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El centro de la ciudad estaba tan silencioso y desprovisto de tráfico que no me había dado cuenta de que habíamos llegado. Pero, en efecto, nos acercábamos a la entrada del hotel.

– Si no le importa -dijo Stephan-, les dejaré aquí a usted y a Boris. Tengo que aparcar el coche en la parte de atrás.

En el asiento posterior, Boris parecía muy cansado, pero estaba despierto. Salimos del coche y me aseguré de que el pequeño le diera las gracias a Stephan antes de conducirlo hacia la puerta del hotel.

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