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María del Rosario Galván a Presidente Lorenzo Terán

Mi muy viejo y querido amigo, llegó la hora de soltar los perros de la guerra. Ya no es posible aplazar por más tiempo las postulaciones para sucederte como Presidente de la República. El regreso del expresidente César León es una tuerca en la bien aceitada maquinaria de nuestra democracia electoral. Y no es la única. León está intrigando con el presidente del Congreso para declararte incapacitado y dejar que sea el propio jefe del Legislativo, Onésimo Canabal, quien te suceda para empujar la reforma constitucional que permita la reelección del propio César León. Pero una enmienda constitucional requiere, a su vez, mucho tiempo: más de un año, para que la mayoría de los estados de la Federación la apruebe o no. Si es que, antes, las dos terceras partes del Congreso asienten.

O sea que César León debe tener otro as en la manga. No sabemos cuál pueda ser. Esa es nuestra debilidad. La reforma de la Constitución me huele a cortina de humo. El verdadero golpe va a venir por otro lado. Esté usted seguro. Y precávase.

Demasiado tiempo, señor Presidente, demasiado desgaste. Tenga la seguridad de que mientras el bobo del juego, don Onésimo, siga los consejos de César León, éste va a darnos un susto y quedarse con todas las fichas. ¿Cuáles? No sé, no sé, señor Presidente. Lo único que me cabe en el corazón y en la cabeza es que usted debe actuar ya. Anticipe los tiempos. Reúna por separado a los dos aspirantes a sucederle, Tácito de la Canal y Bernal Herrera. Ordénele a cada uno presentar sus renuncias, anunciar sus candidaturas y lanzar sus campañas.

No tendrán más remedio que hacerlo. Y si ponen peros, destitúyalos. Ya verá cómo le obedecen, señor Presidente. Toda mi intuición femenina me dice que sólo haciendo esto le ganaremos la partida al muy astuto expresidente César León.

¿Qué le he dicho toda la vida, señor Presidente? No tomar decisiones es peor que cometer errores. Tome una decisión ya. Recuerde que en política no hay principios. Hay instantes. Y la fuerza para pescarlos al vuelo. Es otro nombre de la astucia. ¿Astucia en qué sentido? Su secretario de Gobernación lo ha demostrado en cada uno de los tres casos que agitan a la opinión. O se atiende el problema o se le sepulta. Lo que no puede ser es que una demanda se perpetúe sin que sea concedida o negada. Entonces sólo se da la impresión de debilidad. Me dirá usted, con razón, que la falta de decisión en la huelga universitaria es el ejemplo de un caso perpetuo sin solución. Pero esa es precisamente la solución: que no haya solución, hasta cansar a todos. En cambio, tiene usted contentos a los inversionistas con sus políticas y el descontento de los obreros se aplaca por una necesidad: la de comer. En cambio, concederles un triunfo sin sentido a los campesinos es una derrota para los caciques locales que contaban con esa eterna carne de cañón, el esclavo de la gleba agrícola. Muy bien. Pero ahora viene la prueba estrictamente política, señor Presidente.

¿Quién va a sucederle en la elección del 2024?

¿Con qué fuerzas cuenta?

¿Quiénes se opondrían?

Y no piense siquiera:

– ¿Quién me será más leal?

– Todos, señor Presidente, lo traicionarán. Incluso -para que vea mi franqueza, para que aquilate mi amistad- mi favorito para la sucesión…

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