– Eso está hecho -dijo Harris.
– Gracias.
Quinn iba a preguntar si la camioneta de Nick tenía GPS, ya que muchos departamentos de policía habían instalado el sistema en sus vehículos, cuando Harris lo interrumpió.
– Tengo que informar a la alcaldesa sobre la investigación. No ha tenido noticias de Nick después de la conferencia de prensa de ayer, y nos pidió que le entregáramos un informe diario.
– Nick y yo decidimos que la alcaldesa, y también los medios de comunicación, deben estar informados sin que eso perjudique a la seguridad de la investigación. No hace falta recordarle que se trata de un caso muy delicado.
– Estoy totalmente de acuerdo -dijo Harris, con un tono que daba a entender que pensaba justo lo contrario-, pero la alcaldesa no está contenta con la cobertura de los medios de comunicación. La están sometiendo a un severo escrutinio, no sólo en la prensa local sino también en las cadenas de televisión nacionales.
– Estamos todos bajo el ojo de la opinión pública -dijo Quinn-. Se debe a la naturaleza de nuestros asuntos.
– Es verdad, es verdad -dijo Harris, con una media sonrisa-. Pero usted sabe que donde las dan las toman. La alcaldesa está bajo presión, todos estamos bajo presión.
Incluso en las circunstancias más difíciles, Quinn solía manejarse bien con las cuestiones de política local. Pero este caso era personal. Primero, la experiencia de Miranda y, ahora, la desaparición de Nick.
– Ya entiendo -dijo Quinn, como conteniéndose-. Confío en que le hará llegar la información pertinente a la alcaldesa.
Harris se lo quedó mirando.
– Permítame que le haga una pregunta, agente Peterson. Dejando de lado su amistad con el sheriff Thomas, dígame: ¿puede decir sinceramente que se ha hecho todo lo que se tenía que hacer?
– No pienso quedarme aquí emitiendo juicios sobre los procedimientos cuando tenemos a dos personas desaparecidas -dijo Quinn-. Le puedo asegurar que no he detectado fallo alguno en el quehacer de la oficina del sheriff del condado de Gallatin.
– No somos una oficina grande. No tenemos los recursos para manejar simultáneamente dos casos de desaparición. Quizás el sheriff simplemente necesitaba un poco de tiempo. Ha estado sometido a mucha presión. -Harris intentaba parecer comprensivo, pero era palpable la antipatía latente en su tono de voz.
Quinn iba a responder cuando Harris lo interrumpió.
– Quizás ha llegado el momento de que intervengan más hombres -dijo, con las manos detrás de la espalda-. Ya que el sheriff no está en condiciones de solicitar la ayuda en este momento, yo lo haría con mucho gusto.
Era un comentario demasiado sutil para estar seguro, pero el tono de Harris le hizo entender a Quinn claramente la insinuación de que Nick debería haber solicitado más ayuda al FBI.
Respiró hondo antes de contestar.
– Gracias -dijo, con talante diplomático-, pero ya tenemos un par de agentes que están en camino para colaborar en los interrogatorios. Llegarán esta noche. De hecho, ahora mismo pensaba ponerme a ello.
Miranda entró a toda prisa en el despacho y preguntó, casi sin aliento:
– Quinn, ¿han encontrado a Nick?
Casi se dio de bruces con Sam Harris. En su rostro asomó espontáneamente una expresión de desagrado, pero supo ocultarla.
– Sam -saludó.
– Miranda -dijo él, en el mismo tono formal, y luego miró a Quinn-. Con mucho gusto hablaré de este asunto con la alcaldesa en su nombre, agente Peterson -dijo Harris, con gesto marcial.
– ¿De qué iba eso? -preguntó Miranda al cerrar la puerta después de que saliera el ayudante del sheriff.
– Y yo qué sé. ¿Juegos de poder? -dijo Quinn, mesándose el pelo-. Lo último que necesitamos es que las ansias de protagonismo de algunos saboteen nuestro trabajo.
– ¿No se ha sabido nada?
– Nada.
– Y Sam, ¿qué? ¿Estaba haciendo su numerito de gilipollas de siempre? -preguntó, entornando los ojos.
– Más o menos. Harris tiene razón en una cosa.
– ¿En qué?
– No tenemos recursos suficientes para lidiar con dos casos de desaparición.
– No digas eso. Podemos manejarlos simultáneamente.
– Haremos lo que podamos, mientras podamos. Pero la prioridad en este momento es Ashley van Auden. -El teléfono en la mesa de Nick emitió un zumbido. Quinn lo cogió y, al cabo de un momento, colgó.
– Era Jeanne Price, del Registro de la Propiedad. Por lo visto, Nick estuvo ahí cinco horas ayer por la tarde copiando mapas y registros de la propiedad.
– ¿A qué esperamos? Vamos.
Tres horas más tarde, Quinn y Miranda se encontraban en el Registro de la Propiedad mirando los montones de mapas y registros que había consultado Nick.
Pero ninguno de los dos conseguía darle un sentido a las miles de páginas de información. Cuando Miranda le preguntó a Jeanne Price por las copias concretas que solicitó Nick, se enteró de que él mismo las había hecho.
– ¿Crees que tenía una pista y la estaba siguiendo? Y ¿que luego tuvo un accidente o se metió en algún lío? -Miranda no podía disimular su inquietud.
– Nick es demasiado listo como para salir sin apoyo -dijo Quinn, frunciendo el ceño.
– ¿Qué? -preguntó Miranda.
– Ayer se sentía agobiado. Entre la prensa y la falta de pruebas, y con los medios de comunicación nacionales amenazando con desembarcar en la ciudad… no lo sé. No me lo imagino haciendo nada por cuenta propia, pero quizás iba siguiendo una pista difícil.
– Una pista difícil. ¡Debería haberle dicho a alguien adónde iba! -Ella siempre estaba preparada para salir corriendo hacia donde fuera, y Nick le insistía que cada vez que lo hiciera lo notificara. Al final, se había convertido en una costumbre. ¿Por qué entonces no había seguido sus propias normas?
Suspiró y se mesó el pelo.
– Ni siquiera sé por dónde comenzar. -Se quedó mirando el documento que consultaba-. Los registros de propiedad de algunas tierras se remontan a veinte años… mapas de todo el condado… seguro que se le habrá ocurrido algo, pero no consigo ver la conexión.
– No lo sé -dijo Quinn, cuando su móvil empezó a sonar- Peterson. -Escuchó durante varios minutos y luego añadió-: Perfecto. Te veremos ahí en una hora.
– ¿Quién era? -preguntó Miranda, cuando él guardó el móvil.
– Olivia. Viene hacia aquí con el director del laboratorio estatal para hablar con tu profesor. Han recibido los resultados preliminares sobre la arcilla roja. Tu profesor tenía razón. El origen se encuentra en los estados de las Cuatro Esquinas y el analista se inclina por Utah. Olivia espera que pueda echar una mirada a la muestra y los datos técnicos para definir el origen con más precisión. De Quantico han llamado a un especialista del Departamento de Estudios Geológicos, si bien eso tardará todavía un día más.
– Y ¿qué hay de estos mapas y registros? -inquirió Miranda, mirando el enorme montón de documentos. Quinn parecía frustrado e irritado.
– No sé en qué diablos estaría pensando Nick. Podríamos pasarnos todo el día aquí buscando y no encontrar nada. Y, francamente, sin algo concreto que nos permita continuar, no podemos seguir aquí perdiendo el tiempo. -Se incorporó -. Son las tres de la tarde y no has parado para correr.
– Tú tampoco -replicó Miranda. No necesitaba que nadie cuidara de ella como si fuera su niñera, pero en el fondo agradecía que Quinn se diera cuenta.
– No me gruñe el estómago tan fuerte como a ti.
– A mí el estómago no me gruñe.
– ¿Cuánto te juegas?
– Compremos algo de camino al campus -dijo ella, que estaba a punto de echarse a reír.
– ¿Comida rápida? -dijo él, arrugando la nariz-. Si no hay más remedio.
– No hay más remedio -confirmó ella, provocadora. Era tan agradable y se sentía tan a gusto estando ahí de nuevo, charlando con Quinn. Aunque la presión en torno a la investigación del Carnicero, sumada a la reciente desaparición de Nick, bastaba para mantenerlos en un estado de tensión, Miranda se dio cuenta de que estaban cultivando una agradable camaradería. Como en el pasado.
Ahora no quería que llegara a su fin.