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Mierda. Lash estaba en la esquina. Como si lo estuviera esperando.

– Hey, gran hombre -arrastró las palabras el tío-. Realmente nos enseñaste una cosa o dos fuera…

Lash paró de hablar y fijó la mirada en el pecho de John.

– Tú, pequeño beso en el culo -dijo bruscamente. Y luego salió furioso de la ducha.

John miró hacia la marca circular encima de su pectoral izquierdo, con la que él había nacido… la que le había dicho Tohr que recibían los miembros de la Hermandad en su iniciación.

Genial. Ahora podría añadir esa marca de nacimiento a la creciente lista de cosas de las que no quería oír hablar a sus compañeros.

Cuando salió de la ducha con la toalla alrededor de la cintura, todos los tíos, incluso Blaylock, se mantenían unidos. Mientras lo inspeccionaban como una sólida y silenciosa unidad, se preguntó si los vampiros tenían instintos de manada, como los lobos o los perros.

Como continuaron clavándole la mirada, pensó, Um, vale. Eso sería una gran afirmación.

John agachó la cabeza y fue hacia su taquilla, desesperado por que el día se acabara.

Hacia las tres de la madrugada, Phury caminó rápidamente por la calle Décima hacia Zero-Sum. Butch estaba esperando fuera en la entrada de cristal-y-cromo del club, matando el tiempo a pesar del frío. Envuelto en su largo abrigo de cachemira y con la gorra de los Red Sox bien calada, se veía bien. Anónimo, pero bien.

– ¿Que haces? -preguntó Butch mientras chocaban las palmas.

– La noche es una mierda por parte de los lesser. Nadie encuentra nada. Hey, Amigo, gracias por la compañía, lo necesito.

– Ningún problema. -Butch se caló la gorra de los Sox aún más. Como los Hermanos, no llamaba la atención. Mientras fue detective de homicidios, ayudó a enviar a un numeroso grupo de camellos a la cárcel, por eso era mejor para él pasar desapercibido.

Dentro del club, la música tecno era molesta. También había luces intermitentes y muchos humanos. Pero Phury tenía sus razones para venir, y Butch estaba siendo amable. En cierto modo.

– Este sitio es sólo para preciosos frikies -dijo el policía, echando un vistazo al tipo vestido con un traje años 70 rosa intenso con el maquillaje a juego-. Dame paletos y cerveza casera cada día de la semana antes que esta sandez de la cultura X.

Cuando fueron a la sección VIP, la cuerda rosa de satín fue bajada inmediatamente para dejarles paso.

Phury saludó al gorila, luego miró a Butch.

– No me quedaré mucho.

– Ya sabes donde encontrarme.

Mientras el poli iba hacia la mesa, Phury anduvo por detrás de la zona de alta-etiqueta, parándose delante de los dos Moros que vigilaban la puerta privada del Reverendo.

– Le diré que está usted aquí -dijo el de la izquierda.

Una fracción de segundo más tarde le permitieron la entrada a Phury. La oficina era una cueva, débilmente iluminada con un techo bajo, y el vampiro tras del escritorio dominaba el espacio, especialmente cuando se levantó.

El Reverendo medía unos dos metros, y la estrecha cresta que llevaba en su pelo le combinaba lo mismo que lo hacía su excelente lujoso-culo Italiano. Su cara era despiadada e inteligente, colocándolo legítimamente en el peligroso negocio en el que estaba. Sus ojos, aunque… sus ojos no encajaban. Eran curiosamente hermosos, del color de las amatistas, un púrpura tan profundo que resplandecía.

– ¿De regreso tan pronto? -dijo el macho, con su voz grave, profunda más dura que de costumbre.

Toma el producto y luego lárgate, pensó Phury.

Sacó su fajo separando tres de los grandes. Desplegó los billetes de mil encima del escritorio de cromo.

– El doble de lo de costumbre. Y la quiero troceada.

El Reverendo sonrió fríamente y giró la cabeza hacia la izquierda.

– Rally, dale al macho lo que necesite. Y enfunda esa O-Zs. -Un subordinado salió de la oscuridad y se escabulló a través de la puerta corredera de la esquina más alejada de la habitación.

Cuando estuvieron solos, El Reverendo rodeó el escritorio lentamente, moviéndose como si tuviera aceite en las venas, todo poder sinuoso. Cuando dio la vuelta, se acercó lo bastante para tener a Phury deslizando su mano en el abrigo y encontrar una de sus armas.

– ¿Seguro que no estás interesado en algo más duro? -dijo El Reverendo-. Ese humo rojo es para un consumidor moderado.

– Si quisiera algo más, lo pediría.

El vampiro se detuvo a su lado. Muy, muy cerca.

Phury frunció el ceño.

– ¿Algún problema?

– Tienes un bonito cabello, ¿lo sabes? Es como el de las hembras. Todos esos colores diferentes. -La voz de el Reverendo era extrañamente hipnótica, sus ojos púrpuras puramente astutos-. Hablando de hembras, he oído que no te aprovechas de lo que ofrecen mis damas. ¿Es verdad?

– ¿Por qué te importa?

– Sólo quiero estar seguro de que tus necesidades están cubiertas. La satisfacción del cliente es malditamente importante. -El macho se acercó aún más señalando con la cabeza el brazo de Phury, el que desapareció dentro de su abrigo-. Tu mano está en la culata de la pistola, ¿no? ¿Tienes miedo de mí?

– Sólo quiero estar seguro de que puedo encargarme de ti.

– ¿Oh, de verdad?

– Sip. En el caso que necesite una pequeña Glock para pronunciar una reanimación.

El Reverendo sonrió ampliamente, destellando los colmillos.

– Sabes, he oído ese rumor… sobre un miembro de la Hermanada que es célibe. Sip, imagínate, un guerrero que se abstiene. Y he oído alguna que otra cosa sobre ese macho. Tiene mal una pierna. Tiene un cicatrizado sociópata por gemelo. ¿Por casualidad no conocerás a ese Hermano?

Phury negó con la cabeza.

– Nop.

– Huh. Curioso, te he visto merodeando con un tipo que parecía llevar una máscara de Halloween. En realidad, te he visto con un par de grandes machos que concuerdan con los tipos de los que oído. No crees…

– Hazme el favor de darme mis hojas. Esperaré fuera. -Phury se marchó de vuelta. Estaba de mal humor para empezar: frustrado por no haber encontrado una pelea, sangrando por dentro por haberse cerrado con Bella. Ahora no tenía tiempo para otro conflicto. Estaba puñeteramente al borde de sus nervios.

– ¿Eres célibe porque te gustan los machos?

Phury lo miró enfurecido por encima del hombro.

– ¿Qué pasa contigo esta noche? Siempre eres raro pero ahora mismo también estás siendo un verdadero gilipollas.

– Sabes, quizás sólo necesites tener sexo. No trafico con varones, pero estoy seguro que podríamos encontrarte a uno complaciente.

Por segunda vez en veinticuatro horas, Phury estalló. Avanzó a través de la oficina, cogió al Reverendo por las solapas de su Gucci, y lo clavó en la pared.

Phury presionó el pecho del tipo.

– ¿Por qué estás buscando pelea?

– ¿Me besarás antes del sexo? -murmuró el Reverendo, todavía jugando-. Creo que es lo mínimo que puedes hacer, considerando que sólo nos conocemos profesionalmente. ¿O no estás en los preliminares?

– Jódete.

– Eso es una contestación original. Habría esperado algo un poco más interesante por tu parte.

– Vale. ¿Cómo esta?

Phury le proporcionó una, irrefutable en la boca del macho, el beso, una presión entre caras, nada remotamente sexual. Y lo hizo sólo para borrar la expresión en la cara del bastardo. Funcionó. El Reverendo se puso tieso y gruñó, y Phury supo que había descubierto las intenciones del tipo. Pero sólo para asegurarse que había aprendido la lección, cortó el labio inferior del macho con un colmillo.

En el instante en que la sangre golpeó en su lengua, Phury retrocedió, con la boca abierta. A través de la sacudida respiró,

– Bien, quién lo iba a decir, comedor de pecados.

Al sonido de la palabra El Reverendo cortó toda la sandez, poniéndose bien y completamente serio. En el silencio parecía estar considerando sus negativas plausibles.

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