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– ¿Qué intenta decirme?

Ryan reconoció ese tono de irritación. A su padre no le gustaban los «lameculos», como él los llamaba. Se refería a esa gente que intentaba ser su amigo por lo que él hacía, no por lo que era. Como su padre era juez, una posición importante, decía que mucha gente intentaba lamerle el culo, y él los despreciaba por eso.

– Iré directamente al grano -dijo Sam-. El FBI viene hacia aquí para interrogar a su cuñado, David Larsen. Es el principal sospechoso en la investigación del Carnicero.

– ¿Davy? No me lo puedo creer -dijo su padre.

¿El tío Davy? ¿El Carnicero? Ryan se dejó caer contra la pared. Eso significaba que había matado a esa chica universitaria que él encontró la semana anterior, la chica que no lo dejaba tranquilo en sus sueños, mirándolo fijo con su cara de ciervo muerto.

El tío Davy, no. Le llevaba a pescar todos los veranos. Mamá los acompañaba a la cabaña del lago Big Sky, aunque a ella no le gustaba pescar. El tío Davy lo sabía todo sobre los pájaros, los árboles y los animales. Le había enseñado a distinguir entre las bayas comestibles y las que podían matarlo.

El tío Davy lo escuchaba, y lo escuchaba de verdad. Ryan no podía hablar con nadie acerca de sus padres, sobre todo de su madre. Ryan pensaba que ella no lo quería de verdad. Bueno, seguro que lo quería (todas las madres quieren a sus hijos), pero todo lo que ella hacía por él, desde las galletas al horno hasta lavarle la ropa o reunirse con su profesor, eran cosas que hacía por obligación. Como si tuviera una lista de «Cómo ser una buena mamá».

Su tío lo entendía todo.

– A Delilah no le cae bien nadie -le confesó a Ryan en una ocasión. Y cuando se lo dijo, él supo que era verdad.

Ryan se perdió una parte de la conversación en la planta baja, y aguzó el oído. Su madre decía algo, pero en voz tan baja que él no consiguió entender.

– Lo lamento de verdad, señora Parker. Sé que se habrá llevado una sorpresa desagradable, y por eso quería que lo supiera antes de que se entere la prensa. Intento mantenerlo en secreto todo lo que puedo, pero usted ya sabe cómo son los federales. No son más que una jauría de lobos a la caza de la fama mediática, y sólo quieren salir en la foto. Y si para eso tienen que perjudicar a personas respetables como usted, les importa un comino.

– Estaré en contacto con mi abogado. Davy tendrá una buena defensa con mis abogados, Sam.

– Ya entiendo.

El agente salió y, al principio, Ryan sólo oyó voces apagadas.

– ¿Tú lo sabías? -Su padre levantó la voz. Su padre nunca le hablaba a su madre en ese tono.

– No -dijo su madre-. Davy no tiene nada que ver con lo que ocurrió con esas chicas.

– Mierda, Delilah, esto es un problema gordo.

– Ya sabes cómo es el FBI. Siempre intentando colgarle el sambenito a alguien.

– Eso no te lo crees ni tú.

– Davy no tiene nada que ver con esto.

– Me gustaría creerte. Tengo que ponerme en contacto con mis abogados.

Ryan bajó por las escaleras de atrás y salió por la puerta de la cocina, cuidando de cerrar suavemente. Echó a correr hacia el establo y no se dio cuenta de que estaba llorando hasta que las lágrimas le nublaron la vista.

¿Por qué habría de pensar la policía que el tío Davy había matado a esas personas si no era verdad?

Él había visto al tío Davy la noche anterior, acampando en el prado trasero de la finca. Aquello no le extrañó, porque sabía que a su tío le gustaba dormir al aire libre. Solía venir a menudo, y acampaba o se quedaba en la cabaña. Pero Davy solía enterarse de antemano cuando el tío Davy los visitaba.

Su madre no había avisado la noche anterior que venía. Quizá no lo supiera.

Ryan ensilló a Ranger en silencio y salió con él del establo caminando hasta alejarse de casa, y sólo entonces lo montó.

No sabía qué hacer. Quería prevenir al tío Davy y decirle que la policía se equivocaba.

Y ¿si no se equivocaba?

El campamento quedaba a un kilómetro y medio de la casa. El tío Davy ya había acampado ahí en otras ocasiones, así que Ryan sabía exactamente dónde estaba. Pero al acercarse no vio a nadie.

Vio que tenía material guardado, disimulado cuidadosamente en el interior de un tronco podrido de un pino ponderosa. Ryan frunció el ceño. ¿Por qué su tío no había venido a casa a desayunar como solía hacer cuando acampaba? ¿Dónde estaba ahora?

Vio las huellas de unas botas que se dirigían hacia abajo, donde la quebrada conformaba el límite occidental de la finca de los Parker. A Ryan le tenían prohibido ir allá abajo, pero lo había hecho muchas veces. Había una tartera muy guapa. Él, Sean y Timmy solían ir cuando creían que no se enterarían sus madres. Sin embargo, las laderas empinadas y las abruptas depresiones del terreno lo convertían en un lugar peligroso, sobre todo para Ranger.

Aún así, él sabía dónde pisaba. Tendría cuidado.

Estaba a punto de desmontar cuando el ruido de un movimiento lo detuvo. Alguien subía por la escarpada ladera.

– ¿Tío Davy?

Su tío apareció al mismo tiempo que cogía el rifle que llevaba en bandolera.

Fue entonces cuando Ryan se fijó en la hebilla del cinturón de su tío. ¿Por qué le parecía tan rara?

Entonces comprendió. El tío Davy siempre llevaba la hebilla con el pájaro. Igual a la que había encontrado en el bosque cerca de la chica muerta. Sólo que ahora la hebilla del cinturón había desaparecido.


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