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– La llevé un domingo por la mañana, a primera hora. Ella debía volver aquel mismo día con su grupo antes de las diez de la noche; pasaban lista todas las noches, cosas del reglamento militar. Tuvimos que cambiar de autobús. Ante la estación de autobuses, cuando esperábamos el segundo, llovía y empezó a oscurecer. No pasaba ni un alma por la carretera. Me dijo que todavía le estaba saliendo sangre. La estreché entre mis brazos y no pudimos contener las lágrimas. Así nos separamos. ¿Eso se puede escribir? ¿Dónde está esa nueva vida?

Luo explicó que le había sido imposible huir de la decadencia. Durante los dos años en que trabajó de pescador, fue de mujer en mujer, ya que en aquel pueblo de pescadores de la isla en que vivía nunca se sabía cuándo regresarían los hombres que salían al mar. A Luo, un joven fresco, recién salido de la escuela, no le faltaban las ocasiones. Todo empezó allí. Nada era romántico. Lo único que sabía era que, después de divertirse con ellas, se sentía hastiado. Sin embargo no consiguió tener ningún amigo. Por eso, prefirió volver a vender en el mercado.

– ¿Cómo se te ocurrió hacerte pescador?

– No tuve elección, tenía que encontrar algo. En aquella época, pensaba entrar como tú en una universidad importante para estudiar literatura. ¿Has olvidado que suspendí los exámenes?

– Eras el mejor del curso, un poeta reconocido por todos tus compañeros. Nadie imaginó que pudieras suspender.

– ¡Que le den por el culo a la poesía! -dijo Luo-. El año de las pruebas de acceso a la universidad, justo antes del movimiento antiderechista, [12] dijeron que estaban a favor de la libre expresión, ¿no? Una revista provincial nos invitó a un encuentro de jóvenes escritores para que expresáramos nuestra opinión libremente. Yo tomé la palabra junto a otros jóvenes autores. Tan sólo dijimos que la elección de los temas era demasiado estricta, que la poesía era la poesía y no se podía dividir según el tema: industria, agricultura, vida de la juventud… Publicaron mis peores poemas y cortaron los mejores. Sólo dije eso. Unos días después, llegó un informe a la escuela. El director de la sección de instrucción vino a verme. Entonces me di cuenta de que había metido la pata. No sé qué les ocurrió a mis compañeros, yo era el más joven, el que menos habló, y ahora puedo trabajar en un mercado.

Tras esta conversación, fue a comprar tres entradas para el cine y esperó ante el local a que empezara la sesión. Wuzi llegó sin aliento y le dijo que Luo había tenido que quedarse trabajando para cubrir el turno de noche y que no podría venir. Se preguntó si Luo lo habría hecho expresamente para dejarlos solos. Entraron en la sala. En la oscuridad tomó la mano de Wuzi y se sentaron en dos asientos aislados. Él no prestó la menor atención a la película durante toda la sesión. No paraba de pensar en la dulce mano de la chica. Sentía cómo le corría el sudor. Pensaba que, ya que todos los chicos le habían metido mano, ¿por qué él no podía hacer lo mismo? Nunca había tocado a ninguna chica antes; aunque, por supuesto, el amor al que aspiraba era diferente.

Cuando estaba estudiando en segundo ciclo de secundaria, se enamoró de una chica más joven que él, con la que sólo habló durante un baile en la fiesta de fin de año. Durante toda la noche, no paró de seguir a la chica, que llevaba una blusa de flores azules sobre fondo rojo. Dondequiera que ella fuera, allí iba él. Después de la fiesta ya amanecía, o quizá fuera el reflejo de la nieve bajo las farolas, siguió a la muchacha durante todo el camino de regreso. Ella caminaba delante riéndose con sus compañeras y a veces se volvía. Él sabía que hablaban de él.

No creía que se pudiera tocar a una chica así. Cuando salió del cine con Wuzi, evitó la avenida y se metió por una callejuela, de la mano de la muchacha. Ella era muy dócil. Caminaba con la cabeza gacha mirándose los zapatos y a veces chutaba algún pedrusco. Cuando llegaron a un rincón al que no daba la luz de las farolas, tomó el brazo de Wuzi para atraerla hacia él. Ella negó con la cabeza y lo miró con los ojos bien abiertos, luego dijo:

– Los chicos sois muy malos.

Él dijo que él no era así, sólo quería besarla.

– ¿Por qué? -preguntó alzando los ojos y dejándolos bien abiertos.

La soltó y le dijo que todavía no había besado a ninguna chica. Wuzi le dijo que dejara que se lo pensara. El bajo la cabeza y no esperaba que ella le dijera:

– Bueno, pero sólo una vez.

Apoyó su boca contra los labios apretados de la chica y se separó de inmediato. Wuzi tenía los ojos cerrados, abrió la boca levemente, entonces él la besó de nuevo, saboreando esta vez los labios suaves y carnosos. Dirigió la mano hacia un seno de la muchacha por debajo de la ropa, la joven murmuró:

– No me hagas daño…

Deslizó la mano bajo la ropa y la desplazó sobre los senos en punta, pero no quiso, y ni siquiera se le pasó por la cabeza, plantear hacer el amor a una chica que realmente no amara. Era imposible que lo pensara en aquel momento, esa chica sólo le parecía generosa.

Unos días después, recibió una carta de Wuzi en la universidad. Con un estilo muy sencillo, le preguntaba si volvería a pasar allí las vacaciones del próximo verano.

Aquel verano no pudo volver a su casa, era la época de la gran escasez que siguió al «Gran salto adelante». Durante las vacaciones, los estudiantes tenían la obligación de prestar un servicio voluntario, que consistía en ir a las colinas del oeste a hacer agujeros para plantar árboles. Todos padecían hidropesía y desnutrición, pero tenían que comportarse como «buenos hombres» y «hacer buenas obras», aunque fueran cosas estúpidas. Y así donó sus días libres. Durante aquellas vacaciones de verano, se arrepintió de no haber llegado más lejos cuando estuvo con Wuzi.

16

En el taxi, camino al aeropuerto, no habéis hablado casi nada. Os habéis dicho todo lo que teníais que deciros, y además tampoco es el mejor lugar.

En el momento de pasar la aduana, ella te estrecha en sus brazos con dulzura, como una amiga, como ya te ha dicho. Te da un beso breve y se va, sin volverse.

Te has fijado que tiene unas ojeras muy pronunciadas, aunque esté maquillada. Seguramente tú tampoco debes de tener muy buena cara. Habéis pasado varios días seguidos sin dormir, tres noches en blanco, desde que os visteis en el teatro. Durante esos días y esas noches no habéis parado de hacer el amor, hasta la extenuación, hasta caer rendidos el uno sobre el otro. Tú también estás agotado. Después de este frenesí repentino y esta separación tan sencilla, como si fuerais dos simples amigos, no sabéis si alguna vez os volveréis a ver.

Al salir del aeropuerto el sol te molesta a los ojos, un vapor caliente sube del suelo, las personas que esperan un taxi forman una larga cola, y tú estás hecho polvo. Una vez dentro del vehículo, el conductor te pregunta adonde quieres ir. Durante un momento dudas; luego, sin pensártelo demasiado, dices «A Zungwan», el barrio más animado de la ciudad. No tienes ganas de quedarte en el hotel, de volver a encontrar una cama vacía. La imagen de su cuerpo desnudo está demasiado ligada a esa habitación, a esa cama, a tus sentimientos; ya te habías acostumbrado a hablarle, a decirle lo que sentías. En realidad era lo mismo que te decías para tus adentros, pero, al estar allí, se había convertido en tu compañera, y acababas hablando para ella. Consiguió entrar en lo más profundo de tu ser. Tú poseíste su cuerpo, pero ella poseyó tu corazón.

– ¿A qué lugar quiere ir de Zungwan?

El conductor se ha dado cuenta de que vienes del continente y te hace la pregunta en chino mandarín, aunque con bastante dificultad.

Estabas con los ojos cerrados, medio dormido; miras a tu alrededor y preguntas:

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[12] En 1957 el Partido Comunista inició un movimiento de rectificación de la ideología y el estilo de trabajo dentro de las filas del mismo, y llamó a todo el pueblo a expresarse libre y francamente e incluso a utilizar plenamente el dazibao y los debates para criticar los errores cometidos por los militantes del Partido a todos los niveles. Pero finalmente este movimiento se convirtió en una campaña contra los llamados derechistas burgueses, «que se habían atrevido a atacar al Partido desenfrenadamente», de ahí que cientos de miles de intelectuales inocentes fueran víctimas de esta absurda purga. (N. de los T.)

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