Литмир - Электронная Библиотека
A
A

– Hasta que llegaste tú, ella fue la hembra más hermosa que había venido a esta casa en todo el año.

Jocasta sentía que había dejado su pasado completamente atrás, sólo tenía la ropa que llevaba en la mochila y su móvil: nada más. Era como si la hubiesen detenido y le hubiesen dicho que su vida empezaba de nuevo. Era demasiado bonito para ser verdad, justo lo que su alma romántica deseaba. Ellos dos solos, unos días, apartados del mundo, celebrando su placer. Mirando atrás, vio que era su luna de miel.

Y también estaba el sexo. El sexo era… era fantástico. Era fantástico. Por supuesto. Y ella lo disfrutaba.

– Bien, creo que es suficiente. -Carla sonrió a Kate.

Habían pasado una mañana estupenda, peinando Top Shop, y después, para que no pareciera que habían pagado la publicidad, habían ido a Oasis y a River Island también. Kate había elegido casi todo sola. Carla pensaba que el ojo para la ropa se veía no tanto en los trajes como en los accesorios. Cinturones, pañuelos, medias, gafas de sol: la elección había sido infalible.

– Yo también -dijo Kate-. Estoy emocionadísima. ¿A qué hora quieres que vengamos?

– Lo más temprano posible. He pedido un taxi y he reservado a un peluquero de Nicky Clarke para que te peine, y una chica muy simpática te maquillará, pero no mucho. Te acompañaré al metro. No quiero que tu abuela se preocupe. Es una mujer estupenda, Kate. Tienes suerte.

– Lo sé -dijo Kate-. Parece más joven que mi madre.

– Te pareces un poco a ella. En el color de piel.

– Pura coincidencia -dijo Kate.

– ¿Por qué?

– Soy adoptada -dijo Kate-. Oye, tengo que irme. Gracias, Carla. Ha sido estupendo. ¡Adiós!

Carla la miró marcharse pensativa mientras desaparecía escalera abajo, un torbellino de cabellos rubios y piernas largas. ¿Adoptada? Era interesante. Otra dimensión para el artículo, tal vez. Averiguaría más cosas al día siguiente.

«La chica con determinación inquebrantable», se subtitulaba el artículo. Y a continuación describía el empuje de la vida de Martha: «Ningún novio en serio en el instituto para no distraerse de los estudios, trabajaba doce horas al día, e incluso ahora, sólo tiene una semana de vacaciones seguidas…».

Jack Kirkland lo había organizado: la editora era una amiga, había dicho que había visto el artículo del Sketch y que buscaba a una mujer dedicada a la política para entrevistarla. Martha había dicho que por qué no Janet y él había dicho que a Janet ya la habían entrevistado mucho, querían a alguien nuevo, y joven.

– No se lo digas a Janet -dijo Martha.

– ¿Por qué? Además ya se lo he dicho.

– ¡Jack! Piensa cómo se habrá sentido.

– Demasiado tarde -dijo él-, pero creo que no le ha importado. Ha dicho, más o menos, que estaba harta de dar entrevistas.

Esa vez no había tenido tanto miedo. Se había sentido al mando todo el rato. Y quedó bien. Estaba aprendiendo, y deprisa.

Pensaba que nunca había sido tan feliz. Había asumido todos esos riesgos vitales, había salido de su zona de confort bien delimitada, había respirado el aire embriagador y había seguido sintiéndose segura. Debería haber confiado en sí misma antes, pensó. Se había perdido mucho. Incluso había hecho algo que la había asombrado, que era hacer una prueba para Question Time. Pronto iría de vacaciones con Ed, como él le pedía desde hacía tiempo.

– ¿Qué tiene de malo? -decía-. Lo pasaremos bien. ¿Te suena, Martha? Es lo que hace la gente. Deberías investigarlo. Sólo una semana. Te prometo no pedir más. Venga, vive peligrosamente.

Por el momento había dicho que no, pero aquella mañana, a caballo de la vida y el éxito, empezaba a imaginárselo, quizá más que imaginarse…

– Bueno, ya estamos -dijo Marc Jones-. Has estado muy bien, Kate.

– Es verdad -convino Carla-. Fantástica. Esas últimas fotos, cuando te has puesto a bailar, vaya, quiero ponerlas en primera página.

– ¡Por mí encantada! -exclamó Kate. Estaba encendida, volando, triunfal.

– No creo que nos dejen, pero seguro que sacaremos una a doble página, si fuera por mí en el centro del periódico. ¿Estás orgullosa de ella, Jilly?

– Estoy muy orgullosa -dijo Jilly-. Creo que lo ha hecho de maravilla. Parecía que llevara años haciéndolo.

Se sentía muy feliz, muy justificada por la decisión que había tomado. Había visto que a Kate le ocurría algo aquella mañana, y la propia Kate también se había dado cuenta. Se había deshecho de algunas de sus inseguridades, sus dudas sobre sí misma, y se había convertido en alguien nuevo. De una forma divertida, Kate se había encontrado a sí misma. Su propio yo. Había sido encantador presenciarlo.

Carla iba a invitarlas a tomar el té; para almorzar comieron bocadillos.

– He pensado que podíamos ir al Ritz -dijo-, he reservado mesa.

– ¡Al Ritz! -exclamó Jilly-. No voy al Ritz a tomar el té desde que era jovencita.

– No creo que haya cambiado -dijo Carla, sonriendo-. No creo que hayan cambiado ni los camareros.

– ¿Siguen sirviendo el té en el Palm Court?

– Siguen sirviéndolo en el Palm Court. Podemos tomar champán, si os apetece.

– No, creo que no debemos -dijo Jilly.

– ¡Abuela! Yo creo que sí. Tenemos que celebrar muchas cosas. ¿Tú qué crees, Marc? Vendrás, ¿no?

Coqueteaba con él, pensó Jilly; qué tierno.

– No puedo, lo siento -dijo Marc, con pesar-. Tengo que volver y mirarme todo esto. En otra ocasión, Kate. En otra sesión. Seguro que habrá más.

– ¿Tú crees?

– Estoy seguro. La otra Kate pronto estará durmiendo en sus laureles, créeme.

– ¡Uau! -dijo Kate.

Tomaron té con champán, sentadas entre los excesos del Palm Court, con sus lámparas de cristal y las enormes palmeras, murales pintados y un pianista deliciosamente anticuado. Champán, un montón de emparedados diminutos, galletas de crema, pastelitos, merengues y relámpagos de chocolate, y una tetera de Earl Grey aromático.

Jilly intentaba rechazar una segunda copa cuando Carla sacó su bloc de notas.

– Más vale que te la tomes, Jilly, tengo muchas preguntas aburridas que haceros, como la edad de Kate, dónde ha ido a la escuela, qué le interesa y qué quiere hacer. Cualquier cosa que añada color al artículo, como decimos nosotros.

– Mi nombre completo es Kate Bianca Tarrant -le dijo Kate-. No olvides poner el Bianca en medio. Kate es muy aburrido.

– No te preocupes. Podemos invertirlos si quieres. Bianca Kate suena mejor que al revés.

– De acuerdo, vale.

– ¿Por qué Bianca? Es bastante raro. ¿Significaba algo especial para tu madre?

– Oh, no, nada. Creo que le gustaba y ya está -dijo Kate. De repente se había puesto en guardia-: Mi cumpleaños es el 15 de agosto.

– ¿Y cumplirás dieciséis?

– Sí. ¡Entonces podré hacer lo que me dé la gana! -Sonrió feliz.

– ¿Y eso qué es?

– No tengo ninguna duda. Ser modelo. Ahora que sé lo mucho que me gusta.

– Bien. ¿Qué otros intereses tienes? ¿Aficiones?

– No tengo muchas. La ropa. Salir -dijo Kate vagamente-. Mi hermana tiene una beca de música, y ella toca el piano y el violín y está en dos orquestas.

– Esa niña vale mucho -dijo Jilly encantada-. Estamos muy contentos con ella.

– ¿También es adoptada? -preguntó Carla.

Jilly la miró con frialdad.

– No sabía que lo supieras.

– Ah, sí, Kate me lo dijo ayer, ¿verdad, Kate?

– Sí, sí. Se lo dije. Juliet no es adoptada, no.

– Bien. Veo que os lleváis bien.

– Bastante -dijo Kate-. Aunque a veces me hace sentir como si yo fuera un desastre.

– No es verdad, cariño -dijo Jilly-. Sólo sois diferentes.

– No es de extrañar -dijo Carla-, si no es tu hermana de verdad. Kate, ¿sabes quién es tu madre de verdad? ¿Estás en contacto con ella?

– No -dijo Kate concisamente.

– ¿Te gustaría?

61
{"b":"115155","o":1}