Mientras entraba en la cocina otra vez, imaginó el cuarto después de que ella había sido secuestrada, toda la sangre, los trozos de cristal, las sillas rotas y la porcelana. Sus ojos bajaron hasta una raya negra de caucho sobre el suelo de pino. Podía adivinar como había sido hecha. Bella luchando contra el lesser, siendo arrastrada, la suela de su zapato chirriando mientras dejaba un rastro
La cólera avanzó lentamente a través de su pecho a cuatro patas hasta que estuvo jadeando por el feo, familiar sentimiento. Excepto Cristo…, todo eso no tenía sentido: él buscándola y obsesionándose con su mierda y andando alrededor de su casa. Ellos no habían sido amigos. Infiernos, ni siquiera habían sido conocidos. Y él no había sido agradable con ella en las dos ocasiones en que se habían encontrado.
Amigo, lamentaba eso. Durante aquellos pocos momentos en que estuvo con ella, deseaba que hubiera sido… Bien, no levantarse rápidamente después de que hubiera averiguado que estaba excitada por él hubiera sido un comienzo realmente bueno. Excepto que no había habido ningún modo de tragarse la respuesta. Ninguna hembra excepto aquella bruja enferma de la Mistress había estado mojada por él, así que estaba seguro como el infierno que él no asociaba la resbaladiza carne femenina con nada bueno.
Mientras recordaba a Bella estando contra su cuerpo, todavía se preguntaba porqué ella quería yacer con él. Su cara estaba hecha un cuadro. Su cuerpo no estaba mucho mejor, al menos su espalda. Y su reputación hacía que Jack el Destripador pareciera un Boy scout. Maldición, él estaba enfadado con todos y todo siempre. Ella había sido hermosa, suave y amable, una hembra de la realeza, aristócrata de una estirpe privilegiada.
¿Ah, pero sus contradicciones habían sido el punto, verdad? Él había sido el macho de cambio-de-paso para ella. El paseo sobre el lado salvaje. La criatura salvaje que la impresionaría y la sacaría de su pequeña vida agradable durante una hora o dos. Y aun cuando le había dolido ser reducido precisamente a lo que él era, todavía pensaba que ella era… encantadora.
Detrás de él, oyó al reloj del abuelo comenzar a sonar. Las cinco.
La puerta de la calle de la casa se abrió con un crujido.
Rápida y silenciosamente, Z desenvainó una daga negra de su pecho y se aplastó contra la pared. Inclinó la cabeza para tener una vista desde el pasillo hasta el vestíbulo.
Butch levantó las manos y entró.
– Solo yo, Z
Zsadist bajó la hoja, entonces la devolvió a su funda.
El antiguo detective de homicidios era una anomalía en su mundo, el único humano al que alguna vez se le había dejado entrar en el círculo interior de la Hermandad. Butch era el compañero de habitación de V, el compañero de levantamiento de pesas de Rhage en el gimnasio, el que compartía la puta ropa de Phury. Y por razones que sólo él sabía, estaba obsesionado con el secuestro de Bella, así que entonces tenía alguna mierda en común con Z, también.
– ¿Qué hay, poli?
– ¿Estás llegando a la solución? -La pregunta del tipo podría haber sido enmarcada como una pregunta, pero era más bien una sugerencia.
– No ahora mismo.
– Cerca de la luz del día.
Lo que sea.
– ¿Phury te envía por mí?
– Mi elección. Cuando no volviste después de pagar, me figuré que podrías terminar aquí.
Z cruzó los brazos sobre el pecho.
– ¿Te preocupaba que matara a aquella hembra que tomé en el callejón?
– No. La vi trabajando en el club antes de que me marchara.
– Entonces, ¿Por qué te estoy mirando ahora mismo?
Mientras el macho echaba un vistazo abajo como si estuviera reuniendo palabras en su cabeza, su peso se movía adelante y atrás en aquellos mocasines caros que le gustaban. Entonces se desabotonó el elegante abrigo negro de cachemira.
Ah… así que Butch era un mensajero.
– Escúpelo, poli.
El humano frotó un pulgar sobre su ceja.
– Sabes que Tohr ha estado hablando con la familia de Bella, ¿verdad? ¿Y qué su hermano es un auténtico exaltado? Bien, él sabe que alguien ha estado viniendo aquí. Puede contarlo por el sistema de seguridad. Cada vez que se desconecta o se enciende, recibe una señal. Quiere que las visitas paren, Z.
Zsadist desnudó los colmillos.
– ¡Pues te aguantas!
– Va a colocar guardias.
– ¿Por qué demonios se preocupa?
– Vamos, amigo, es el lugar de su hermana.
Hijo de puta.
– Quiero comprar la casa.
– Esto es un área prohibida, Z. Tohr dijo que la familia no la va a poner en el mercado pronto. Quieren mantenerla.
Z apretó los dientes durante un momento.
– Poli, hazte un favor y sal de aquí.
– Mejor te llevo a casa. El amanecer está malditamente cerca.
– Si, realmente necesito a un humano diciéndome eso.
Butch maldijo con una exhalación.
– Bien, hazte crujiente si quieres. Solamente no vuelvas aquí otra vez. Su familia ya ha pasado bastante.
Tan pronto como la puerta delantera se cerró, Z sintió un calor subir por su cuerpo, como si alguien lo hubiera envuelto apretadamente en una manta eléctrica y encendido el dial. El sudor bajaba por su cara y pecho, y el estómago dio un vuelco. Levantó sus manos. Las palmas estaban húmedas y los dedos temblaban.
Signos fisiológicos de tensión, pensó.
Estaba teniendo claramente una reacción emocional, aunque maldición si sabía cual era. Todo lo que recogía eran síntomas auxiliares. Dentro de si mismo no había nada, ningún sentimiento que pudiera identificar.
Miró alrededor y quiso prender fuego a la granja, incendiar la cosa hasta los cimientos así nadie podría tenerla. Mejor eso que saber que no podía entrar más.
El problema era, que quemar su lugar era como herirla a ella.
Si no podía dejar un montón de cenizas detrás, quería coger algo. Mientras pensaba en que podría llevarse con él y todavía desmaterializarse, puso su mano sobre la cadena delgada que se extendía alrededor de su cuello.
El collar con sus diminutos diamantes insertados era de ella. Lo había encontrado en los escombros la noche después de que hubiera sido secuestrada, sobre el piso de terracota bajo la mesa de cocina. Había limpiado la sangre, había arreglado el broche roto, y lo había llevado desde entonces.
Y los diamantes eran eternos, ¿verdad? Ellos duraban para siempre. Justo como sus recuerdos de ella.
Antes de que Zsadist se marchara echó un último vistazo al acuario. El alimento casi había desaparecido, devorado de la superficie por pequeñas bocas, bocas que venían de las profundidades.
John no sabía cuanto tiempo estuvo en los brazos de Wellsie, pero le llevó un rato regresar a la realidad. Cuando él finalmente se retiró, ella le sonrió.
– ¿Seguro que no quieres contarme la pesadilla?
Las manos de John comenzaron a moverse, y ella las miró fijamente con fuerza porque estaba justo aprendiendo el lenguaje por señas. Él sabía que iba demasiado rápido, así que se inclinó y recogió uno de sus blocks y una pluma de la mesita de noche.
– No era nada. Estoy bien ahora. Gracias por despertarme.
– ¿Quieres volver a la cama?
El asintió. Parecía como si no hubiera hecho nada excepto dormir y comer durante el mes y medio pasado, pero no había ningún final para su hambre o su agotamiento. Entonces otra vez, tenía veintitrés años de hambre e insomnio para compensar.
Se deslizó entre las sábanas, y entonces Wellsie se movió despacio a su lado. Su embarazo no se veía mucho si estaba de pie, pero cuando se sentaba había una elevación sutil bajo su camisa floja.
– ¿Quieres que ponga una luz en el cuarto de baño?
Él sacudió su cabeza. Eso sólo le haría sentir como un mariquita, y ahora mismo su ego había cogido todas las humillaciones que podía manejar.
– Voy a estar justo en mi escritorio del estudio, ¿vale?