deliberadamente atendió ese lugar, volviendo allí una y otra vez.

Y entonces sucedió: él le devolvió el beso. Fue sólo un leve movimiento de su boca, pero lo sintió hasta su corazón. Cuando lo hizo otra vez, lo alabó gimiendo un poco y dejándole tomar iniciativa.

Dios, era tan indeciso, andando a tientas a través de su boca con las más suaves caricias. La besó dulcemente y con cuidado, sabiendo a manzanas y a especie masculina. Y el contacto entre ellos, aunque ligero y lento, fue suficiente para que le doliera.

Cuando ella sacó ligeramente la lengua y le lamió, se apartó bruscamente.

– No se qué estoy haciendo aquí.

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