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– También es posible que el asesino se esté enzarzando en un juego más peligroso, tal y como afirma el agente especial McCormack.

– Cierto. Sin embargo, la nueva ubicación me preocupa. Solo he echado un vistazo al perfil de Georgia, pero una de sus hipótesis principales es que el asesino es un hombre local. Su conocimiento de ciertas áreas es demasiado preciso para que pueda tratarse de un forastero. De hecho, la naturaleza de su juego es la de alguien que vive y ama esos parajes. No parece el tipo de persona que decida trasladarse a otro estado.

– Quizá pensó que la policía se estaba acercando demasiado.

– Es posible. Pero para que su juego funcione en Virginia, tiene que haber hecho los deberes.

– ¿Y qué me dices de las llamadas? -preguntó Rainie-. A mi no me parece una simple coincidencia que, justo antes de que apareciera un nuevo cadáver, McCormack empezara a recibir llamadas anónimas en las que le decían que el Ecoasesino iba a atacar en Virginia. En mi opinión, su informante sabía algo.

– Esas llamadas anónimas aportan un gran interés al caso -convino Quincy. Suspiró de nuevo y se frotó las sienes-. Al parecer, al final del día tenemos seis razones para pensar que los casos no están relacionados y media docena más por las que pensar que sí lo están. Ahora tenemos que buscar el modo de lograr un desempate. -Posó sus ojos en ella-. ¿Sabes qué? Debemos averiguar la identidad de la víctima. En estos momentos tenemos un cadáver que podría o no estar relacionado con el caso de Georgia. Si tuviéramos pruebas concluyentes de que han sido secuestradas dos muchachas…

– Sería evidente que se trata del Ecoasesino -concluyó Rainie.

– Y yo prestaría mayor atención al caso de Georgia.

– ¿Kaplan ha comprobado los registros de personas desaparecidas?

– Uno de sus hombres está examinando los registros, pero en las últimas veinticuatro horas no se ha abierto ninguno nuevo. Al menos, ninguno relacionado con una chica joven.

– Qué triste -murmuró Rainie-. Que te secuestren y te asesinen y nadie sepa aún que has muerto.

– La mayoría de las universidades cierran durante el fin de semana -replicó Quincy, encogiéndose de hombros-. Si nuestra víctima era universitaria, el hecho de que siguiera un horario de clases irregular hará que sus compañeros tarden más en darse cuenta de que ha desaparecido.

– Puede que esa sea la razón por la que se llevó su carné de identidad -comentó Rainie momentos después-. Si no sabemos quién es, no podemos saber con certeza si ella o alguna de sus compañeras han desaparecido. De este modo, el Ecoasesino ha conseguido ganar un poco de tiempo.

Quincy le dedicó una mirada especulativa.

– ¿Y no crees que eso funciona también a la inversa?

– O es el Ecoasesino y no quiere que lo sepamos todavía… -dijo ella, lentamente.

– O alguien ha hecho bien sus deberes -concluyó Quincy en voz baja-. Alguien ha cometido un asesinato y ahora está intentando ocultar sus huellas enviándonos a una búsqueda inútil.

– ¿Por dónde quieres empezar? -preguntó ella.

– Por donde empezamos siempre. Cerca de casa. Aquí mismo. -La envolvió entre sus brazos y la abrazó con fuerza-. Vamos, Rainie -le murmuró al oído-. Dime la verdad. ¿No has tenido siempre deseos de derrotar a la Academia del FBI?

– No imaginas cuántos.

– Lo estoy intentado -susurró él, momentos después.

– Lo sé. -Rainie cerró los ojos en un intento de contener las lágrimas.


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