– Gracias -dijo Quinn, y se guardó el trozo de papel-. ¿Dónde están las carpetas de la investigación del caso Penny Thompson?
– En los archivos.
– Incluyendo los papeles de la universidad.
– ¿Los de ella o de los sospechosos?
– De todos los hombres que la habían conocido.
– Eran cientos de nombres.
– Lo sé.
– Fueron devueltos a la universidad.
Mierda. Tendría que conseguir una orden judicial para cumplir con una de las exigencias de la Ley de privacidad de datos.
Quinn se pasó la mano por el pelo.
– Tendremos que volver a pedirlos. Ya se ha establecido que Penny fue la primera víctima. Después de quince años, podremos descartar la mayoría de los hombres de la lista, pero tenemos que verlos uno por uno. Tachar a los que están casados, muertos o que se han ido a vivir a otro lugar lejos de la región. Al menos nos dará un punto de partida.
– Parece una posibilidad muy remota.
– No sé si sacaremos algo en claro -dijo Quinn, y su voz sonó sorprendentemente amarga-. Odio a los asesinos en serie. Son más listos, más agudos y difíciles de identificar. Sus errores suelen ser menores. Pero es lo único que tenemos.
Quinn no quería volver a pasar por encima de Nick. Ya había dejado claro que era decisivo llevar a cabo un seguimiento del secuestro de Penny.
– ¿Alguna vez te has preguntado por qué el asesino no se propuso acabar con Miranda después de que consiguió escapar?
Nick parecía sorprendido.
– En realidad, no.
– Yo sí. He pensado mucho en ello. Toda mi formación me dice que el asesino debe odiarla por haber escapado, por cometer un error, por su chapuza. Se considera superior a las mujeres, o siente una necesidad irreprimible de demostrar su superioridad porque se sintió inferior de pequeño. Odia a las mujeres. Es algo que tiene que ver con el control. Con la dominación. Pero a Miranda no la pudo controlar.
– El hecho de que Miranda haya escapado debería enfurecerlo -siguió Quinn-. Sin embargo, nunca ha intentado ir a por ella. Lo cual me lleva a pensar que, por algún motivo, se siente orgulloso de ella. O que la deja vivir porque le recuerda algo. La caza, o el hecho de haber perdido su premio.
– ¿Cómo si lo hubiera vencido en la caza?
Quinn se frotó la frente.
– Sencillamente no tiene sentido. Debería querer vengarse. Tendría que haber ido a por ella. Pero, en cambio, es como si la respetara lo bastante para mantenerse a distancia.
– Y eso, Nick, es una contradicción, y me hace pensar que hemos estado buscando en el lugar equivocado.