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Kimberly estaba muy a favor de la idea de los sueños, a pesar de que solo llevaban treinta y seis horas trabajando en el caso. ¿Cómo debía de sentirse Mac después de aquellos cinco años brutales? Habían muerto dos chicas. Y dos más habían desaparecido. El reloj hacía tictac…

– Ya conoces el tipo de terreno que elige ese hombre -dijo finalmente Mac.

Nora Ray dejó la bolsa junto a ella y señaló sus botas de excursionismo.

– He venido preparada.

– Es peligroso.

Ella sonrió.

– No es necesario que me lo diga.

– Hace tres años tuviste mucha suerte.

– Lo sé. Y desde entonces he practicado mucho. He leído libros de supervivencia, he estudiado la naturaleza y me he puesto en forma. Le sorprendería lo mucho que sé ahora. Puede que mis conocimientos les resulten de ayuda.

– Esta no es tu batalla.

– Esta es mi única batalla. Mi hermana nunca regresó a casa, agente especial McCormack. Mi familia está destrozada. He pasado tres años encerrada en una casa sin vida, esperando a que llegara el día en que, por arte de magia, dejara de tener miedo. ¿Y sabe qué he aprendido? Que eso nunca ocurrirá si no pongo yo algo de mi parte. Por eso estoy aquí.

– Espero que no estés buscando venganza. Si le encontramos e intentas ponerle una mano encima…

– Soy una chica de veintiún años que viaja con una bolsa que ha sido registrada por los controles de seguridad del aeropuerto. ¿Qué cree que voy a hacer?

Mac parecía muy incómodo. Miró a Kimberly, que se encogió de hombros.

– Ya veo que atraes a cierto tipo de mujeres -le dijo ella, en broma.

– Voy a cambiar de colonia -replicó, muy serio.

– ¿Y hasta entonces?

Suspiró y contempló la terminal.

– De acuerdo -dijo entonces-. ¿Por qué no? Estoy en este caso de forma ilegal. Y Kimberly también. ¿Por qué no aceptar a otro miembro que no pueda ser sancionado? Os aseguro que esta es la investigación más extraña que he realizado en mi vida. -Entonces miró a Nora Ray-. ¿Sabes algo sobre arroz?

– No.

– ¿Y sobre polen?

– Que te hace estornudar.

Mac movió la cabeza hacia los lados.

– Coge la bolsa. Tenemos un largo camino por delante y se está haciendo tarde.

Nora Ray echó a andar junto a Kimberly, y ambas intentaron seguir las largas y airadas zancadas de Mac.

– ¿Te sientes mejor? -preguntó por fin Kimberly a la joven.

– No -respondió ella-. Sobre todo, siento miedo.


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