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– Escucha, por hoy se han cancelado las clases. Estoy llamando a todas las familias ahora.

John bajó el tenedor y silbó una nota más alta.

– Hay una… complicación en el recinto. Pero deberíamos volver mañana o la siguiente noche. Veremos cómo van las cosas. A la luz de esto, hemos cambiado tu cita con Havers. Butch va a ir a buscarte ahora mismo, ¿okay?

John silbó dos veces, en soplos cortos y pequeños.

– Bueno… él es humano, pero es guay. Confío en él. -El timbre de la puerta sonó-. Ese es él probablemente… Sí, es Butch. Puedo verle en el video monitor. Escucha, John… sobre el tema del terapeuta. Si eso te asusta, no tienes que volver, ¿okay? Yo no voy a dejar que nada lo haga.

John silbó en el teléfono y pensó. Gracias.

Tohr se rió suavemente.

– Si, a mí tampoco me va mucho esa mierda emotiva… ¡Ouch! Wellsie, ¿qué demonios pasa?

Hubo una rápida conversación en el Lenguaje Antiguo.

– De cualquier forma -dijo Tohr al teléfono-. Mándame un mensaje de texto cuando acabes, ¿okay?

John silbó dos veces, colgó, y puso el plato y el tenedor en el fregadero.

Terapia… entrenamiento… Ninguna de las dos era algo por lo que esperar, pero todas estas cosas eran lo mismo, iba a tomar cualquier ventaja sobre Lash cualquier día. Demonios, por lo menos la cita con el médico no duraría más de 60 minutos. Lash había tenido que tratar con él durante horas.

En la salida cogió su chaqueta y el bloc de notas. Cuando abrió la puerta el gran humano estaba de pie delante de él mirando hacia abajo y sonriéndole.

– Hola, tio. Soy Butch. Butch O'Neal. Tu taxi.

Guau. Este Butch O'Neal era… bueno, el tipo estaba vestido como un modelo de GQ, para empezar. Debajo de un abrigo negro de cachemir llevaba un original traje de rayas, una corbata roja impresionante, una camisa blanca brillante. El pelo negro le caía sobre la frente en un estilo casual, como peinado con los dedos de manera totalmente fascinante.

Y los zapatos… guau. Gucci, realmente Gucci… piel negra, con una cenefa roja y verde, y un brillante adorno dorado.

Lo curioso era que no era guapo, no del tipo Don Perfecto, al menos. El tipo tenía una nariz que había sido claramente rota dos o tres veces, y los ojos color avellana eran demasiado sagaces y agotados para ser considerados atractivos. Pero era como un arma cargada: tenía una inteligencia aguda y le rodeaba un poder peligroso que respetabas. Porque la combinación era de un rotundo asesino, literalmente.

– ¿John? ¿Estamos bien?

John silbó y sacó la mano. Ellos se saludaron y Butch sonrió de nuevo.

– Así que ¿estás listo para ir? -preguntó el hombre un poco más gentilmente. Como se le había dicho, John tenía que volver a ver a Havers para “hablar con alguien”.

Dios… ¿Tenía que saberlo todo el mundo?

Mientras John cerraba la puerta, se imaginó que los tipos de la clase de entrenamiento se enteraban y quiso vomitar.

Él y Butch caminaron hacia el Escalade negro con ventanas tintadas y algo realmente cromado (tipo de pintura para coches) en las ruedas. En el interior, el coche estaba cálido y olía a cuero y a la impresionante colonia que Butch llevaba.

Arrancaron y Butch encendió el estéreo, Mystikal sonó a través del coche. Mientras John miraba por las ventanillas, las nubes de tormenta y la luz melocotón que estaba manando del cielo, deseó realmente que estuvieran yendo a cualquier otro sitio. Bueno, excepto a clase.

– Así que John -dijo Butch-, no voy a fingir. Se por qué estás yendo a la clínica, y quiero decirte que yo tuve que ir al psiquiatra también.

Cuando John lo miró con sorpresa, el hombre asintió.

– Si, cuando yo estaba en la policía. Fui detective de homicidios durante 10 años, y en homicidios ves algunas preciosas cosas que te horrorizan. Siempre había algún tipo profundamente sincero, con gafas de abuela y un diván, incordiándome para que hablara. Lo odiaba.

John respiró hondo, curiosamente tranquilizado porque al tipo no le había gustado mucho más la experiencia de lo que le estaba gustando a él.

– Pero lo divertido fue… -Butch hizo el stop y puso las intermitentes. Un segundo después se lanzaron al tráfico-. Lo divertido fue… que creo que me ayudó. No cuando yo estaba sentado enfrente del Dr. Earnest, comparte-tus-sentimientos súper héroe. Francamente, quería salir corriendo todo el tiempo, me hormigueaba la piel mucho. Fue sólo… después, he pensado en las cosas que hablamos. Y, ¿sabes?, tuvo algunos puntos válidos. Me refrescó sacar cosas fuera, incluso aunque yo creyera que estaba bien. Así que fue del todo bueno.

John inclinó la cabeza hacia un lado.

– ¿Qué vi? -murmuró Butch. El hombre permaneció en silencio durante un largo rato. No fue hasta que giraron hacia otro vecindario muy lujoso que contestó-. Nada especial, hijo. Nada especial.

Butch giró hacia una entrada, se paró en un par de puertas y bajó la ventanilla. Después de que él pulsara el intercomunicador y dijera su nombre, se les permitió pasar.

Cuando aparcó el Escalade detrás de una mansión estucada del tamaño de un instituto, John abrió su puerta. Cuando encontró a Butch al otro lado del todoterreno, se dio cuenta de que había sacado una pistola: Tenía la cosa en la mano y la sostenía contra el muslo, casi no se notaba.

John había visto éste truco antes. Phury se había armado de forma parecida cuando fueron los dos a la clínica hacía un par de noches. ¿No estaban los Hermanos seguros ahí?

John miró alrededor. Todo parecía realmente normal, para una propiedad de lujo.

Quizás los Hermanos no estaban seguros en ningún lugar.

Butch tomó a John del brazo y caminó rápidamente hacia la puerta de hierro macizo, escudriñando todo el tiempo los diez coches aparcados detrás de la casa, los robles de la periferia, los otros dos coches aparcados en lo que parecía la entrada de la cocina. John corrió para mantenerse a su ritmo.

Cuando llegaron a la puerta de atrás Butch le mostró la cara a una cámara, y los paneles de hierro enfrente de ellos hicieron pequeño chasquido y se deslizaron hacia atrás. Cuando entraron en un vestíbulo, las puertas se cerraron tras ellos, y un montacargas se abrió. Lo cogieron para bajar un nivel y salieron.

Enfrente de ellos estaba una enfermera que John reconoció de antes. Cuando ella sonrió y les dio la enhorabuena, Butch guardó la pistola en la funda bajo su brazo izquierdo.

La enfermera señaló con una mano hacia el pasillo.

– Petrilla está esperando.

Apretando su cuaderno, John respiró hondo y siguió a la mujer, sintiéndose como si fuera hacia la horca.

Z se detuvo enfrente de la puerta de la habitación. Iba simplemente a comprobar cómo estaba Bella y después iba a ir en línea recta hacia la habitación de Phury y conseguir sentirse bien y drogado. Odiaba cualquier tipo de bienestar producido por las drogas, pero todo era mejor que ésta vehemente urgencia de tener sexo.

Abrió de golpe la puerta y se apoyó en el marco. El aroma del cuarto era como un jardín en plena flor, la cosa más adorable que alguna vez le había entrado por la nariz.

El frente de sus pantalones saltó, la cosa clamaba por salir.

– ¿Bella? -dijo a la oscuridad.

Cuando oyó un gemido, entró, cerrando la puerta tras él.

Oh, Dios. El perfume de ella… Comenzó un profundo gruñido desde el fondo de su garganta, y dobló los dedos como garras. Los pies lo llevaron, caminando hacia la cama, sus instintos dejaban su mente atrás.

Bella estaba retorciéndose encima de las mantas, enredada en las sábanas. Cuando lo vio gritó, pero entonces se sentó, como si deseara calmarse.

– Estoy bien. -Rodó sobre su estómago, juntando los muslos mientras tiraba del edredón sobre su cuerpo-. Estoy… realmente… Va a ser…

Otra oleada salió de ella, tan fuerte que lo impulsó hacia atrás mientras ella se plegaba como una pelota.

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