Las tonterías de U se enfocaron de nuevo.
– … el día más corto del año, el veintiuno de diciembre, será la semana que viene. El solsticio de invierno es…
– Tengo una idea -habló bruscamente O-. Por qué no corta el rollo del calendario. Quiero que vaya a la granja y recoja el Explorer, deje a esos betas detrás en el bosque. Entonces…
– Escuche lo que digo. Las manzanas se utilizan en la ceremonia del solsticio en honor a la Virgen Escriba.
Esas dos palabras, Escriba y Virgen, captaron la atención de O.
– ¿Cómo sabes esto?
– He estado por aquí los últimos doscientos años -dijo U secamente-. El festival no se ha celebrado en… Jesús, no lo sé, quizás un siglo. Se supone que las manzanas representan la expectación de la primavera. Las semillas, el crecimiento, esa clase de mierda de la renovación.
– ¿De qué tipo de festival estamos hablando?
– En el pasado centenares de ellos se reunían, y supongo que hacían algún tipo de cántico, algún ritual. Realmente no lo sé. De cualquier manera, durante años hemos estado observando cierto tipo de pautas en las compras durante épocas específicas del año. Manzanas en diciembre. Caña de azúcar en abril. Ha sido más por costumbre que cualquier otra cosa, porque esos vampiros han estado condenadamente tranquilos.
O se apoyó contra la puerta de la cabaña.
– Pero ahora su rey ha ascendido. Así es que ellos revivirán las llamas de las viejas costumbres.
– Y a usted le gustara el sistema ISBN. Mucho más eficiente que ir preguntando por ahí, lo cual es lo que solíamos hacer. Cómo dije antes, una enorme cantidad de manzanas Granny Smith han sido compradas en varias localidades. Como si difundieran las órdenes.
– Entonces estás diciendo que en una semana un montón de vampiros se van a reunir. Haciendo una especia de cancioncilla-y-baile. Rezando a la Virgen Escriba.
– Sí.
– ¿Comiendo manzanas?
– A mi entender sí.
O se frotó la nuca. Había sido reticente sobre plantear todo el asunto de convertir-a su-mujer-en-un-amigo durante la sesión con el Omega. Necesitaba averiguar primero si estaba viva, y luego trabajar sobre algunos giros del concepto. Obviamente, el problema potencialmente insuperable era que ella era un vampiro, y el único contrapunto que él podía hacer de eso el arma secreta final. ¿Una hembra de su propia especie? Los Hermanos nunca la verían llegar…
Aunque, claro está, que eso sólo sería un argumento para el Omega. Su esposa nunca pelearía con nadie excepto con él.
Sip, el proyecto sería como una venta agresiva, pero una cosa que tenía a su favor era que el Omega estaba abierto a los halagos. ¿Entonces no sería un gran y refrescante sacrificio en su honor hacer maravillas para suavizarle?
U todavía estaba hablando.
– … estaba pensando que podría verificar en los mercados…
Mientras U hablaba y hablaba, O empezó a pensar en veneno. En un montón de veneno. En una cuba llena.
Manzanas envenenadas. ¿Cuantas Blanca nieves estarían?
– ¿O? ¿Está ahí?
– Sip.
– Entonces me voy a los mercados y averiguo cuando…
– No ahora no. Lemme le dirá lo que tiene que hacer.
Cuando Bella abandonó el estudio de Wrath temblaba de furia, y ni el rey ni Tohr trataron de detenerla o de hacerla entrar en razón. Lo cual probaba que eran varones sumamente inteligentes.
Caminó pesadamente por el hall, con los pies desnudos, hacia la habitación de Zsadist, y luego cerró la puerta de golpe, fue por el teléfono como si fuera un arma. Marcando el número de su hermano.
Rehvenge descolgó y contestó bruscamente.
– ¿Quién eres y cómo has conseguido este número?
– No te atrevas a hacerme esto.
Hubo un largo silencio. Entonces:
– Bella… yo… espera un segundo. -Un sonido arrastrado se oyó a través del teléfono; entonces dijo en voz cortante-, mejor que acabe ahora mismo. ¿Queda claro? Si tengo que ir tras él, no le va a gustar. -Rehvenge se aclaró la garganta y regresó-. Bella, ¿dónde estás? Déjame que vaya a buscarte. O dile a uno de los guerreros que te lleve a nuestra casa y nos encontraremos allí.
– ¿Piensas que voy a ir a algún sitio cerca de ti ahora?
– Es mejor que la alternativa -dijo desagradablemente.
– ¿Y qué es?
– Los Hermanos te traerán a mí a la fuerza.
– ¿Por qué estás haciendo…
– ¿Por qué estoy haciendo esto? -con su voz profundamente grave, exigentemente grave, a la que ella estaba acostumbrada-. ¿Tienes alguna idea de lo que han sido estas últimas seis semanas para mí? ¿Sabiendo que estabas en manos de esas malditas cosas? ¿Sabiendo que puse a mí hermana… a la hija de mi madre… en esa situación?
– No fue tu culpa…
– ¡Deberías haber estado en casa!
Como siempre, el chorro de furia de Rehv la estremeció, y recordó que en un nivel básico su hermano siempre la había asustado un poco.
Pero entonces lo oyó aspirar profundamente. Y otra vez. Entonces una extraña desesperación se arrastró en sus palabras.
– Jesús, Bella… sólo vuelve a casa, Mahmen y yo, te necesitamos aquí. Te añoramos. Nosotros… yo necesito verte para creer que estás realmente bien.
Ah, sí… Ahora su otro lado, el que realmente amaba. El protector. El proveedor. El brusco y compasivo macho que siempre le había dado lo que había necesitado.
La tentación de someterse fue fuerte. Pero entonces se imaginó a si misma sin permiso para salir de la casa otra vez. Lo cual era algo malditamente capaz de hacerle.
– ¿Rescindirás la orden de aislamiento?
– Podemos hablar de eso cuando duermas otra vez en tu cama.
Bella agarró el teléfono.
– Eso significa no, ¿verdad? -Hubo una pausa-. ¿Hola? ¿Rehvenge?
– Sólo te quiero en casa.
– Sí o no, Rehv. Dímelo ahora.
– Nuestra madre no sobrevivirá a algo así otra vez.
– ¿Y tu crees que yo sí? -le replicó bruscamente-. ¡Perdóname, pero mahmen no fue la que acabó con el nombre del lesser tatuado en su estómago!
En el momento en que las palabras salieron de su boca, se maldijo. Bien, esa clase de oportunos detallitos iban seguramente a llevarlo allí. Qué manera de negociar.
– Rehvenge…
Su voz estaba completamente helada.
– Te quiero en casa.
– Acabo de estar en cautividad, no voy a enjaularme voluntariamente.
– ¿Y que vas hacer al respecto?
– Presióname un poco más y te enterarás.
Terminó la llamada y golpeó el inalámbrico con la mesa.
– ¡Maldito!
En un alocado impulso, agarró el receptor y lo hizo girar, preparada para arrojarlo a través del cuarto.
– ¡Zsadist! -agarró como pudo el teléfono, atrapándolo, sujetándolo contra el pecho.
De pié silenciosamente al lado de la puerta, Zsadist llevaba unos pantalones cortos para correr e iba sin camiseta… y por alguna absurda razón también se dio cuenta de que no llevaba zapatos.
– Tíralo si quieres.
– No. Yo… ah… no. -Se dio la vuelta y lo colocó en el pequeño soporte, llevándole dos intentos el conseguirlo.
Antes de volverse hacia Zsadist otra vez, pensó en él, agachado sobre ese lesser, golpeándole hasta la muerte… Pero entonces recordó que le había traído sus cosas de casa… llevándola allí… y le había dejado tener su vena aunque se volvió loco por la invasión. Mientras se movía a su alrededor, fue enredándose en su red, atrapada entre la bondad y la crueldad.
Él rompió el silencio.
– No quiero que te escapes en medio de la noche a causa de lo que tu hermano haya decidido. Y no me digas que no era eso en lo que estabas pensando
Maldito, era listo.
– Pero tú sabes lo que quiere hacerme.
– Sip.
– Y por ley la Hermandad tendrá que entregarme, así que no puedo quedarme aquí. ¿Piensas que me gusta la única opción que tengo?
¿Excepto que a dónde iría?