En cambio, qué bien nos sirvió Valdivia para deshacer las intrigas del expresidente León, las conspiraciones del siniestro general Arruza (jamás imaginamos que Nicolás, por su parte, se nos adelantara a tener relación secreta con el general Von Bertrab y averiguar todos los movimientos de Arruza), las estúpidas pretensiones de la puta yucateca Almazán y de su pozo de ciencia económica y de imbecilidad política, Andino.
Todo bajo control y por favorecerte, Bernal. La fortuna te sonreía. El camino estaba despejado. El presidente del Congreso Onésimo Canabal navega con bandera de pendejo pero es más listo que un bucanero y sabe para dónde sopla el viento. Todos traemos nuestras propias vendettas entre pecho y espalda. La de Canabal era desquitarse de las humillaciones que imprudentemente le impuso César León (no hay adversario despreciable), el terrible ex. Eliminar a César León ha sido obsesivo fantasma interno de Onésimo. Andino le daba risa, pero la Pepa no, porque conocía los amores secretos de la Pompadour peninsular con Tácito y con Arruza. Pero buena chucha cuerera que es, Onésimo calculó que estos amores del engaño acabarían, como el cojo y mentiroso mentados, por irse de bruces… Además, Onésimo sabe aprovechar al Congreso balcanizado que padecemos para dividir e imperar.
Lo que no calculamos para nada tú y yo, Bernal Herrera, es que, más hábil de lo que creíamos, Onésimo se valdría de un oscuro agente, una vieja sin glamour, más mimética que una lagartija, confundida con el desierto de Chihuahua y con la selva de Tabasco, la fulanita Tardegarda con su pinta de monja, virgen y mártir. Tardegarda no sólo ha sido el pozo de información de Onésimo sino algo peor, algo que francamente me arde, Bernal.
Yo le prometí a- Nicolás Valdivia:
– Tú serás Presidente de México.
Subtexto: -Yo te haré Presidente de México.
No fue así. La que llevó a Valdivia a la Presidencia fue la fugitiva del convento, Paulina Tardegarda. A ella y a Onésimo, no a mí ni a ti, le debe Valdivia el estar sentado hoy en la Silla del Águila.
Me arde, Bernal. A ti te lo confieso. Me arde y me alarma.
Nicolás Valdivia iba a ser el Don Tancredo de nuestra gran corrida monumental, el bufón inmóvil que despista al toro cuando entra al ruedo dejándose embestir para que el matador se luzca. Pues mira nada más. Ahora resulta que tú y yo hemos sido el Señor y la Señora Tancredo y que Nicolás Valdivia le debe el poder a Onésimo y a Paulina, no a ti ni a mí.
No me alarmo, sin embargo. Tú eres quien eres, mi viejo amor, y tu candidatura es la más seria y con mayor ventaja para los comicios del 2024. Pero sorpresas nos da la vida, como cantase el bardo panameño don Rubén Blades. Pueden surgir otras candidaturas. Es normal. Más bien, debemos provocar que surjan otras candidaturas. Oteo el horizonte. Y no veo a nadie más fuerte que tú. En todo caso, respira tranquilo. El artículo 82 de la Constitución prohíbe al ciudadano que haya desempeñado el cargo de Presidente de la República, electo, interino, provisional o sustituto, volver a desempeñar el puesto. Por ningún motivo, dice la Ley Suprema. Por eso quería César León intimidar a Onésimo Canabal e iniciar el complicado proceso de reformar la Constitución para eliminar el dicho artículo y permitirle regresar al poder. Bendita reelección, Bernal. Nadie tiene derecho a jodernos dos veces.
¿Salvo Nicolás Valdivia?
Mi hechura.
Mi tapado á la mode démocratique .
El manipulable títere que nos iba a llevar sin tropiezos a la Presidencia.
Pues mira nomás. La criada nos salió respondona.
No, no creo que seas derrotado en comicios libres y democráticos. Ten por segura tu victoria. Lo que temo, Bernal, es que Valdivia encuentre la manera de perpetuarse en la Silla del Águila. ¿Tú crees que se va a conformar con dos añitos y pico en la Presidencia? ¿Tú crees que no está intrigando ya con la Paulina esa sobre la manera de seguir en la Silla?
Puede que no. Pero más vale estar prevenidos. Piensa siempre que en todo caso no debemos perdonarle su duplicidad a Nicolás Valdivia. Eso déjamelo a mí. Si perdonas al que te hizo mal, tus enemigos se darán cuenta y duplicarán el mal que puedan hacerte.
Te lo digo, mi buen Bernal, porque tú siempre andas diciendo,
– No puedo ser injusto con un enemigo.
Te equivocas. Selo. Porque el enemigo será injusto contigo.