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Anotó estas reflexiones en el cuaderno y continuó con el informe de la autopsia. Localizó lo hallado en el examen del ano y el pene. Las muestras recogidas revelaron que no se había registrado actividad sexual en el tiempo anterior a la muerte. McCaleb anotó: «Sin sexo» en la libreta. Debajo escribió la palabra «Rabia» y la rodeó con un círculo.

McCaleb se dio cuenta de que muchas, si no todas, las sospechas y conclusiones a las que estaba llegando probablemente ya habrían sido alcanzadas antes por Jaye Winston. De todos modos, él seguía su rutina en el análisis de las escenas del crimen. En primer lugar, realizaba sus propios juicios, sólo después miraba cómo se correspondían con las conclusiones de los primeros detectives.

Del informe de la autopsia pasó a los de análisis de indicios. Para empezar leyó la lista y notó que la lechuza de plástico que había visto en la cinta no había sido requisada y etiquetada. Estaba seguro de que tendría que haberse hecho y tomó nota de ello. El informe tampoco mencionaba ninguna recuperación de armas. AI parecer el asesino se había llevado consigo el objeto con el que había herido a Gunn en el cuero cabelludo. McCaleb también tomó nota de esto, porque era otro elemento que contribuía a la definición del perfil del asesino como alguien organizado, concienzudo y cauto.

El informe sobre el análisis de la cinta utilizada para amordazar a la víctima estaba doblado en otro sobre que McCaleb encontró en uno de los bolsillos del archivador. Junto con el informe y una adenda había varias fotografías que mostraban la extensión total de la cinta después de que ésta fuera cortada y despegada de la cabeza y la cara del cadáver. El primer conjunto de fotos documentaba el derecho y el envés de la cinta tal y como se encontró, con una significativa cantidad de sangre coagulada oscureciendo el mensaje escrito en ella. El siguiente conjunto de fotos mostraba ambos lados de la cinta después de que la sangre hubiera sido limpiada con una solución de agua jabonosa. McCaleb se quedó un buen rato mirando el mensaje, a pesar de que sabía que nunca lograría descifrarlo por sí mismo.

Cave Cave Dus Videt

Al final dejó las fotos a un lado y cogió los informes que las acompañaban. La cinta no contenía huellas dactilares, pero se había recogido una buena cantidad de fibras de la parte adhesiva. El pelo pertenecía a la víctima. Las fibras se habían guardado a la espera de análisis posteriores. McCaleb sabía que esto significaba que había una limitación de tiempo y presupuesto. Las fibras no se analizarían hasta que la investigación llegara a un punto en el que se dispusiera de fibras de las posesiones del sospechoso para analizar y comparar. De otro modo, el análisis, costoso en tiempo y dinero, no serviría de nada. McCaleb ya había visto establecer prioridades de este tipo en la investigación con anterioridad. Era rutinario en las agencias del orden locales no dar pasos que supusieran gastos hasta que fuera necesario. Aun así, le sorprendía que no se hubiera juzgado necesario en ese caso. Concluyó que los antecedentes de Gunn como sospechoso de asesinato lo ponían en una categoría inferior de víctima, una por quien el paso extra no se da. Quizá, pensó McCaleb, por ese mismo motivo Jaye Winston había acudido a él. Ella no había mencionado la posibilidad de pagarle por su tiempo; aunque él tampoco podía aceptar una remuneración monetaria.

Continuó con la adenda al informe que había archivado Winston. La detective había llevado una fotografía de la cinta y el mensaje a un profesor de lingüística de la UCLA, quien había identificado las palabras como latín.

Él la remitió a un sacerdote católico retirado que vivía en la rectoría de St. Catherine, en Hollywood, y que había dado clases de latín en la escuela parroquial durante dos décadas, hasta que la asignatura fue eliminada del plan de estudios a principios de los setenta. El sacerdote tradujo con facilidad el mensaje para Winston.

Cuando McCaleb leyó la traducción sintió que el cosquilleo de la adrenalina le subía por la espalda hasta el cuello. Su piel se tensó y experimentó una sensación próxima al mareo.

Cave Cave Dus Videt Cave Cave D(omin)us Videt Cuidado, cuidado, Dios te ve

– Mierda sagrada -dijo McCaleb para sí.

No lo dijo a modo de exclamación. Se trataba más bien de una frase que él y sus compañeros profilers del FBI habían usado para referirse a los casos en que las insinuaciones religiosas formaban parte de las pruebas. Cuando se descubría que Dios formaba parte del probable móvil de un crimen, éste se convertía en un caso de «mierda sagrada» cuando se hablaba de él en la charla informal. También cambiaba significativamente las cosas, porque el trabajo de Dios nunca se completaba. Cuando había un asesino suelto usando el nombre de Dios como parte del sello del crimen, normalmente significaba que se producirían más crímenes. En las oficinas del FBI dedicadas a trazar perfiles psicológicos se decía que quienes asesinaban en nombre de Dios nunca se detenían por voluntad propia. Había que detenerlos. McCaleb entendió la aprehensión de Jaye Winston a que el caso amontonara polvo. Si Edward Gunn era la primera víctima conocida, entonces probablemente había alguien más en el punto de mira del asesino en ese mismo momento.

McCaleb anotó la traducción del mensaje del asesino y alguna otra idea. Anotó «Adquisición de la víctima» y lo subrayó dos veces.

Volvió a mirar el informe de Winston y se dio cuenta de que en la parte inferior de la página que contenía la traducción había un párrafo marcado con un asterisco:

* El padre Ryan afirma que la palabra «Dus» que se leía en la cinta era una abreviatura de «Deus» o «Dominus» que se hallaba sobre todo en Biblias medievales, así como en grabados de las iglesias y otras obras de arte.

McCaleb se reclinó en su silla y tomó un trago de agua de la botella. Este párrafo final le pareció lo más interesante de todo el paquete. La información que contenía podía proporcionar un medio para restringir los sospechosos a un pequeño grupo y encontrar al asesino. Al principio el pozo de potenciales sospechosos era enorme: esencialmente incluía a cualquiera que tuviera acceso a Edward Gunn en Nochevieja. En cambio, la información aportada por el padre Ryan lo reducía significativamente a aquellos con conocimiento de latín medieval o alguien que hubiera leído la palabra «Dus» y posiblemente todo el mensaje en algún sitio.

Quizá en una iglesia.

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McCaleb estaba demasiado excitado por lo que había leído y visto para plantearse la posibilidad de dormir. Eran las cuatro y media y sabía que pasaría el resto de la noche despierto y en el despacho. Probablemente era demasiado temprano para que hubiera alguien en la Unidad de Ciencias del Comportamiento del FBI en Quantico, Virginia, pero decidió llamar de todos modos. Subió al salón, sacó el móvil del cargador y marcó el número de memoria. Cuando la operadora general contestó pidió que le pasaran con el despacho de la agente especial Brasilia Doran. Había muchas personas por las que podía haber preguntado, pero se había decidido por Doran porque había trabajado con ella -y con frecuencia desde la distancia- cuando pertenecía al FBI. Además Doran estaba especializada en la identificación de símbolos e iconos.

Le saltó el contestador con el mensaje grabado de Doran y McCaleb tuvo que decidir rápidamente si dejar un mensaje o limitarse a volver a llamar. Inicialmente, pensó que sería preferible colgar y tratar de pillar a Doran más tarde, porque una llamada personal es mucho más difícil de eludir que un mensaje grabado. Sin embargo, pronto decidió confiar en su anterior camaradería, aunque llevaba casi cinco años fuera del cuerpo.

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