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Capítulo 42

Se pasó tres días encerrada en casa esperando a que la llamara. No la llamó. No recordaba haberse sentido nunca tan sola. En otras circunstancias habría llamado a algún amigo, pero le daba la sensación de que no podía hacerlo.

No podía enfrentarse a ellos. No dejaba de pensar en la fiesta, hacía sólo unas semanas, en aquel excesivo despliegue de lujos de la nueva Jocasta y su nueva vida, y en que todos se reirían de ella, o al menos la compadecerían, y dirían que había sido tonta e inmadura, que todos sabían que no podía funcionar, y que había dejado a Nick por resentimiento. No podía soportarlo.

Más que nada temía que Nicle se enterara: Nick, que la había regañado, que le había dicho que madurara, que estaba claro que la despreciaba. ¿Qué pensaría de esa última demostración de su infantilismo, como él lo vería, al romper un matrimonio después de tres meses, quejándose de que Gideon se portaba terriblemente con ella y que no era justo? Por algún motivo, esa idea era la que más le molestaba.

Al fin llamó a Gideon y le dijo que sentía su parte en la discusión y le pidió que quedaran para hablar. Fue un martirio; tuvo que tomarse varias copas antes de reunir suficiente valor, pero lo hizo. Si algo podía demostrar que había madurado, pensó, era eso.

Gideon dijo que estaba en una reunión y que la llamaría más tarde.

– ¿Una reunión? Gideon, son las ocho de la tarde.

– Lo sé. Ya te he dicho que te llamaré.

Eso fue todo. Ni el más mínimo gesto en su dirección, ni siquiera había dicho «gracias». Se tomó dos copas de vino, diciéndose que el orgullo de Gideon estaba herido, y que a ella le tocaba ser tolerante. Pasó otra hora antes de que la llamara.

Aún tenía trabajo por delante, preferiría quedar mañana. ¿Le iría bien por la noche? Esperaba que estuviera libre. Jocasta respiró hondo y dijo que sí, que estaba libre.

– Bien -dijo-, podemos cenar. Te llamaré. -Y después añadió-: Gracias por llamar.

Colgó y Jocasta, sin saber si reír o llorar, tuvo una revelación. Lo vio todo claro, como siempre que estaba bebida; de repente supo qué había pasado con su matrimonio. Lo había hecho todo mal. Se esforzaba demasiado. Estaba convirtiéndose en alguien diferente, ya no era la persona de la que Gideon se había enamorado. Era tan evidente que se echó a reír.

La persona en la que estaba convirtiéndose no habría escalado el muro de Dungarven House para penetrar en su santuario, ni habría caído al suelo bailando en el congreso, ni le habría dicho cómo tratar a su hija. Lo único que tenía que hacer era volver a ser Jocasta y todo iría bien. Gideon se enamoraría de ella de nuevo. Era fácil.

Y la vida volvería a ser divertida. Llenaría la casa con sus amigos, que a Gideon le caían muy bien, se lo había dicho, y los infiltraría en aquellas aburridas cenas, y todos se reirían mucho, y se emborracharían. Incluso le diría que quería trabajar otra vez.

Se duchó, se puso su top más escueto, unos vaqueros unos zapatos de tacón alto y llamó a un taxi para ir a Kensington Palace Gardens.

– Ha sido horrible -le dijo a Clio, con la voz rota por las lágrimas al día siguiente, por teléfono-, un desastre. Estaba frío y distante y no quiso hablar conmigo, me dijo que estaba borracha y no quiso acostarse conmigo. Yo había ido haciendo un esfuerzo, para ahorrárselo a él, y me he portado tan bien, Clio, no tienes ni idea. He organizado sus horribles cenas, e incluso aceptado participar en un programa para mujeres…, ¿habías oído hablar de algo tan absurdo en este siglo?, no puedo creer que un hombre tan bueno y tan cariñoso sea en realidad un monstruo. Es un dinosaurio, Clio, quiere una esposa del siglo pasado.

Clio no dijo que había participado en varios programas para mujeres por Jeremy, ni dijo que si te casabas con un hombre casi veinte años mayor que tú, era fácil que te pareciera anticuado. Sabía que era inútil.

Intentó calmar y consolar a Jocasta, le dijo que iría a verla si quería. Jocasta se aferró a eso y le pidió que fuera a pasar la noche.

– Iré -dijo Clio-, pero sólo si me prometes que hablaremos con sensatez.

– Clio, lo he intentado con Gideon, ¡y mira de lo que me ha servido! Te aseguro que ha perdido el juicio. Pero te lo prometo.

Clio pasó la velada con ella, intentando no tomar partido y diciendo que Gideon estaba siendo poco razonable, pero que sin duda Jocasta se daba cuenta de que él también estaba haciendo esfuerzos importantes para adaptarse a ella.

– No lo intenta, Clio, ése es el problema. No intenta adaptarse a mí para nada.

– Yo creo que sí lo intenta -dijo Clio-, aunque tú no lo veas. Como él no ve tus esfuerzos. Estabas muy enamorada de él, Jocasta, y eso no puede haber desaparecido así, sin más.

– ¡No ha desaparecido! Le adoro igual que antes. Por eso volví anoche, y se portó de una forma… horrible.

Clio podía imaginar la escena con bastante claridad: Gideon cansado y exasperado, y Jocasta sobreexcitada y emocional, un poco fuera de sí por la bebida, esperando que él se sintiera conmovido y agradecido por su regreso. No debió de ser un escenario ideal para que las cosas se arreglaran.

– Está bien. Llamaré otra vez por la mañana. No, llamaré ahora, sólo son las diez. A ver qué pasa. Así sabrás que lo he intentado al menos. Verás a lo que me enfrento. -Se echó a llorar.

– Jocasta, no llames ahora. Has bebido mucho vino y volverá a pasar lo mismo.

– Piensas que soy una borracha, ¿verdad? -dijo Jocasta con una sonrisa débil.

– Por supuesto que no. Pero ahora mismo, en el estado en que estás, no vas a llegar a ninguna parte. Vamos a acostarnos.

Más tarde, cuando Jocasta dormía, agotada por la emoción, Clio salió y llamó a Fergus.

– Lo siento. Creía que podría llamarte antes. Es horrible, Fergus, creo que ese matrimonio se está yendo a pique. Simplemente no pegan, ése es el problema, sus vidas son incompatibles. Puede que se quieran, pero no es suficiente.

Fergus dijo que esperaba que sí lo fuera en su caso, y Clio dijo que ellos pegaban de maravilla, en comparación con Jocasta y Gideon, y que se verían al día siguiente.

Por la mañana Jocasta llamó a Gideon a los tres números: el de casa, el móvil y el despacho, diciendo que quería hablar.

Una hora después no le había contestado. Una hora más tarde, durante la cual se puso furiosa y se desesperó, le dejó otro mensaje, diciendo que si no la llamaba, no volvería a saber de ella nunca más. Entonces Gideon la llamó y dijo que cómo se atrevía a amenazarlo. Jocasta le colgó. Varias horas después, Gideon volvió a llamarla. ¿No creía que le debía una disculpa? Ella dijo que le había dado varias y que si él no era capaz de reconocerlo, no podía haber ningún futuro para los dos. Gideon dijo que, por su parte, sería un alivio y que Jocasta podía volver con Nick, ya que era evidente que era lo que quería.

– Sólo he sido una herramienta, por lo que he podido ver, para hacer que él volviera al redil. Pues no me hace gracia, Jocasta. No estoy dispuesto a aguantarlo. No vuelvas a llamarme, por favor.

Jocasta llamó a Clio, le dijo lo que había sucedido y que todo había terminado, que habían acabado.

– Te juro que lo he intentado, Clio, lo he intentado. Pero ya está. Final del capítulo. Gracias por todo y, por favor, no se lo digas a nadie pero… ya no hará falta que intentes ayudar más. Lo siento.

Clio no se lo tomó demasiado en serio. De hecho apenas podía creer lo absurdo que era todo eso. Dos adultos comportándose como dos niños mimados. ¡Rompiendo un matrimonio después de tres meses! Era ridículo. Ya se les pasaría, volverían a estar juntos.

Cuando se lo dijo a Fergus, él manifestó sus dudas.

– He visto a Gideon divorciarse dos veces. En cuanto decide que se la han jugado y se le ha metido eso en la cabeza, se acabó. Intentar hacerle cambiar de idea es como intentar mover el peñón de Gibraltar.

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