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Paulina Tardegarda a Nicolás Valdivia

Nicolás, creo que todos tus frentes están atendidos. Has hecho bien en mantener intacto el gabinete del difunto Presidente Terán, con la excepción de los secretarios de Obras Públicas, Antonio Bejarano, y de Comunicaciones, Felipe Aguirre. Sus corruptelas eran demasiado bien conocidas. Sacrificándolos, satisfaces a la opinión pública y demuestras tu apego a la justicia. Por allí ha cojeado siempre el sistema: la justicia. No tenemos una cultura de la legalidad y nos conformamos con echarle carne a los leones cada seis años. Pero el sistema no cambia.

Creo que una obligación inmediata y redituable para ti será reformar a fondo el Poder Judicial en todos aquellos estados donde hacerlo no comprometa nuestro poder político. El público se fijará tanto en los actos de justicia que lleves a cabo en Oaxaca y Guerrero, en Nayarit y Jalisco, en Hidalgo y Michoacán, que no tendrán tiempo de pensar que en Sonora y Baja California, en Tamaulipas y San Luis Potosí, no has tocado a los viejos caciques de provincia. Con todos ellos he hablado. Con Cabezas, Maldonado, Quintero y Delgado. Todos son bien listos y entienden tu propuesta. Perfil bajo. Ningún alarde.

Invisibilidad. Los poderes locales colaborarán con ellos y harán lo que ellos digan, pero todo con la mayor discreción.

– ¿Qué quieren, dinero o fama? -les advertí en tu nombre-. Porque hay que escoger, señores. Fama la tienen, mucha y mala. Dinero tienen mucho también y pueden tener muchísimo más. Y lana mala es una contradicción. Nomás no la hay. Dinero o fama. No se puede ser bígamo político.

Claro, prefieren el dinero. Serán tus silenciosos aliados. Manejan los hilos de la represión y de la persuasión también. Todo a la chita callando. Saben que tienes la mano dura. Tu decisión de extraditar al capo di tutti capi Silvestre Pardo les ha infundido pavor. Saben que, si lo quieres, puedes ligar a cualquiera de los otros caciques con el narco y expulsarlos a los USA, donde los espera la pena de muerte. Y a ti, la gratitud de la Casa Blanca.

Otro éxito tuyo inmediato. Los gringos nos han perdonado la vida. Tu decisión de apoyar la intervención militar norteamericana en Colombia es presentada como parte del combate antidrogas. ¿Qué sería de los centros financieros norteamericanos sin el lavado de dinero del narcotráfico? Y en cuanto al petróleo, has convencido a la Presidenta Condolezza Rice de que dejarás que el mercado decida el precio, sin necesidad de declaraciones nuestras de apoyo a los árabes.

– La necesidad no tiene ley le dijiste por teléfono a Condolezza, un argumento que ella entiende perfectamente.

¡Por teléfono, Nicolás! ¿Te das cuenta? Te han bastado un par de actos de obsecuencia (de "achichincle", diría un tonto folklórico) para que Washington nos levante las sanciones. Y como el Presidente Terán tuvo la discreción necesaria de nunca protestar, lo que sucedió de enero a mayo pues nada más no sucedió.

– Hay páginas blancas en todos los libros de historia -te dijo doña Condolezza.

El hecho es que desde hoy se reestablecen todas las comunicaciones y esta engorrosa tarea de escribirnos cartas ha terminado.

¿Por qué, entonces, te escribo?

Para dejar constancia.

¿Sabes? Me encanta hurgar en los archivos. Igual que tú. Gracias al distraído don Cástulo Magón le freíste los camotes al despreciable Tácito de la Canal. Desde que vi tu fólder de la ENA de París, me puse a atar cabos y como una Sherlock Holmes cualquiera, me puse a investigar. Sherlock Holmes. ¿Así está bien escrito? Porque tuve un amigo cubano al que sólo le salía decir "Chelmojones". Era uno de esos pintorescos cubanos que se reinventan una biografía con el pretexto de que todo lo pronuncian mal. ¿Cómo vas a saber quién era un actor de cine famoso que ellos pronuncian "Cagable"? ¿O un soplón literario que ellos llaman "Letamal"? ¿De dónde sacan que hay una película llamada "Ciudadano Caín"? ¡Abel, chico! ¡Abel!

Total, que me puse a inducir. De lo particular a lo general, pieza por pieza.

A México llegaste de la ENA en París y te instalaste en tu ciudad "natal", Juárez, cruzando la frontera al diario para consultar en la biblioteca de la U. de Texas en El Paso y devorarte en la hemeroteca todo lo relativo a política mexicana de Salinas para acá. Acabaste reclamando residencia en Juárez y produjiste tu acta de nacimiento difusa, confusa, hijo de padre mexicano y de madre norteamericana, ambos contadores de profesión, a sueldo de compañías maquiladoras que a su vez eran frentes de grandes empresas yanquis con doble y hasta triple contabilidad, presidida por el magnate Leonardo Barroso padre. Es decir: tu biografía familiar pertenecía a sombras irrevelables que comprometían a empresas de acá y de allá. Se justificaba el secreto. Naciste en clínica texana, pero mexicano de nacimiento en virtud del artículo 30, fracción A. II, los nacidos en el extranjero de padre mexicano. Fortuna que no tuvieron José Córdoba o Rogerio de la Selva, hombres fuertes de los gobiernos de Carlos Salinas y de Miguel Alemán, pero impedidos constitucionalmente por su extranjería de llegar a la Silla del Águila. Pero esto lo sabes porque nadie tiene más fresca la historia política de México, dado que la estudiaste tan a fondo y hace tan poco tiempo… No como los demás, que la aprendimos en la escuela primaria. O la mamamos.

Prosigo, amigo Valdivia. Tus padres fallecieron cuando tenías quince años en un accidente de automóviles del lado texano. Como tenías derecho a la doble nacionalidad, los inhumaste del lado americano. Allí están las actas con el nombre que usabas del otro lado de la frontera, "Nick Val", para encontrar trabajo, declaraste, y evitar la discriminación.

Hay un hiato entre Nick Val enterrando a sus padres en Texas y Nicolás Valdivia estudiando en la Escuela Nacional de Administración de París, muy metido con los grupos de estudiantes mexicanos en Francia -te recuerdan perfectamente-, hablando con ellos, observándolos, averiguando sus historias de familia, reclamándote por partida doble de la orfandad y de la discriminación para cosechar simpatías.

¡Querías saberlo todo de la patria añorada!

Te preparabas para servir a México estudiando en Francia. Igualito que María del Rosario Galván y Bernal Herrera, ahora que hablar francés y haber estudiado en París se ha puesto de moda para distinguirnos de los gringos y darnos caché.

Bueno, ya ves que no eres el único que sabe darle buen uso a los archivos. Mira, Nicolás, la ficha que ya conoces porque Cástulo Magón te la mostró cuando llegaste a trabajar a Los Pinos:

ENA PARÍS

VALDIVIA NICOLÁS

Estudiante. Oyente, cursos abiertos. Escuela Nacional de Administración, París. Pasaporte mexicano. Fecha de nacimiento 12 diciembre 1986. Residencia habitual: París, Francia. Proyecto profesional: regresar México. Preparación y disciplina: óptimos. Descripción física: Piel morena clara. Ojos verdes. Facciones regulares. Cabello negro. Estatura 1.79 m. Señas particulares barba partida.

Aquí está tu ficha de París con todo y fotografía. Me picaste la curiosidad. ¿Dónde estuviste antes de ir a París, en ese interregno entre tus quince y tus veintiséis años? Como miembro del Congreso, no tuve dificultad en pasar tus datos y tu descripción a la Interpol. Bastaron tus iniciales. Allí creo que no anduviste muy listo, mi buen Nicolás. Me bastó recorrerlas listas de estudiantes mexicanos en Europa entre el 2010 y el 2015. Un poco exhaustivo, aunque no con los métodos modernos de ubicación de datos -métodos que desconoce nuestro buen Cástulo.

Nicolás Valdivia en París desapareció de las listas. Apareció, en cambio, un tal Nico Valdés, con ficha de la policía suiza y una fotografía: la tuya.

NICO VALDÉS. Estudiante. Universidad de Ginebra, Suiza. Inscrito cursos Economía política y Teoría del Estado. Expulsado al comprobarse falsedad documentos relativos estudios anteriores. Domicilio desconocido.

¿Cuáles eran tus documentos falsificados? Los suizos no dejan escapar un pedazo de papel, como bien lo sabes. Resulta que "Nico Valdés" antes estaba inscrito en el registro de extranjeros -misma foto- como "Nico Lavat" y a la justicia helvética no le gustan las dobles identidades -porque pueden provocar dobles indemnizaciones.

¿Quién era este Nico Lavat injustamente detenido en Suiza? Hoy, tú sabes, puedes pasar por detección electrónica una fotografía y verla referida a una cadena de fotos que resultan interesantes para ver cómo envejece una persona. Sólo que entre las "identidades" fisionómicas así detectadas estaba una de tu gemelo, Nicolás:

NICOLÁS LAVAT, empleado español admitido como portero edificio sede principal Editorial Le Rhóne 25 abril 2006. Considerado empleado ejemplar. Dedicado lector entre obligación y obligación.

Llega a dominar lengua francesa perfectamente. Acusado de conspiración con banda asaltantes nocturnos oficinas y robo por francos suizos monto 250,000. Liberado por falta de pruebas fehacientes. Descripción física: Piel morena. Ojos verdes claros. Facciones regulares. Cabello negro rizado artificialmente. Estatura 1.79 m. Seña particular: Barba partida.

Una cosa lleva a la otra. Elemental, mi querido Watson. Basta emplear las pequeñas células grises de Hércules Poirot, otro de mis favoritos en arte de detección. Mira, por ejemplo, esta ficha extraída de los archivos de la policía de Barcelona:

NICO LAVAT: n. diciembre 12 1986 de padres catalanes en Marsella, Francia. Trabajadores migratorios. Asociado desde la adolescencia a bandas criminales Marsella. Droga, prostitución masculina, pandillas de golpeadores para deshacer manifestaciones. Activo en Frente Nacional Le Pen. Purga dos años de prisión por actos de vandalismo antisemita y antislámico, 2000-2002. Destino desconocido tras abandonar la penitenciaría. Falta obligación reportarse autoridades y renovar credencial. Descripción física. Moreno. Ojos verdes. Facciones regulares. Cabeza rapada. Estatura 1.79 m.

¡Válgame dios! ¡Una Presidenta negra y un Presidente catalán!

Te envío copias de estos documentos, cariño santo. Guardo los originales en mi oficina del Congreso, sellados y sólo abiertos en caso de violencia contra mi persona. Probabilidad remota, si me proteges tú, con tu cariño y tu comprensión. No, no creo que deba aceptar tu proposición de matrimonio. Si quieres que sea tu Evita Perón, lo seré sin tener que dormir bajo el mismo techo que tú, precisar un probador de comida como la familia Borgia o imaginarme en una película de Hitchcock cada vez que me doy un regaderazo.

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