Литмир - Электронная Библиотека
A
A

– El Tuerto y don Chencho. Ellos cometen todos mis crímenes. Son invisibles. Nadie los encuentra. Porque los inventé yo.

Dejó de reír.

– Tú no te olvides. Yo no soy sólo "el señor gobernador". Soy el dueño. Y cuando yo me muera, ya te lo dije, mis Nueve Hijos Malvados se encargarán de seguir matando. Somos dinastía y tenemos nuestra divisa. "De pedrada para arriba, los Vidales siempre ganan con saliva."

Y se fue dejando ese aroma doble de puro de Cumanguillo y narcótico de estramonio dormilón.

Con razón decía don Jesús Reyes Heroles que el México bárbaro nomás dormita pero no se muere nunca y despierta bronco a la menor provocación.

Gracias, querido Presidente, por hacérmelo ver con mis propios ojos.

Gracias por dejarme ser la persona que era antes de conocerte.

Gracias por demostrarme que el anarquista termina en terrorista.

Gracias por hacerme ver que el rebelde doctrinario tiene que llevar su insurrección a la práctica como una fatalidad.

Y cuídate, Nicolás Valdivia, porque ahora soy un asesino.

Y mi siguiente víctima serás tú.

76
{"b":"81766","o":1}