– Lo sé, lo sé.
– Lo sabes, pero seguirás vendiéndolos de todos modos, ¿no es cierto? ¿Vas a continuar infringiendo la ley con todo conocimiento de causa?
– ¡Pero es sólo sésamo que he plantado en mi jardín!
– ¿Cómo podemos saber si es de tu jardín o si lo has robado del equipo de producción?
– Si no me crees, pregúntalo.
– ¿A quién?
– ¡Pregunta en el pueblo, todos lo saben, el jefe del equipo también está al corriente!
– ¡Ya que está al corriente, ve a pedirle un atestado!
– Por favor, camarada, un poco de compasión. No lo volveré a hacer, ¿está bien así?
– ¡Las leyes que fija el Estado están para cumplirlas!
El viejo permanecía encogido; no parecía tener la intención de marcharse. El, después de fumarse un cigarrillo, al ver que aquel asunto se eternizaba, se levantó y dijo que ya volvería otro día. Pero Zhang lo retuvo amablemente:
– ¿Qué quieres?
– Quería saber qué le ha pasado a mi alumna Sun Huirong.
– El informe de ese asunto está aquí, llévatelo si quieres. De todos modos, ya sabes que como profesor no puedes inmiscuirte en estos asuntos. Ella es de la región, pero todavía hay más accidentes con las jóvenes instruidas que vienen de fuera. Si la interesada y su familia no ponen ninguna denuncia, si no hay muertos, no podemos hacer nada más.
Zhang abrió el armario que contenía los documentos oficiales, sacó una carpeta y se la tendió:
– Te la puedes llevar; para nosotros este asunto ya está zanjado.
Estudió con detenimiento cada página, ahí figuraban los interrogatorios a los dos protagonistas del asunto, Sun Huirong y el jorobado. Este firmó con la huella del dedo y Sun escribió su nombre y añadió su huella. También estaba el proceso verbal de una conversación con la mujer del jorobado, así como una carta de la muchacha dirigida al denunciado, escrita en una página de cuaderno, y un sobre que tenía el franqueo postal dirigido, por medio de la comuna popular, al camarada Fulano, el verdadero nombre del jorobado, secretario de la brigada de producción de la aldea Zhao. La carta empezaba con un «Querido hermano»; el jorobado tenía más de cincuenta años mientras que la joven todavía no era adulta. Sólo había dos líneas escritas que decían más o menos: «Pienso mucho en ti, querido hermano, aunque no podamos vernos. Entiendo lo que dices sobre el asunto y no me arrepentiré». Ella se había equivocado en la grafía del carácter «arrepentir», y había firmado claramente «Sun Huirong». Además, la fecha del sobre era posterior a cuando se suponía que había ocurrido todo aquel asunto.
El proceso verbal del interrogatorio de la mujer del jorobado decía lo siguiente: «Esta zorra sedujo a mi marido, era una sinvergüenza, y, además, tenía la cara dura de escribirle. Lo que buscaba esa puta era el que la contratara». Fue ella la que descubrió la carta; se puso hecha una fiera y la presentó a la comuna. El asunto todavía se enturbió más a causa del médico Wang del dispensario de la comuna. Él declaraba que la madre de la joven fue a verlo y le suplicó que fuera a su casa para ayudarla a practicar un aborto, ya que su hija no podía ir al dispensario por temor a que los vecinos se dieran cuenta de lo que ocurría y luego no pudiera encontrar nunca más un marido. El médico le respondió que él no hacía esas intervenciones ilegales y que si practicaba un aborto sin seguir las normas habituales podía perder su puesto de trabajo. Además, si alguien lo veía en su casa podría incluso decir que era él quien había tenido una aventura con la muchacha. Fue bastante estricto, ¡no se pueden cometer actos ilegales!
En el informe de investigación no se explicaba cómo se aireó el asunto. Las declaraciones del jorobado eran sencillas: ¿Una violación? ¡Qué tontería! ¡Jamás habría cometido un acto tan insensato! No sólo por respeto a su mujer y sus hijos, sino por su función de secretario. ¡No podía dañar la imagen de la bandera roja de su brigada, debía mostrarse digno de la formación que le habían dado los dirigentes de todos los niveles! La chica era una viciosa. Quizá fuera joven, pero ya sabía lo que se hacía. Él se dio cuenta de que se estaba lavando en su casa. El cerrojo de la puerta estaba en el interior, una puerta tan fuerte, si ella no la hubiera abierto, ¿cómo habría podido entrar? Si no consintió, ¿por qué no pidió socorro? ¿Cuántas veces en total? ¡Habría que preguntarle a ella, lo hacían en su cama! No era en un descampado, ¿cómo habría conseguido quitar desde fuera una barra tan gruesa para sostener la puerta? Si la violó, ¿por qué no hizo la denuncia hasta que se quedó embarazada? Ella consiguió que la contrataran, eso no podía reprochárselo, ¿qué joven no querría que la contrataran para no tener que trabajar más en los campos? Si había plazas, se las daría a quien las deseara, no iba contra la ley, era igual para todos; la brigada se encargaba sólo de hacer una recomendación, y la ratificación la daba la comuna, él no habría podido decidirlo solo.
La declaración de Sun Huirong era larga, le hicieron preguntas muy precisas, desde el jabón barato que utilizaba para lavarse hasta el modo en que se entregó, mojada de los pies a la cabeza; desde el barreño donde se lavaba hasta la cama que había tras el montón de paja de arroz. Le hicieron dar todo lujo de detalles, como si quisieran violarla otra vez. La conclusión del informe fue: confusa por sus pensamientos burgueses. A la joven instruida no la satisfacían las tareas agrícolas, era necesario enviarla a otra comuna popular para reforzar su reeducación ideológica. Para el jorobado el veredicto era: su modo de vida estaba gravemente corrupto, su influencia social extremadamente nefasta. Le infligían una grave sanción en el seno del Partido, pero de momento mantenía su cargo para examinar su actitud futura.
Después de dudar durante varios días, acabó hablando con Lu y le rogó que interviniera en favor de Sun Huirong.
– Su madre ya vino a verme -dijo él-, ha abortado en el hospital del distrito. Su madre la ha acompañado, ahora el asunto está zanjado, no te preocupes.
– El problema es que ella todavía no era mayor… -empezó a explicar.
– ¡No te metas en esta historia! -le interrumpió Lu, con un tono muy severo-. Las relaciones entre las personas del campo se basan en los lazos de parentesco y son muy complejos. Tú eres de fuera, ¿quieres continuar aquí?
No supo qué responder, antes de entender que él mismo sólo vivía gracias a la protección de Lu.
– Ya me he ocupado de todo, la he enviado a otra comuna, y cuando las cosas se calmen, dentro de unos meses o de un año, le daremos otra nueva oportunidad de trabajar. Su madre está de acuerdo.
¿Qué podía decir? Todo es transacción. De generación en generación, las personas se metían hasta el fondo en ese lodo, ¿qué se podía hacer? De todos modos, lo habían admitido para esperar tranquilamente, aunque había comprendido que seguiría siendo un extraño durante toda su vida.