– Lo siento, juez, pero tengo que detenerla. O tiene información que necesitamos acerca del paradero de su hermano, o tenemos que protegerla. No puedo dejar que ande sola por ahí. Hasta que detengamos a su hermano.
Quinn salió de la casa y llamó al despacho para ordenar la busca y captura de Delilah Parker, y para preguntar si Sam Harris se había presentado. No se había presentado. Maldita sea. Pidió al agente al teléfono que informara a todos los policías relacionados con el caso que Harris estaba oficialmente destituido de la investigación y que se le buscaba por obstrucción a la justicia. Quinn no podía permitir que Harris siguiera perjudicando la búsqueda de Larsen.
El juez Parker salió con él.
– ¿Vamos? -le preguntó Quinn al juez.
– Venga, lo llevaré. -Subieron al todoterreno de la policía. El agente Jorgensen iba al volante. Parker le dio las instrucciones para llegar.
– Dígame exactamente dónde. Voy a llamar a un equipo para que se reúna con nosotros. -Quinn necesitaba a todos los hombres disponibles.
Diez minutos más tarde, acabó todas las llamadas, incluyendo una a su jefe para informarle de lo ocurrido. Cuando cerró el móvil de un golpe, sonó su buzón de voz. Llamó y escuchó.
– Demos media vuelta -le dijo a Parker, con la voz tensa.
– ¿Qué? ¿Por qué?
– Volvemos a su casa. Acelera, Jorgensen -ordenó Quinn, y se volvió hacia Parker-. Su hijo ha visto a David Larsen ahí, hace menos de una hora.