Y luego un ligero crac, dos trozos de madera que se rozaban. Una respiración. Estaba ahí dentro. El estaba ahí dentro y ella también, salvo que ella nada podía hacer.
Un restallido sordo y repentino recorrió la habitación, y Ashley enseguida sintió un dolor penetrante en el interior del muslo que la hizo chillar. Un látigo.
Y luego él estaba encima de ella. Un dolor intenso y agudo en la entrepierna le arrebató lo que le quedaba de compostura y gritó hasta sentir que la garganta le quemaba.
Creyó oír una risa distante. Y luego el silencio.