Andino Almazán a Presidente Lorenzo Terán
Señor Presidente, si alguien se ve afectado por las recientes restricciones a la comunicación soy yo, su seguro servidor. Sabe usted que mi costumbre inveterada ha sido la de consignar por escrito mis recomendaciones. Opiniones, las llaman algunos miembros de su Gabinete, mis colegas, como si la ciencia económica fuese materia de mera opinión. Dogmas, las llaman mis enemigos dentro del propio Gabinete, muestras de la insufrible certeza pontificia del secretario de Hacienda, Andino Almazán su leal servidor, señor Presidente. Pero, ¿es una ley un dogma? ¿Es dogmática la manzana que le cae en la cabeza a Newton, revelándole la ley de la gravedad? ¿Es una mera opinión de Einstein establecer que la energía es igual a la masa por la velocidad de la luz en el vacío elevada al cuadrado?
De la misma suerte, no es una ocurrencia mía, señor Presidente, que los precios determinen el volumen de los recursos empleados o que las ganancias dependan del flujo monetario o que la productividad de un empleado determine el límite de su demanda en el mercado de trabajo. Pero usted ya conoce eso que mis enemigos -quiero decir, mis colegas- llaman mi "cantinela" y sin embargo, señor Presidente, hoy más que nunca, dada una situación que nos castiga y que usted ha decidido, sin duda sabiamente, abordar con medidas populistas (que sus críticos, se lo advierto, llamarán meros desplantes y sus amigos, como yo, concesiones tácticas), hoy más que nunca, digo, yo le reitero mi Evangelio para la salud económica del país.
Primero, evite la inflación. No permita que se pongan a funcionar las maquinitas de billetes so pretexto de emergencia nacional. Segundo, aumente los impuestos para sufragar la emergencia sin sacrificar los servicios. Tercero, mantenga bajos los salarios en nombre de la emergencia misma: más trabajo pero menos sueldo es, si así lo sabe presentar usted, la fórmula patriótica. Y por último, precios fijos. No tolere, castigue severamente a quien se atreva, en situación de emergencia, a aumentar precios.
Una vez me dijo usted que la economía nunca ha detenido a la historia y quizá tenga razón. Pero que la economía hace historia (si no la historia) es igualmente cierto. Usted ha decidido adoptar dos políticas que le aseguran apoyo popular (¿por cuánto tiempo?) y conflicto internacional (con la única gran potencia mundial). En cuanto al apoyo popular, vuelvo a preguntarle, ¿por cuánto tiempo? En cuanto a la tensión internacional, pues para que vea que no soy tan dogmático como proclaman mis enemigos, no voy a decirle que durará más que el fugaz apoyo patriótico que siempre nos será dado si nos enfrentamos a los gringos, sin calcular las consecuencias. Pondré la otra mejilla y le diré, señor Presidente, bajo pena de cinismo, que México y la América Latina sólo avanzan si se dedican a crear problemas.
La importancia de México y de Latinoamérica es que no sabemos administrar nuestras finanzas. En consecuencia, somos importantes porque les creamos problemas a los demás.
Espero con impaciencia su informe al Congreso mañana y quedo, como siempre, a sus órdenes.