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Andino Almazán a Presidente Lorenzo Terán

Señor Presidente, ni usted ni yo nos engañamos sobre los problemas que aquejan al país. Algunos tienen nombres técnicos: controlar la inflación, atraer la inversión, aumentar el empleo sin aumentar los salarios. Otros son de índole internacional y se limitan, de manera al parecer fatal y monomaniaca, a nuestra vecindad con los Estados Unidos de América. Otros más son de naturaleza social interna: estudiantes, campesinos, obreros. Otros más, en fin, del orden político: la sucesión presidencial dentro de menos de tres años.

Le pongo, con la franqueza que usted me autoriza, las cartas sobre la mesa. Usted se ha creado la fama de resolver los problemas esquivándolos. Ello se debe, lo sé, a su confianza en la sociedad civil, las decisiones de los tribunales y el estado de derecho, en suma. Ha renunciado a la prepotencia tradicional del Ejecutivo.

Yo, en cambio, tengo doble mala fama. Dicen que soy el Job del gabinete. Tengo paciencia infinita, pero mi virtud es mi defecto. Mi propia pasividad es tal, dicen mis detractores, que mi única acción debía ser la renuncia. Me encojo de hombros y le digo, señor Presidente, que soy el único miembro de su Gabinete que le ha dado las cuatro mejillas a sus enemigos. Soy su pararrayos. Mi estrategia parecería ser, por lo menos, paradójica. Se da usted cuenta, por una parte, de que soy yo quien inventa los problemas que usted debe resolver. Entre ellos, convertir a la oposición en nuestro mejor aliado. Mientras más problemas creo, más me gritan, es cierto. Pero también, más presupuesto me dan. Es un juego parlamentario infalible, sobre todo cuando, como en su caso, no cuenta usted con mayoría legislativa.

Todos se oponen a sus iniciativas fiscales, mismas que yo presento a sabiendas de que serán rechazadas y me guardo en la manga las que sí serán aprobadas porque el Congreso no quiere aparecer como una colección de abúlicos, ignorantes o enemigos de la salud fiscal. Ya ve usted. Seguimos sin pasar el IVA a medicinas y alimentos -lo que propusimos-, pero es el Congreso el que fortalece la taxación progresiva y distributiva -lo que nosotros no pedimos para no ofender a los ricos, pero sí queríamos para sanear las finanzas.

Le digo todo esto, señor Presidente, para recordarle lo que ya sabemos. Usted y yo formamos un buen equipo. La oposición es nuestro mejor amigo Mientras más nos gritan por razones "A", más presupuesto nos dan por razones "B". Lo cierto es lo opuesto: no queremos lo que proponemos y anhelamos lo que no queremos.

Formamos parte de la región más desolada y estúpida, financieramente, del mundo: la América Latina. La importancia de Latinoamérica es que no tiene finanzas sanas. Somos importantes porque les creamos problemas a los demás. Se lo he dicho repetidas veces. No somos, como cree un vulgar populismo trasnochado, víctimas del Fondo Monetario o esclavos del Primer Mundo. Todo lo contrario. Ellos son nuestras víctimas. De ellos sacamos, gracias a nuestros errores y debilidades calculados, la única fuerza de Latinoamérica, que consiste en aplazar.

Aplazamiento tras aplazamiento. De la deuda. De la devaluación. De la flotación de la moneda. De los servicios públicos. De la educación. De la salud. De la capacitación del capital humano. Todo lo aplazamos porque nos basta con ser problema para ser "salvados" una y otra vez y continuar aplazando problemas y soluciones hasta que el infierno se congele.

¿Qué quiere que le diga, señor Presidente? La estrategia nos ha funcionado. Nos mantiene a flote, con la cabeza apenas fuera del agua. De allí mi alarma. Sume usted todos nuestros problemas y piense con serenidad: ¿Nos conviene romper este status quo? ¿Verdad que no? De allí mi alarma y la razón de estas líneas.

Señor Presidente: el jefe de la policía federal, el general Cícero Arruza, se nos impacienta peligrosamente. Por fortuna, aún no le contagia los nervios al secretario de la Defensa (con quien cultivo buena relación y es quien me da a conocer lo anterior), mas ganas (y argumentos) no le faltan. Sume usted los problemas: huelgas de estudiantes, obreros y campesinos; agresión extranjera; pobreza endémica, lo que todos sabemos. Pero ahora un nuevo factor aparece. Vacíos de poder. Vacíos de poder, lo subrayo, señor Presidente. Ausencia de autoridad, aquí, allá, acuyá. Trabajadores mexicanos que no pueden entrar a los USA acampados en los estados del Norte o de regreso, desalentados e inquietos, en Guanajuato, Puebla y Oaxaca. Trabajadores guatemaltecos colándose por la frontera sur desguarnecida y demandando trabajo inexistente o quitándoselo a los mexicanos. Y el narcotráfico circulando de sur a norte y de este a oeste, desde las fronteras y desde las costas, sin barrera alguna pero con poderes ciertos: el de los caciques resurrectos, algunos aliados al narco (Narciso "Chicho" Delgado en Baja California, José de la Paz Quintero en Tamaulipas), otros independientes y por eso más temibles (Félix Elías Cabezas en Sonora), otros más íntimamente ligados a los movimientos de desempleo, pobreza, insatisfacción (Rodolfo Roque Maldonado en San Luis Potosí, el "Mano Prieta" Vidales en Tabasco, ufanándose de que si lo matan a él, lo siguen sus "nueve hijos malvados") y señoreando las fronteras de tierra y mar el Rey del Narco, Silvestre Pardo.

Movimientos de desempleo, pobreza, insatisfacción… y ambición generacional. ¿Qué edad promedio tenemos en su gabinete, señor Presidente Terán? ¿Cincuenta, sesenta años? Somos vejestorios, momiza, mamuts para un país con setenta millones de hombres y mujeres de menos de veinte años. Estos son los ejércitos que los caciques quieren movilizar y Cícero Arruza lo sabe. Lo sabe y lo quiere organizar para crear el caos y tomar el poder antes de que, dentro de un año, se inicien las campañas.

¿Qué queremos usted y yo? El status quo con todos sus defectos, pero con orden y sin sangre. ¿Qué quieren los caudillos locales? Pescar en río revuelto. Un país sin más ley que la suya, balcanizado como la Argentina, ya ve usted, alguna vez una república unida y hoy un conjunto deplorable de republiquetas "independientes", Córdoba, San Luis, La Rioja, Catamarca, Jujuy, Santiago del Estero, cada una con su Facundo local, su caciquillo prepotente y su propia emisión de papel moneda sin valor. Argentina, Jauja miserable, Edén arruinado, Pampa Bárbara de vuelta… "Séneca" dice que siempre lo salva la cultura. César Aira es el primer argentino que recibe el Premio Nobel de Literatura.

¿Eso queremos para México? Dese cuenta de la estrategia de Cícero. Primero, la ruptura del orden establecido. Segundo, la balcanización. Tercero, la unidad restablecida con mano militar. En ese momento, el muy leal y profesional divisionario Mondragón von Bertrab se une, en nombre de la patria, al régimen castrense.

¿Qué cómo sé todo esto? ¿Son simples conjeturas, adivinanzas de mi parte? No, señor Presidente. Perdone mi franqueza, pero mi lealtad es sobre todo con usted. Sé todo esto de boca del propio secretario de la Defensa, Mondragón von Bertrab. ¿Por qué me lo dijo? Para que se lo dijera a usted. ¿Me lo pidió así? No, pero hubo de suponerlo. ¿Por qué no se lo dijo directamente a usted?

– Con el Presidente, yo no supongo. Afirmo.

¿Para qué me lo dijo? Para alertarle de lo que ocurre. Von Bertrab, con esta estrategia, queda bien con usted -pero también con los revoltosos, si éstos triunfan. Es un doble juego inherente a la vida política. Pero eso no le resta ni peligro ni verdad a la situación. Señor Presidente: Estamos caminando como un ciego desorientado al que le gritan desde la banqueta que se cuide de los automóviles que se le vienen encima desde varias direcciones. ¿Estará el ciego, también, sordo?

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