Le dio unos golpecitos afectuosos en el mentón.
Ivan consultó el reloj.
– Pero Eliz…
– Olvídate de Elizabeth por ahora -interrumpió Opal en voz baja-. Si decides no seguir mi consejo tendrás a Elizabeth mañana, pasado y todos los días del resto de tu vida. Quien no arriesga, no pasa la mar -concluyó Opal tendiéndole la mano.
Ivan la tomó a regañadientes. La piel de Opal estaba fría.