– Sí, lo sabes. -Se inclinó para mantener el contacto-. Realmente lo sabes.
– Pero…
Lo acalló con su boca, y no mucho tiempo después regresó al juego. Esta vez cuando su lengua le acarició abrió los labios, y su propia lengua la encontró hábil y cálida. Una vuelta lenta empezó… y entonces él estaba en su boca, presionando, buscando.
Sintió la agitación sexual en él, el calor y la urgencia crecían en su gran cuerpo. Estaba deseosa de que extendiera la mano y la arrastrara contra él. Cuando no lo hizo, se relajó mirándolo. Tenía las mejillas encendidas y los ojos brillando intensamente. Estaba hambriento de ella, pero no hizo ningún movimiento para acercarla. Ni lo haría.
– Quiero tocarte -dijo ella.
Pero cuando alzó la mano, se tensó y le agarró fuertemente la muñeca. El miedo sobrevoló debajo de su superficie; podía sentirlo ondeando a través de su cuerpo, tensándolo. Esperó a que él recuperara el sentido, sin presionarle.
Su agarre lentamente se aflojó.
– Sólo… ve despacio.
– Lo prometo.
Empezó con el brazo, recorriendo de arriba y abajo con las yemas de los dedos la suave piel sin vello. Seguía sospechosamente el movimiento con los ojos, pero ella no se lo tomó mal, los músculos se movían nerviosamente, estremeciéndose a su paso. Lo acarició lentamente, dejando que se acostumbrara a su toque, y cuando estuvo segura que estaba cómodo, se inclinó hacia él y posó los labios en sus bíceps. El hombro. La clavícula. La parte superior de los pectorales.
Se dirigía hacia su pezón perforado.
Cuando estuvo cerca del anillo de plata con la pequeña bola, alzó la mirada. Tenía los ojos muy abiertos, tan abiertos que se veía todo el blanco alrededor de sus iris.
– Quiero besarte aquí -dijo-. ¿Puedo?
Asintió con la cabeza y se lamió los labios.
En el momento en que su boca hizo contacto, su cuerpo se sacudió como si alguien tirara de sus brazos y piernas al mismo tiempo. Ella no se detuvo. Succionó el piercing y enroscó la lengua a su alrededor.
Zsadist gimió, el sonido grave retumbó en su pecho; luego inspiró con un siseó. Su cabeza cayó en la almohada, pero mantuvo un ángulo que le permitiera observarla.
Cuando le dio golpecitos al aro de plata y lo tironeó un poco, se arqueó fuera de la cama, una pierna colgando, el talón hundido en el colchón. Le hizo cosquillas en el pezón una y otra vez hasta que hizo una bola entre sus puños con el edredón.
– Oh… joder, Bella… -Respiraba con un ritmo duro, crudo, irradiando calor- ¿Qué me estás haciendo?
– ¿Quieres que pare?
– Eso o lo haces más duro.
– ¿Qué tal un poquito más?
– Sip… un poco más.
Lo trabajó con la boca, jugando con el anillo, conduciéndole hasta que sus caderas empezaron a balancearse.
Cuando miró hacia su cuerpo, perdió el ritmo. Su erección era tan maciza que empujaba contra el delgado nylon de sus pantalones de ejercicio, y ella lo veía todo: la redondeada cabeza con su elegante cresta, el grueso eje, los pesos gemelos debajo.
Dios mío. El era… enorme.
Estaba completamente húmeda entre sus muslos y movió la mirada para encontrar la de él. Sus párpados todavía hacia atrás y su boca abierta con el sobrecogimiento, la conmoción y el hambre guerreando en su cara.
Extendió la mano y empujó el pulgar entre sus labios.
– Succióname.
Lo pilló enseguida succionando fuertemente y mirando como ella seguía. Un frenesí se apoderó de él; ella podía sentirlo. La lujuria crecía en él, convirtiéndole en un polvorín, y santo infierno, ella lo deseaba. Deseaba que él explotara completamente. Dentro de ella.
Soltó su pezón, sacó el pulgar de su boca, y se alzó para empujar la lengua entre sus labios. Con esa invasión él gimió salvajemente, su gran cuerpo sacudiéndose contra el agarre que mantenía con las mantas.
Deseaba que se dejara ir y la tocara, pero no podía esperar. Esta primera vez, ella debería llevar el control. Empujó lejos las mantas, deslizó la parte superior de su cuerpo sobre su pecho, y echó la pierna sobre sus caderas.
En el instante que su peso cayó en la parte superior de él, se tensó y dejó de besarla.
– ¿Zsadist?
La rechazó con tanta fuerza que ella rebotó sobre el colchón.
Zsadist se escapó de la cama, jadeando y enloquecido, su cuerpo atrapado entre el pasado y el presente, una estrecha línea entre los dos.
Parte de él quería más de lo que Bella le estaba haciendo. Caramba, se moría por continuar explorando su primera excitación sexual. Las sensaciones eran increíbles. Una revelación. La única cosa buena que había sentido… alguna vez.
Por la Virgen del Fade, no se extrañaba de que los machos mataran por proteger a sus compañeras.
Excepto que él no podía soportar el tener a una hembra encima, incluso si era Bella, y el pánico salvaje golpeando a través de él ahora mismo era peligroso. ¿Qué pasaría si la emprendía a golpes con ella? Por el amor de Dios, si él ya la había arrojado a través de la maldita cama.
Le echó un vistazo. Se veía tan desgarradoramente bella entre las sábanas revueltas y las almohadas desparramadas. Pero estaba aterrorizado de ella, y a causa de eso, aterrorizado por ella. Los toques y besos, por más que se hubiera involucrado al principio, eran mucho más que un detonante para él. Y no podía colocarse en esa situación de turbación estando a su alrededor.
– No iremos allí otra vez -dijo-. Esta mierda no ha pasado.
– Te gustó. -Su voz fue suave pero fuerte-. Pude sentir tu sangre corriendo velozmente bajo mis manos.
– Sin discusión.
– Tu cuerpo se endurece por mí.
– ¿Quieres que te haga daño? -Mientras apretaba fuertemente una almohada, él la presionó más fuerte-. Porque, a ver si nos entendemos, el sexo y yo sólo seguimos un camino, y no es algo de lo que quieras formar parte.
– Me gustó la manera en que me besaste. Quiero acostarme contigo. Hacer el amor contigo.
– ¿Hacer el amor? ¿Hacer el amor? -Extendió los brazos-. Bella… todo lo que puedo ofrecerte es un polvo. No te gustaría, y francamente no me gustaría hacértelo. Mereces más.
– Sentí tus labios sobre los míos. Fueron suaves…
– Oh, por favor…
– ¡Cállate y déjame terminar!
Z se quedó boquiabierto seguro que le había dado una patada en el trasero. Nadie le había hablado en ese tono. La anomalía sola habría obtenido su atención, pero el hecho que fuera ella lo dejó pasmado.
Bella echó su cabello por encima del hombro.
– Si no deseas estar conmigo, de acuerdo. Sólo tienes que decirlo. Pero no te escondas detrás del querer protegerme. ¿Crees que no sé como de rudo sería el sexo contigo?
– ¿Es por eso que lo deseas? -Preguntó con voz mortal-. ¿Piensas que sólo mereces que te hagan daño ahora, después del lesser?
Ella frunció el ceño.
– De ningún modo. Pero si es la única manera de tenerte, entonces así es como te tendré.
Se frotó la cabeza con la mano esperando que la fricción pudiera hacerle funcionar el cerebro.
– Creo que te equivocas. -Bajó la mirada al suelo-. No tienes ni idea de lo que estás diciendo.
– Arrogante bastardo -dijo ella bruscamente.
Z alzó la cabeza de golpe. Bien, patada número dos…
– ¿Perdona?
– Haznos el favor de no tratar de pensar por mí, ¿vale? Porque te estás equivocando en cada maldito momento. -Con eso se marchó hacia el baño y cerró con un portazo.
Zsadist parpadeó un par de veces. ¿Qué demonios había pasado?
Recorrió con la mirada la habitación como si los muebles o quizás las cortinas pudieran echarle una mano. Luego su aguda audición captó un leve sonido. Ella estaba… llorando.
Con una maldición se dirigió al baño. No llamó, sólo giró la manija y entró. Estaba de pie junto a la ducha, con los brazos cruzados, las lágrimas reunidas en sus ojos color zafiro.
Oh… Dios. ¿Qué se suponía que tenía que hacer un macho en esta situación?