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Diputado Onésimo Canabal a diputada Paulina Tardegarda

Distinguida colega y fiel amiga, ya conoces la manera como actúo. Creo que científicamente se llama "mimetismo" y es como los camaleones, que cambian de color para confundirse con el paisaje y no ser vistos. O sea, toman el color de la piedra si están sobre una piedra y el de la corteza del árbol si allí se encuentran. Pues yo, mi querida Paulina, estoy en el cruce de caminos. Caminos sin asfalto, andurriales, puro lodo, lo que se dice un muladar.

No cuento, por principio de cuentas, lo que ya sabes. O mejor, lo repito para tener completo el cuadro, o como dicen los ches, "tener la chancha y los veintes".

Los partidos están divididos. El propio partido del Presidente, Acción Nacional, se ha desmembrado en el ala ultrarreaccionaria y clerical, el centro democristiano y la izquierda panista asociada a la teología de la liberación. El Partido Revolucionario Institucional se ha partido en ocho. El ala ultraderechista que pide orden y represión. Los dinosaurios que se limitan a envejecer en el Museo de Historia Política Nacional. Los tecnócratas neoliberales que mantienen encendida la llama de la Diosa Macroeconomía. Los nacionalistas que ven en las reivindicaciones de soberanía la razón de ser del PRI. Los populistas que prometen todo y no cumplen nada. Más las facciones agraristas, sindicales y burocráticas del viejo corporativismo cardenista.

Fíjate nada más. En vez de la aplanadora del antes llamado Invencible PRI, ahora hay ocho minipartidos en busca de la unidad perdida.

Y a la izquierda, los verdes que son del color del dólar, los socialdemócratas que siguen el modelo europeo, los neocardenistas que quieren regresar a 1938, los marxistas de cuño leninista y los de profesión trotskista, más los que piden leer los escritos del joven Marx para proclamar "El marxismo es un humanismo".

No olvido a los grupúsculos indigenistas, ni a los desvelados de dos extremos: anarquistas y sinarquistas.

Mi manera de domar este circo en el Congreso, ya lo sabes, es hacerme ojo de hormiga y navegar con bandera de pendejo. Como si no estuviera allí. Que nadie me haga caso.

Me sé de memoria la táctica del Presidente y de su secretario de Hacienda Andino Almazán. Primero presentan las medidas que nuestro "Congreso confeti" de seguro va a rechazar porque son las que ofenden la sensibilidad popular o nacionalista y pueden ser denunciadas como leyes neoliberales, reaccionarias o antinacionalistas: impuestos a medicinas y alimentos, privatizaciones, gravamen de los libros… Para no aparecer como una recua de holgazanes (si no fueras mujer, emplearía otra palabra) el Congreso, por su propia iniciativa, aprueba las leyes que el gobierno no presentaría para no ofender a los ricos. O sea, impuestos progresivos, aumento del gravamen sobre la renta y ganancias de capital. Ya sabes, lo que de veras le da ingresos al gobierno, no el impuesto sobre las aspirinas o sobre los libros -que tú misma devoras- de Isabel Allende.

Así manejamos tú y yo a nuestro ingobernable Congreso. Ya se volvió regla y tú eres mi mejor aliada porque eres mujer, porque eres prohibitivamente austera (perdona, es tu gusto andar vestida como monja, no lo critico) y porque eres de Hidalgo, un estado inverosímil porque nadie se acuerda de que existe.

Pues ahora, mi austera e inverosímil señora, la necesito a usted como nunca para organizar el caos legislativo y hacer frente a las presiones que se nos vienen encima.

La primera es la amenaza de un levantamiento armado. Tengo bastantes indicios ("no me preguntes más, déjame imaginar… ") de que Cícero Arruza anda alborotando a la oficialidad, a los caciques locales y al mismísimo general Bon Beltrán, o como se llame porque no lo sé escribir si no tengo el nombre frente a mí y a mí las lenguas extranjeras nomás no se me dan, te digo, Paulina, que Arruza quiere declarar al Presidente Lorenzo Terán incompetente "por causa grave", como dice el artículo 86 de la Constitución. Y como la mayoría del Congreso juzga incompetente al Presidente Terán, la medida puede fructificar. Sólo que entonces le toca al Congreso decidir quién va a ser el Presidente Sustituto para cumplir el sexenio de Terán.

No tengo idea de a quién tienen en mente Cícero y sus aliados. ¿Sus aliados? ¿Nomás porque él lo dice? Averigua, Paulina, si de verdad los caciques y el señor secretario de la Defensa de impronunciable nombre alemán acompañan al general Arruza en su intentona de asonada militar, porque a eso se reduce su propósito.

Otro que me respira en el cogote es el expresidente César León, y ese sí que es tenebrosón. Él también maniobra para que el Congreso declare incompetente a Terán, pero no suelta prenda sobre quién debería sustituirlo provisionalmente, concluir el periodo y convocar a elecciones previa reforma del artículo 83 para que antes de la elección del 2024 se acepte la reelección de Presidente -o sea, la reelección del propio César León.

Ándate con cuidado, Paulina, porque el expresidente es una chucha cuerera que se las sabe todas y lo anima una ambición sin piedad. Trata de sacarle algo -visítalo, a ver si se deja- al Anciano expresidente que vive jugando dominó en el Portal del puerto. A César León ni intentes seducirlo, porque él sólo se deja embaucar por cueros de fantasía. Aunque es tan cachondo que hasta tú puedes parecerle la nunca bien ponderada Venus del Estado de Hidalgo. Sea dicho con todo respeto, Paulina.

Pero volviendo al viejo veracruzano, yo lo más que logro sacarle -hasta hoy, pero soy más testarudo que una mula (obstinado para mis enemigos, perseverante para mis amigos), es que

– En México ya hay un Presidente legítimo -dice El Anciano.

– Claro, Lorenzo Terán -le contesto.

– No, otro, en caso de que renuncie o se muera Terán.

– ¿Renuncia, muerte? ¿De qué me habla usted, señor expresidente?

– Te hablo de la cabrona legitimidad, señor diputado.

(Perdón, Paulinita de todos mis respetos.)

– ¿Hasta ai?

– Hasta ahí nomás, Onésimo.

Ya sabes que el viejo es una mezcla de momia y de esfinge. De manera que como no le saco más que enigmas, consulto con cara de santo inocente a algunos secretarios de Estado y todos me dicen lo mismo, nomás que con sus asegunes.

– La Constitución es clara -me dice Herrera el de Gobernación-. En caso de ausencia en los últimos cuatros años -sería el caso ahora- el Congreso nombra Presidente Sustituto que termina el periodo y convoca a elecciones. Es la ley y más clara ni el agua.

– Se puede cambiar la Constitución y tener un vicepresidente -me comenta Tácito de la Canal-. Pero eso requeriría el voto de las dos terceras partes de los congresistas presentes y la aprobación de la mayoría de las legislaturas de los Estados. ¿Cuánto tiempo cree que tome eso?

Se rasca la calva y se contesta a sí mismo.

– Uno, dos, tres años. Es irrelevante para la situación actual.

– ¿Por qué no tienen ustedes un vicepresidente como nosotros -me pregunta el embajador de los EEUU, Cotton Madison-. Ya ve, matan a Kennedy, asume Johnson; renuncia Nixon, asciende Ford. Ningún problema.

Trato de explicarle que durante el siglo XIX, cuando tuvimos vicepresidentes, estos prohombres se dedicaron a minar y derrocar al Presidente en turno, empezando con la sublevación de Nicolás Bravo contra Guadalupe Victoria en 1827. Y Santa Anna, "el caudillo inmortal de Cempoalá” según nuestro Himno Nacional, le dio un golpe a su propio vicepresidente, Valentín Gómez Farías, aunque el "Quinceuñas" (el cojo Santa Anna, Paulina) fue capaz de darse golpes de Estado a sí mismo, como su siniestro émulo bolivariano Hugo Chávez hace veinte años.

Podría hacer una lista de lavandería de vicepresidentes desleales. Anastasio Bustamante contra Vicente Guerrero, y aun de generales que prefirieron asaltar el poder que defender al país contra un invasor extranjero, como sucedió con el traidor Paredes Arrillaga en la guerra con los americanos. Es una historia deprimente, pero más vale tomarla en cuenta, mi discreta amiga, para tener todas las cartas en la mano y que no nos vayan a coger durmiendo la siesta, como los gringos al propio Santa Anna en la batalla de San Jacinto, que nos costó la pérdida de Texas.

Faltaría, te digo, conocer el parecer de los caciques Cabezas en Sonora, Delgado en Baja California, Maldonado en San Luis y el temible Vidales en Tabasco. Te van a contar mentiras.

Sonora: -Nuestro problema es crear maquiladoras, no intrigas -te dirá Cabezas.

Baja California: -Bastante problema son las aguas del Río Colorado y las actividades del narco en Tijuana -te dirá Delgado.

San Luis Potosí: -Aquí sólo nos preocupa proteger la inversión extranjera -te dirá Maldonado.

Tabasco: -Aquí sólo mis chicharrones truenan -te dirá Vidales.

Te dirán, te dirán, te dirán… Mentiras nada más. Pero no tratarán (perdón) de seducirte. Las mentiras vamos a interpretarlas al revés para saber la verdad. La seducción no tendrá lugar, primero porque, por decirlo de alguna manera, inspiras más respeto que la Corregidora doña Josefa Ortiz de Domínguez, heroína de la Independencia, y segundo (te lo repito) porque eres de Hidalgo y ese estado no aparece en el radar político de México.

Tenme al tanto, querida y respetada amiga.

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