Литмир - Электронная Библиотека

– En la zanja al lado del camino. Pensé en un animal, un oso, o algo. No tenía un arma, quiero decir, tengo una pero no la llevo encima, ¿sabes? Empecé a gritar para ahuyentar esa cosa que tenía a Sharon aterrorizada, y, y… -dijo, y calló.

– ¿Y?

– Nada. Oí un ruido a mis espaldas, me giré y… -Hizo una pausa, como si pensara-. Olí algo dulce. Dulce y empalagoso. Sentí un dolor de cabeza, y luego nada.

Miranda volvió a mirarlo, con los ojos inundados por el dolor de sus emociones.

– Nada, hasta que me desperté encadenada al suelo. No sabía por qué tenía tanto frío, hasta que me di cuenta de que estaba desnuda.

El despacho de Nick era la segunda sala destinada a la investigación del Carnicero. Un mapa de la región al sur de la interestatal hasta West Yellowstone cubría casi toda una pared. Las chinchetas de color señalaban los puntos donde habían desaparecido las mujeres, dónde se habían encontrado los cuerpos, y dónde se situaba el lugar de su cautiverio. Con los datos aportados por las pruebas, habían trazado una línea fina de la ruta que habían seguido en su intento de escape.

Con la excepción de Sharon, ninguna de las siete víctimas había recorrido más de tres kilómetros. A Sharon la había matado a seis kilómetros de la choza. Miranda había caído al río unos ochocientos metros más allá.

El mapa de la pared incluía una línea temporal, con fotos e información balística, escrita con la menuda letra mayúscula de Nick.

Quinn se acercó al tablero y revisó la información que conocía de memoria, esperando que algún nuevo detalle de pronto le llamara la atención.

Penny Thompson. Desaparecida: 14/05/91

Coche abandonado en zanja junto a Interestatal 191, a cuatro kilómetros de Super J oe's Stop-n-Go.

Penny llenó el depósito de gasolina en el Stop-n-Go a las 22:46. Fue al lavabo. Compró una Pepsi light y galletas. Salió aproximadamente a las 22:55.

No había cámara de seguridad en el surtidor donde Penny había dejado el coche.

Por aquel entonces, la policía trató el caso de Penny como el de una persona desaparecida y una probable agresión. Cuando encontraron huellas de sangre en el volante, pensaron que Penny se había estrellado contra la zanja, y nunca descartaron una muerte accidental. No sabían que se enfrentaban a un asesino en serie. El sheriff Donaldson creía que el ex novio de Penny la había matado y que luego había chocado el coche para confundir a la policía, pero no encontró pruebas que sustentaran su acusación. Tuvieron que pasar tres años para que se reconociera a Penny como la primera víctima del Carnicero.

Dos años más tarde, desapareció Dora Feliciano. No tenía vehículo, y volvía a casa caminando de su trabajo en el centro de Bozeman. Todavía había dudas de si el Carnicero era el culpable de su desaparición. La oficina del sheriff miraba con malos ojos a su novio y compañero de piso, pero no había pruebas claras que lo relacionaran con su desaparición.

Entonces, cuando tras la desaparición de las hermanas Croft, llegó a Montana Colleen Thorne, la colaboradora de Quinn, pusie ron a Dora en el tablero. El episodio databa de hacía tres años. El razonamiento de Colleen era que el Carnicero todavía estaba fraguando una estrategia. Dora había sido un blanco fácil, caminando sola por la noche. Bozeman era una ciudad con bajos índices de criminalidad. La mayoría de las mujeres se sentían seguras.

Miranda Moore y Sharon Lewis. Desaparecidas el 27/05/94. Sharon asesinada el 02/06. Miranda encontrada por el equipo de búsqueda del sheriff.

Quinn se estremeció al recordar lo cerca que había estado Miranda de morir. Lo que había sufrido a manos del Carnicero, su voluntad de vivir, su huida.

La información sobre Miranda era más larga y detallada. Fue entonces cuando se dieron cuenta de que el secuestro era premeditado. Y supieron que se trataba de un asesino en serie. Volvieron al caso de Penny Thompson, pero su padre ya hacía tiempo que se había deshecho del coche. Cuando la policía lo encontró, el nuevo propietario explicó que el carburador estaba tan inutilizado que lo había tenido que reemplazar por otro. El anterior lo había tirado a la basura.

En junio de 1997, desaparecieron Susan Kramer y su compañera de habitación, Jenny Williams. Se les consideró inmediatamente víctimas del Carnicero porque sus coches abandonados tenían melaza en el depósito de gasolina. Cuatro meses después, unos cazadores encontraron el cuerpo de Susan. No estaba en buenas condiciones pero la identificaron en la autopsia. Le habían disparado en una pierna y en el pecho.

Nunca encontraron el cuerpo de Jenny.

El año 1999 fue un año estrella para el Carnicero, pensó Quinn, asqueado. Tres chicas universitarias desaparecidas, todas secuestradas por separado, con una diferencia de tres semanas, empezando el 28 de abril. Ninguno de los cuerpos fue recuperado. En 2001 desapareció otra mujer, una alumna de biología, originaria de Florida, después de abandonar el coche a unos cinco kilómetros de su última parada.

El caso de Karen Papadopoulis era diferente, porque encontraron el cuerpo antes que el vehículo, que estaba oculto en un pequeño camino secundario al oeste de Old Norris, en el condado vecino de Madison. Le habían disparado en el muslo con un rifle de alta velocidad, aunque no era eso lo que la había matado.

Había muerto degollada.

Quinn se apartó del tablero con esa rabia contenida que conocía bien. Sabía que el Carnicero era listo e ingenioso, y que seguiría matando hasta que cometiera un error. Pero todavía no había cometido error alguno.

– Así que sabemos que este sujeto no identificado tiene un vehículo -señaló Quinn, mientras se paseaba de arriba abajo-. Pero no puede llegar con él hasta la choza. Todas las mujeres eran menudas, pesaban menos de sesenta kilos. Un hombre en forma podría cargar con ellas.

– O arrastrarlas en una especie de trineo.

– Es verdad, pero no hemos visto ese tipo de huellas, ¿no?

Nick negó sacudiendo la cabeza y se apretó el puente de la nariz.

– Vale, así que cargaba con las chicas hasta allá arriba. A veces eran dos.

– ¿Una cada vez?

– Es lo más probable.

El Carnicero era un hombre paciente. Metódico. Planeaba sus movidas. Tenía que planear su itinerario antes de los secuestros. La barraca estaría preparada con las cadenas y un candado en la puerta. Era lo bastante fuerte para cargar con una mujer por el monte, y probablemente conducía un todoterreno hasta un punto cercano antes de seguir a pie.

No habían encontrado pruebas que indicaran que montaba a caballo, pero Quinn no podía descartarlo. Ya que se trataba de un hombre metódico, quizá se tomara el tiempo para borrar las huellas.

Quinn volvió a concentrarse en el mapa, con la barbilla apoyada en una mano.

– Todas las barracas se encuentran relativamente cerca, entre cinco a diez kilómetros, de algún tipo de camino, o de senderos que ya no se usan, tapados por la vegetación -dijo. No era ninguna revelación, simplemente intentaba pensar en la investigación desde otra perspectiva-. Ya lo hemos definido como un hombre fuerte pero, además de los músculos, tiene que estar acostumbrado a trabajos manuales largos y duros.

– La búsqueda en los registros de propiedad no ha arrojado resultados -siguió Quinn. Habían buscado en los registros de las zonas donde estuvieron encerradas las otras mujeres y descubrieron que había tantos propietarios como cabañas -. Y ¿qué hay del lugar donde encontraron a Rebecca?

– Es propiedad privada, unas cuatrocientas hectáreas, pertenecen a un tipo de Hollywood. Viene una o dos veces al año. Es probable que ni sepa que la barraca está en sus tierras. Su rancho está en el otro extremo.

– ¿Lo has comprobado?

– No -dijo Nick, después de una pausa.

– Y ¿qué hay de su casa? -preguntó Quinn, frunciendo el ceño.

– Tiene un cuidador.

– Iré a verlo.

Nick apretó la mandíbula, y Quinn sospechó que su amigo temía haber pasado algo por alto. Si bien era un filón importante de la investigación, a Quinn le preocupaba que Nick se sintiera amenazado, sobre todo después de la luz negativa que la prensa había arrojado sobre la actuación de la oficina del sheriff.

– Es un tiro al aire -dijo Quinn. Nick no pareció más tranquilo.

– Voy a buscar el registro de la propiedad. Ahora vuelvo -dijo Nick, y salió.

Quinn lo vio cerrar la puerta y frunció el ceño. Nick estaba dejando que la prensa lo afectara, y eso no era buena señal. Cuando Colleen realizó una búsqueda, había visto que la oficina bajo su mando estaba calificada como «muy competente», pero señalaba que el anterior sheriff había sido muy laxo en su tratamiento de los informes e investigaciones, sobre todo con las chicas desaparecidas. Quinn tomó nota para llamar a Colleen por la mañana y averiguar si tenía más información.

Se volvió al tablero. Los principales rasgos del perfil del Carnicero estaban recogidos en una lista a la derecha.

Hombre blanco, 35-45 años.

Nacido o criado en Montana. Conocimiento exhaustivo de la región.

Familiaridad con la Universidad de Montana State: ex alumno, profesor o miembro del personal.

Melaza en el depósito de gasolina para averiar el coche. ¿Hay algún motivo para utilizar siempre el mismo procedimiento, o es sólo una cuestión de conveniencia y efectividad?

Durante la Segunda Guerra Mundial, las tropas de Estados Unidos saboteaban los tanques alemanes con azúcar. Era una táctica bien conocida, ampliamente publicitada en las páginas web relacionadas con el tema de la venganza. El experto en perfiles del FBI, Vigo, creía que el Carnicero podía haber servido en el ejército, pero acabó por descartarlo.

– No se habría presentado como voluntario, y es demasiado joven para que lo hayan llamado a filas -le había dicho a Quinn doce años antes.

Tenían un listado de todos los alumnos, profesores y miembros del personal que coincidían con el perfil en la época en que Miranda fue secuestrada. Eran cientos de nombres.

Cuando supieron que era probable que Penny fuera la primera víctima, ya habían pasado tres años. Volvieron a revisar las listas, y elaboraron una lista con cientos de hombres blancos de menos de treinta y cinco años que hubieron conocido a Penny, aunque sólo fuera de forma casual.

Nick entró y le pasó a Quinn una nota.

– Es la información sobre el rancho, el cuidador y el dueño.

31
{"b":"97413","o":1}