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A
A

Pregunté al profesor: ¿Escribiremos un dictado?

Pablo pregunta donde vive Juan.

Elena pregunta si hace frío.

Pablo preguntó dónde vivía Juan.

Elena preguntó si hacía frío.

Pregunto al profesor si escribiremos un dictado.

Pregunté al profesor si escribiríamos un dictado.

Oraciones condicionales

Estilo directo

Estilo indirecto

Mario dice: Si mañana no llueve, iremos al parque.

Mario dijo: Si recibo la beca hoy me compraré unos zapatos.

Mario dice que si no llueve mañana irán al parque.

Mario dijo que si recibía la beca se compraría unos zapatos.

Oraciones imperativas

Estilo directo

Estilo indirecto

El profesor dice: Hagan Vds. el ejercicio № 9.

El profesor dijo: Abran el cuaderno y escriban las palabras.

El profesor dice que hagamos el ejercicio № 9.

El profesor dijo que abriésemos los cuadernos y escribiésemos las palabras.

2. Употребление Modo Subjuntivo в придаточных определительных предложениях

В определительных придаточных предложениях после относительных местоимений el que, la que, los que, las que, lo que, когда действие относится к будущему времени, употребляется Modo Subjuntivo.

Los que no puedan ir mañana al museo, irán la semana que viene.

El que vaya a comprar las entradas, que compre para todos.

Те, которые не смогут идти завтра в музей, пойдут на следующей неделе.

Тот, кто пойдет за билетами, пусть купит для всех.

В том случае, если действие относится к настоящему времени, может употребляться и Modo Subjuntivo и Modo Indicativo.

Los que tienen el libro pueden leer.

Los que tengan el libro pueden leer.

Те, у кого есть книга (говорящий полагает, что у кого-то книга обязательно есть), могут читать.

Те, у кого есть книга (говорящий сомневается в том, что хоть у кого-то есть книга), могут читать.

Los que quieren ir al teatro pueden salir.

Los que quieran ir al teatro pueden salir.

Те, кто хочет пойти в театр (говорящий полагает, что кто-то хочет), могут выйти.

Те, кто хочет пойти в театр (говорящий сомневается в том, что кто-то хочет пойти), могут выйти.

EL CARBONERO ALCALDE

Pedro Antonio de Alareón (1833—1891) es uno de los escritores realistas españoles más destacados del siglo XIX. Su obra más conocida es la novela «El sombrero de tres picos».

Tiene además algunos relatos patrióticos que traían de la heroica lucha del pueblo español durante la guerra de la Independencia contra las fuerzas invasoras de Napoleón.

A continuación se da en forma adaptada el relato «El carbonero alcalde».

El día 16 de febrero de 1810 los ejércitos de Napoleón ocuparon Guadix, pequeña ciudad de Andalucía. Cuando los víveres empezaron a faltar en la ciudad, el general francés Godinot ordenó a sus soldados que fueran a los pueblos de ios alrededores que todavía no habían sido conquistados, que se apoderaran de ellos y trajeran todo el ganado que encontraran. Algunos soldados se dirigieron a Lapeza, pueblo situado ai pie del Mulhacén. Los franceses no se habían acercado aún al pueblo pero sus habitantes ya habían oído hablar mucho de los robos y asesinatos que éstos hacían sufrir a los españoles y estaban dispuestos a no permitir al enemigo entrar en su pueblo «Cada uno de nosotros será un soldado y cada objeto en nuestras manos se convertirá en un arma de lucha» — decían los lapeceños.

La mayoría de aquellos patriotas eran carboneros y el resto leñadores y pastores.

Los lapeceños pensaron que sin cañones sería difícil luchar contra las tropas regulares que llevaban artillería y el pueblo de Lapeza fabricó un cañón. Era un enorme tronco de encina, lleno hasta la boca de pólvora, balas, piedras y pedazos de hierro viejo.

¡Madera contra acero! ... ¡Heroísmo contra violencia!

Y en cada corazón lapeceño un inmenso odio al invasor y un profundo amor a la patria.

Los combatientes son 200. Entre ellos está el general de aquel ejército, el alcalde de Lapeza, Manuel Atienza.

Es un hombre de cuarenta y cinco años, alto, fuerte y moreno, casi negro a causa de su largo trabajo de carbonero.

Las obras de defensa estaban ya terminadas y las armas distribuidas. El enemigo se acercaba y Atienza ordenó que tocaran el tambor que era la serial para empezar el combate.

Cuando sonó la señal, una nube de piedras y balas cayo sobre los franceses y les hizo detenerse.

— El cañón es para lo último — dijo el alcalde. Yo daré la orden de fuego tirando el sombrero al aire. Y dirigiéndose a las mujeres les mandó que cuidaran de los heridos.

Los franceses dispararon sus fusiles y una lluvia de balas cayó sobre los troncos de encina que formaban una muralla sobre la cual habían puesto el cañón.

El enemigo avanzó y llegó hasta unos veinte metros de los defensores de Lapeza.

— ¡Fuego! — esclamó entonces el alcalde, mientras tiraba el sombrero al aire y se ponía en el sitio de más peligro.

La lucha fue terrible. Franceses y españoles dispararon a un mismo tiempo, sembrando la tierra de cadáveres. En medio de aquella terrible lucha estalló el cañón llevando la muerte al campo de batalla. La fuerza de la explosión derribó parte de la muralla y los troncos cayeron sobre españoles y franceses. Cien hombres perdidos en Lapeza y en el camino, fue el balance de aquella batalla para los franceses.

Perseguidos, cubiertos de sangre y polvo, entraron en Guadix los vencedores de Egipto, Italia y Alemania, vencidos aquel día por un puñado de pastores y carboneros.

al pie de en medio de a causa de

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