– ¿Gil dijo algo sobre mi hermana?
– No.
– ¿Dijo algo sobre… bueno, sobre Gil Pérez? ¿O sobre cualquiera de las víctimas?
– Nada. Era desconfiado, ya te lo he dicho. Pero estaba claro que tenía algo gordo.
– Y entonces acaba muerto.
Sonrió.
– Imagínate lo que pensamos.
Vino el camarero a tomar nota. Yo pedí la ensalada especial. Raya pidió una hamburguesa con queso, poco hecha.
– Te escucho -dije.
– Un hombre dice que tiene trapos sucios sobre ti. Está dispuesto a darnos pruebas a cambio de dinero. Y antes de que pueda contarnos lo que sabe, acaba muerto. -Raya cortó un pedacito de pan y lo untó con aceite de oliva-. ¿Qué habrías pensado tú?
Me salté la respuesta obvia.
– Por lo tanto, cuando Gil apareció muerto, tu misión cambió.
– Sí.
– A partir de entonces tenías que acercarte a mí.
– Sí. Pensé que mi historia triste de Calcuta serviría contigo. Dabas el tipo.
– ¿Qué tipo?
Se encogió de hombros.
– Un tipo y ya está. Yo qué sé. Pero no me llamaste. Así que te llamé yo.
– Esa habitación de Ramsey en la que me dijiste que vivía Gil…
– La alquilamos. Intentaba hacer que admitieras algo.
– Y lo que hice fue contarte cosas.
– Sí. Pero no estábamos seguros de que contaras la verdad o de que la contaras toda. Nadie creyó realmente que Manolo Santiago fuera Gil Pérez. Pensamos que probablemente era un pariente.
– ¿Y tú?
– Yo te creí, francamente.
– También te dije que Lucy era mi novia.
– Eso ya lo sabíamos. De hecho, ya la habíamos localizado.
– ¿Cómo?
– Somos una agencia de detectives. Pero según Santiago, ella también mentía sobre algo que sucedió aquella noche. Por eso pensamos que un interrogatorio directo no serviría.
– Y en lugar de eso le mandasteis el diario.
– Sí.
– ¿De dónde sacasteis la información?
– Eso no lo sé.
– Y entonces le tocó a Lonnie Berger espiarla.
No se molestó en contestar.
– ¿Algo más? -pregunté.
– No -dijo-. La verdad es que es un alivio que me hayas descubierto. No me importaba cuando creía que eras un asesino. Ahora me siento sórdida.
Me levanté.
– Puede que te pida que testifiques.
– No lo haré.
– Ya, me lo dicen siempre -dije.