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– Es interesante que digas que escapó de él y no de la justicia.

– No quería decir nada con eso. Siempre estás…

– ¿Por qué ahora? ¿Quién sabe? Pero hubo ese reencuentro la noche anterior en el calabozo y antes hubo otra ocasión en octubre y podríamos ir remontándonos. Siempre que ese tipo acababa en la celda, Bosch estaba allí.

– Pero esa última noche Gunn estaba demasiado borracho para hablar.

– ¿Quién lo dice?

Ella asintió. Sólo tenían el testimonio de Bosch del encuentro en la celda de borrachos.

– Vale, muy bien, pero ¿por qué Gunn? O sea, no quiero hacer juicios cualitativos sobre los asesinos o sus víctimas, pero, vamos, el tipo acuchilló a una prostituta en un hotel de Hollywood. Todos sabemos que algunos cuentan más que otros y éste no puede haber contado demasiado. Si lees el expediente verás que ni siquiera la familia de la víctima se preocupó por ella.

– Entonces hay algo que se nos escapa, algo que no sabemos. Porque a Harry le importaba. Y de todos modos no creo que sea de los que piensan que un caso, una persona, es más importante que otra. Pero hay algo de Gunn que aún no sabemos. Tiene que haberlo. Hace seis años bastó para que Bosch empujara a su teniente y le hiciera romper la ventana. Se ganó una suspensión por eso. Bastó para que visitara a Gunn siempre que lo detenían y acababa en una celda. -McCaleb asintió para sí-. Tenemos que encontrar el detonante, lo que forzó la acción ahora y no hace un año, dos o cuando fuera.

Winston se levantó abruptamente.

– ¿Vas a parar de hablar en plural? Y sabes que hay algo que estás olvidando convenientemente. ¿Por qué iba este hombre, este policía veterano y detective de homicidios a matar a este tipo y dejar todas estas pistas que conducen hacia él? No tiene sentido, no con Harry Bosch. Es demasiado listo para eso.

– Sólo visto desde este lado. Estas cosas sólo parecen obvias ahora que las hemos descubierto. Y estás olvidando que el acto mismo de cometer un asesinato es prueba de pensamiento aberrante, de personalidad desestructurada. Si Harry Bosch se ha desviado del camino y ha caído en la cuneta (en el abismo) entonces hemos de suponer cualquier cosa en su pensamiento o en su forma de planear un asesinato. EJ hecho de que dejara estas pistas puede ser sintomático.

Ella hizo un gesto con la mano como para desestimar la explicación.

– Ya estamos con ese rollo de Quantico.

Winston cogió la reproducción de El jardín de las delicias y la estudió.

– Hablé de este caso con Harry Bosch hace dos semanas -dijo-. Tú hablaste con él ayer. No me pareció que se estuviera subiendo por las paredes o sacando espuma por la boca. Y fíjate en el juicio que está llevando. Está tranquilo, calmado y no pierde los papeles. ¿Sabes cómo lo llaman en la oficina los que lo conocen? El Hombre Marlboro.

– Sí, bueno, ha dejado de fumar. Y quizá el caso Stey ha sido el detonante. Demasiada presión. Tiene que salir por algún sitio.

McCaleb sabía que ella no lo estaba escuchando. Tenía la vista fija en algo del cuadro. Dejó caer la lámina y cogió la reproducción del detalle del hombre desnudo que abrazaba la lechuza oscura.

– Deja que te pregunte algo -dijo ella-. Si nuestro hombre mandó la lechuza directamente desde el almacén a nuestra víctima, entonces ¿cómo cono tiene este precioso trabajo de pintura?

McCaleb asintió.

– Buena pregunta. Debió de pintarla allí mismo, en el apartamento. Quizá mientras observaba a Gunn tratando de seguir vivo.

– No se encontró pintura así en el apartamento. Y miramos también en el basurero del edificio. No vi pintura.

– Se la llevó y se deshizo de ella en algún otro sitio.

– O a lo mejor piensa usarla en el siguiente.

Winston se detuvo y se quedó pensativa un buen rato. McCaleb aguardó.

– Entonces, ¿qué hacemos?

– Así que ahora es hacemos.

– Por ahora. He cambiado de opinión. No puedo llevar esto al capitán. Es demasiado peligroso. Si me equivoco ya puedo empezar a despedirme de todo.

McCaleb asintió.

– ¿Tu compañero y tú tenéis otros casos?

– Tenemos tres expedientes abiertos, incluido éste.

– Bueno, ponlo a él con uno de los otros mientras tú trabajas en éste. Conmigo. Trabajamos en Bosch hasta que tengamos algo sólido (en un sentido o en otro), entonces podrás hacerlo oficial.

– ¿Y qué hago, llamo a Harry Bosch y le digo que necesito hablar con él porque es sospechoso de asesinato?

– Empezaré yo. Será menos obvio si yo hago el primer intento. Deja que esté un rato con él y, quién sabe, quizá mi intuición actual esté equivocada. O quizá encuentre el detonante.

– Es más fácil decirlo que hacerlo. Si nos acercamos mucho, lo sabrá. No quiero que esto nos estalle en la cara, en particular en la mía.

– Ahí es donde yo puedo tener ventaja.

– Sí, ¿cómo es eso?

– Yo no soy poli. Podré acercarme más a él. Tengo que ir a su casa, ver cómo vive. Mientras tanto tú…

– Un momento. ¿No estarás hablando de irrumpir en su casa? Yo no voy a participar en eso.

– No, nada ilegal.

– Entonces ¿cómo piensas entrar?

– Llamaré a la puerta.

– Buena suerte. ¿Qué piensas decirle? Mientras tanto, ¿qué hago yo?

– Tú trabajas la línea externa, lo habitual. Investigas el giro postal para comprar la lechuza. Averiguas algo más sobre Gunn y el asesinato de hace seis años. Investigas el incidente entre Harry y su antiguo teniente, e investigas qué pasó con el teniente. Harry me dijo que el tipo salió una noche y acabó muerto en un túnel.

– Maldición. Lo recuerdo. ¿Tuvo que ver con Gunn?

– No lo sé. Pero Bosch hizo una especie de referencia elíptica ayer.

– Obtendré información sobre eso y haré preguntas sobre lo demás, pero Bosch puede llegar a enterarse de cualquiera de esos movimientos.

McCaleb asintió. Pensó que era un riesgo que había que asumir.

– ¿Sabes de alguien que lo conozca? -dijo.

Ella negó con la cabeza, enfadada.

– ¿No te acuerdas? Los polis son gente paranoica. En cuanto haga una pregunta sobre Harry Bosch todo el mundo va a saber qué estamos haciendo.

– No necesariamente. Usa el caso Storey. Está en boca de todos. Puede que hayas visto al tipo por la tele y que no tenga buen aspecto. «¿Está bien? ¿Qué le está pasando?» Algo así. Haz ver que estás cotilleando.

Winston no pareció calmarse. Se acercó a la puerta corredera y miró hacia el puerto. Apoyó la frente en el cristal.

– Conozco a su antigua compañera -dijo-. Hay un grupo informal de mujeres que se reúne una vez al mes. Todas trabajamos en homicidios en los distintos departamentos locales. Somos una docena. La antigua compañera de Harry, Kiz Rider, acaba de pasar de Hollywood a Robos y Homicidios. El estréllate. Pero creo que estaban muy próximos. Harry era una especie de mentor para Kiz, Puede que logre hablar con ella si uso un poco de delicadeza.

McCaleb asintió y se le ocurrió algo.

– Harry me dijo que estaba divorciado. No sé cuánto tiempo hace, pero puedes preguntarle a Rider como si, ya sabes, como si estuvieras interesada en cómo es, ese tipo de cosas. Si haces preguntas así puede que ella te ponga al tanto de la verdad.

Winston apartó la mirada de la corredera y fijó la vista en McCaleb.

– Sí, eso nos hará buenas amigas cuando descubra que era todo mentira y que estaba tendiendo una trampa a su ex compañero, a su mentor.

– Si es una buena policía lo entenderá. Tienes que exonerarlo o culparlo y en cualquier caso quieres hacerlo de la forma más discreta posible.

Winston volvió a mirar por la puerta.

– Voy a necesitar la posibilidad de negarlo.

– ¿Qué?

– Quiero decir que si hacemos esto y tú vas allí y todo se va a la mierda, necesito poder salir airosa.

McCaleb asintió. Lamentaba que ella lo hubiera dicho, pero entendía su necesidad de protegerse.

– Te lo estoy diciendo de frente, Terry. Si todo se va al carajo va a parecer que tú te has excedido, que yo te pedí que echaras un vistazo al expediente y tú seguiste por libre. Lo siento, pero tengo que protegerme.

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