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– En estos momentos se encuentran en Oregón. Han decidido no hacer nada de nada, más que pasear por la playa y jugar al golf hasta que me gradúe dentro de cinco semanas. Sin embargo, no creo que mi padre aguante más de dos días antes de ponerse a trabajar en cualquier caso de homicidio local que pueda encontrar. La policía de Oregón no sabe lo que se le viene encima.

– ¿Encontrarán un cadáver y tendrán que moverse de un lado a otro? -se burló Mac.

– Algo así.

– ¿Y tú? -Su dedo trazó una suave y lenta línea por su mejilla y, después, le rodeó la cintura con las manos-. ¿Qué vas a hacer dentro de cinco semanas?

– Soy una nueva agente -respondió ella. Había alzado las manos y las había apoyado en la curva que trazaban los brazos de Mac-. De modo que no puedo decidir demasiado al respecto. Tendré que ir al lugar asignado.

– ¿Pero os permiten indicar vuestras preferencias?

– Sí. Yo dije que Atlanta estaría bien. Por ninguna razón, por supuesto.

– ¿Por ninguna razón? -Los pulgares de Mac revolotearon sobre sus pechos mientras le acariciaba los costados.

– Bueno, quizá tengo una razón pequeñita.

– ¿Cuándo lo sabrás?

– Ayer.

– ¿Qué quieres decir…?

Kimberly sonrió, pero al instante agachó la cabeza, sintiéndose un poco ridícula.

– He tenido suerte. Atlanta posee una enorme oficina de campo y necesitan una gran cantidad de agentes. Supongo que tendré que aprender a hablar arrastrando las palabras y beber montones de Coca-Cola.

– Quiero que conozcas a mi familia -replicó Mac. Ahora la abrazaba con fuerza. Kimberly no había estado segura de cómo iba a reaccionar ante aquella noticia. Últimamente, ambos habían estado muy ocupados y nunca se sabía…

Pero Mac sonreía y sus ojos azules bailaban. Ladeó la cabeza y la besó por segunda vez.

– ¡Será divertido!

– Llevaré el cuchillo conmigo -le advirtió Kimberly.

– Mi hermana estará encantada.

– No intento precipitar las cosas. Sé que ambos estaremos muy ocupados…

– Calla y bésame otra vez.

– Mac…

– Eres preciosa, Kimberly. Y te quiero.

Ella ya no sabía qué decir, así que le cogió de la mano y susurró esas mismas palabras, antes de unir una vez más sus labios.

Después pasearon juntos por el bosque. El viento suspiraba entre los árboles y el sol brillaba suavemente sobre sus cabezas.


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