Te lo pido como prueba doble.
Primero, de tus ideas. Serás un cobarde ideológico si no las sujetas al desafío de cuanto las niega.
Segundo, de mi amistad. Que cada día más, se convierte en cariño. Te amo y te deseo, tú lo sabes, por ti mismo. Pero también porque me veo en ti. No duplicado, sino semejante y separado. Admito que quererte es quererme. Quererme como me gustaría ser. Me gustan las mujeres. Las amo con la misma intensidad que a ti. Pero no me veo en ellas. Veo en las mujeres, con asombro, siempre, lo que yo no soy. Veo lo otro y me maravilla. Por eso las adoro y caigo una y otra vez en el abismo de la pasión femenina. La pasión de lo distinto. Contigo, Jesús Ricardo, creo que puedo amarme a mí mismo como me gustaría ser amado por mí mismo.
Piensa en mi oferta. Esta puerta no es, como la bíblica, estrecha.