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Su sobrina Clara se casó con el banquero millonario, pero su unión apenas duró un año. La lista de sus amantes sigue siendo prolija, aunque encoge año a año, como su belleza. Ahora vive sola en el piso de la plaza Real del que cada día sale menos. Hubo un tiempo en que la visitaba, más porque Bea me recordaba su soledad y su mala suerte que por mi propio deseo. Con los años he visto brotar en ella una amargura que quiere vestir de ironía y despego. A veces creo que sigue esperando que aquel Daniel hechizado de quince años acuda a adorarla en la sombra. La presencia de Bea, o de cualquier otra mujer, la envenena. La última vez que la vi se buscaba las arrugas del rostro con las manos. Me cuentan que a veces aún ve a su antiguo profesor de música, Adrián Neri, cuya sinfonía sigue inacabada y que al parecer ha hecho carrera como gigoló entre las damas del círculo del Liceo, donde sus acrobacias de alcoba le han merecido el apodo de La Flauta Mágica.

Los años no fueron generosos con la memoria del inspector Fumero. Ni siquiera quienes le odiaban y le temían parecen recordarle ya. Hace años me tropecé en el paseo de Gracia con el teniente Palacios, que dejó el cuerpo y se dedica ahora a dar clases de educación física en un colegio de la Bonanova. Me contó que todavía hay una placa conmemorativa en honor a Fumero en los sótanos de la comisaría central de Vía Layetana, pero la nueva máquina expendedora de refrescos a monedas la tapa completamente.

En cuanto al caserón de los Aldaya, sigue allí, contra todo pronóstico. Finalmente, la inmobiliaria del señor Aguilar consiguió venderlo. Fue restaurado completamente y las estatuas de los ángeles reducidas a gravilla para cubrir la pista del aparcamiento que ocupa lo que fuera el jardín de los Aldaya. Hoy en día es una agencia de publicidad, dedicada a la creación y promoción de esa rara poesía de los calcetines de punto, los flanes en polvo y los deportivos para ejecutivos de altos vuelos. Tengo que confesar que un día, alegando razones inverosímiles, me presenté allí y solicité visitar la casa. La vieja biblioteca en la que estuve a punto de perder la vida es ahora una sala de juntas decorada con carteles de anuncios de desodorantes y detergentes con poderes milagrosos. La habitación donde Bea y yo concebimos a Julián es ahora el baño del director general.

Aquel día, al regresar a la librería después de visitar el antiguo palacete de los Aldaya, me encontré con un paquete en el correo que traía matasellos de París. Contenía un libro titulado El ángel de brumas, novela de un tal Boris Laurent. Dejé pasar las hojas al vuelo, sintiendo ese perfume mágico a promesa de los libros nuevos, y detuve la vista en el arranque de una frase al azar. Supe al instante quién la había escrito, y no me sorprendió regresar a la primera página y encontrar, en el trazo azul de aquella pluma que tanto había adorado de niño, la siguiente dedicatoria:

Para mi amigo Daniel, que me devolvió la voz y la pluma.

Y para Beatriz, que nos devolvió a ambos la vida.

Un hombre joven, tocado ya de algunas canas, camina por las calles de una Barcelona atrapada bajo cielos de ceniza y un sol de vapor que se derrama sobre la Rambla de Santa Mónica como una guirnalda de cobre líquido.

Lleva de la mano a un muchacho de unos diez años, la mirada embriagada de misterio ante la promesa que su padre le ha hecho al alba, la promesa del Cementerio de los Libros Olvidados.

Julián, lo que vas a ver hoy no se lo puedes contar a nadie. A nadie.

– ¿Ni siquiera a mamá? -inquiere el muchacho a media voz.

Su padre suspira, amparado en esa sonrisa triste que le persigue por la vida.

– Claro que sí -responde-. Con ella no tenemos secretos. A ella puedes contárselo todo.

Al poco, figuras de vapor, padre e hijo se confunden entre el gentío de las Ramblas, sus pasos para siempre perdidos en la sombra del viento

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Biografia

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Carlos Ruiz Zafon (Barcelona, 1964) obtiene en 1993 el Premio Edebé con su primera novela, El Príncipe de la Niebla. Posteriormente, publica las novelas El Palacio de la Medianoche, Las Luces de Septiembre y Marina. Sus obras han sido editadas en seis idiomas y, hasta la fecha, han vendido más de 250.000 ejemplares. Con La Sombra del Viento resulta finalista en el Premio Fernando Lara de Novela 2000. Actualmente, reside en Los Angeles donde está preparando varios guiones cinematográficos y una nueva novela…

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