Литмир - Электронная Библиотека
A
A

Las dos se sentaron y Cingle cruzó sus largas piernas.

– Bueno, MVD te está poniendo bajo el microscopio -empezó Cingle.

– Eso parece.

– Es lo que es. Me he asegurado. Es una operación de tierra quemada. No reparan en gastos. No reparan en vidas tampoco. Ya han destruido la de tu cuñado. Han mandado a un hombre a Rusia. Han puesto a gente en la calle, no sé cuántos hombres. Han enviado a alguien a sobornar a tu ex amigo Wayne Steubens. En resumen, no piensan dejar piedra sin remover para hacerte daño.

– ¿Tienes idea de lo que han conseguido?

– Por ahora no. Sólo lo que ya sabes.

Le hablé de los diarios de Lucy. Cingle asintió mientras yo hablaba.

– Ya lo han hecho antes. ¿Son muy precisos los diarios?

– Muchas cosas no concuerdan. Nunca me manché de sangre ni dije que debíamos mantenerlo en secreto ni nada por el estilo. Pero sí sabían lo que sentíamos el uno por el otro. Saben que nos fuimos a escondidas y todo eso.

– Interesante.

– ¿Cómo podrían haber obtenido esta información?

– Es difícil saberlo.

– ¿Alguna idea?

Reflexionó un momento.

– Como te he dicho, ésta es su forma de trabajar. Quieren agitar las aguas. Da lo mismo que sea verdad o no. A veces necesitas modificar la realidad. ¿Entiendes a lo que me refiero?

– No, la verdad es que no.

– ¿Cómo te lo explicaría? -Cingle lo pensó un momento-. Cuando entré a trabajar en MVD, ¿sabes para qué me contrataron?

Sacudí la cabeza.

– Para atrapar a maridos adúlteros. El adulterio es un gran negocio. Para mi empresa también. Ha llegado a ser el cuarenta por ciento de nuestro trabajo, o puede que más. Y MVD es la mejor en esto, aunque sus métodos sean más bien poco ortodoxos.

– ¿Por qué?

– Depende del caso, pero el primer paso siempre es el mismo: estudiar al cliente. En otras palabras, ver lo que quiere realmente el cliente. ¿Quiere la verdad? ¿Quiere que le mientan? ¿Quiere que le tranquilicen, un medio para obtener el divorcio, qué?

– No te sigo. ¿No todos quieren la verdad?

– Sí y no. Mira, yo no podía soportar esta parte del trabajo. No me importaba realizar vigilancias ni investigar antecedentes, seguir a un marido o una esposa, comprobar los cargos de la tarjeta de crédito, los registros de llamadas, esa clase de cosas. Es todo un poco sórdido, pero bueno. Me parece razonable. Pero después estaba la otra parte del trabajo.

– ¿Qué otra parte?

– La parte en la que se quiere que exista un problema. Algunas esposas, por ejemplo, quieren que sus maridos las estén engañando.

Miré a Muse.

– Estoy perdido.

– No, ya lo verás. Se supone que un hombre debe ser siempre fiel, ¿no? Conozco a un tipo. Hablo con él por teléfono, antes de que nos veamos en persona, y me dice que jamás, nunca, engañaría a su esposa, porque la ama, bla, bla, bla. Pero el hombre es un pringado feo que trabaja de ayudante de dirección en una cadena de tiendas o algo así, y yo pienso «Sí, claro, ¿quién va a ligar contigo?». ¿Entiendes?

– Todavía no te sigo.

– Es más fácil ser un hombre bueno y honrado cuando no hay tentaciones. Pero en casos como éste, MVD modificaría la realidad. Utilizándome como cebo.

– ¿Para qué?

– ¿Para qué va a ser? Si una esposa quería pillar a su marido engañándola, mi trabajo era seducirle. Así es como funcionaba MVD. El marido estaba en un bar o por ahí. Me mandaban a mí como… -dibujó unas comillas con los dedos- «prueba de fidelidad».

– ¿Y?

– Pues que odio ser engreída, pero mírame. -Cingle abrió los brazos. Incluso vestida con un jersey ancho, estaba despampanante-. Si esto no es una injusta incitación al delito, ya me dirás qué lo es.

– ¿Porque eres atractiva?

– Sí.

Me encogí de hombros.

– Si el hombre lo tiene claro, no debería representar ninguna diferencia lo atractiva que sea una mujer.

Cingle Shaker hizo una mueca.

– Por favor.

– ¿Por favor qué?

– ¿Estás obtuso aposta? ¿Cuánto crees que me costaría, por ejemplo, hacer que el señor ayudante de dirección me mirara?

– Mirar es una cosa. Ir más allá es otra.

Cingle miró a Muse.

– ¿Es así de verdad?

Muse se encogió de hombros.

– A ver si esto te lo aclara-dijo Cingle-. Probablemente realicé, no sé…, unas treinta o cuarenta de estas denominadas pruebas de fidelidad. Adivina cuántos hombres casados me rechazaron.

– No tengo ni idea.

– Dos.

– No es una gran estadística, lo reconozco…

– Espera, no he terminado. Los dos que me rechazaron, ¿sabes por qué fue?

– No.

– Porque me pillaron. Se dieron cuenta de que pasaba algo raro. Los dos pensaron: «¿Qué coño hace una mujer como ésta insinuándoseme?». Se olieron la trampa, por eso no cayeron en ella. ¿Esto les hace mejores que los otros?

– Sí.

– ¿Por qué?

– Porque no lo hicieron.

– Pero ¿no debería importar el porqué? Uno podría decir que no porque tiene miedo de que le pillen. ¿Le hace esto más elevado moralmente que el que no tiene miedo? Puede que el que no tiene miedo quiera más a su esposa. Puede que sea más buen marido y esté más comprometido. Puede que el otro hombre se muera de ganas de tirárselas a todas, pero es tan apocado y tímido que no se atreve.

– ¿Y?

– Pues que es el miedo, y no el amor ni los votos matrimoniales ni el compromiso, lo único que le hace ser honesto. ¿Cuál de los dos es mejor? ¿El acto o el corazón?

– Preguntas profundas, Cingle.

– ¿Qué eliges tú, señor fiscal?

– Exactamente. Soy fiscal. Para mí sólo existen los actos.

– ¿Los actos nos definen?

– Legalmente, sí.

– Así que el tipo que tiene demasiado miedo para llegar hasta el final, ¿es legal?

– Sí. No lo ha hecho. La razón no tiene nada que ver. Nadie dice que deba mantener el juramento por amor. El miedo puede ser una razón tan buena como cualquier otra.

– Uau -dijo-, yo no estoy de acuerdo.

– Me parece justo. Pero ¿esto tiene algún propósito?

– El propósito es que MVD quiere trapos sucios. Y los consigue de la forma que sea. Si la realidad actual no se los ofrece, es decir, si el marido no engaña, modificarán la realidad, es decir, buscarán a alguien como yo para insinuarse al marido. ¿Ahora lo entiendes?

– Creo que sí. No sólo debo ser cuidadoso con lo que pueda haber hecho, sino con lo que parece que hago o lo que podrían hacerme hacer.

– Ahí está.

– ¿Y no tienes ni idea de quién les proporcionó la información para el diario?

– Por ahora no. Pero bueno, ahora me has contratado para hacer contraespionaje. ¿Quién sabe lo que puedo descubrir? -Se levantó-. ¿Puedo hacer algo más para ayudarte?

– No, Cingle. Creo que esto es todo.

– Bien. Por cierto, he traído la factura por el caso Jenrette-Marantz. ¿A quién se la doy?

– Dámela a mí -dijo Muse.

Cingle se la entregó y le sonrió.

– Me gustó verte actuar en el juzgado, Cope. Pillaste a esos hijos de puta por los huevos.

– No podría haberlo hecho sin ti -dije.

– No. He visto muchos fiscales. Eres de los buenos.

– Gracias. Pero me has dado que pensar. Según tu definición, ¿lo que hicimos fue modificar la realidad?

– No. Me utilizaste para descubrir información. No fue incitación al delito. Es verdad que utilicé mi atractivo para sonsacarle la verdad. Pero no hay nada malo en esto.

– Estoy de acuerdo -dije.

– Uau. Creo que deberíamos dejarlo así.

Entrelacé los dedos y puse las manos detrás de la cabeza.

– En MVD deben de echarte de menos.

– He oído que tienen una chica nueva. Dicen que es muy buena.

– Seguro que no tanto como tú.

– No te creas. En fin, a lo mejor intento robársela. No me iría mal otra chica estupenda, y ella atrae a un público ligeramente diferente.

– ¿Cómo es eso?

– Yo soy rubia. La chica nueva de MVD es de piel oscura.

– ¿Afroamericana?

– No.

Sentí que el suelo temblaba bajo mis pies al oír que Cingle Shaker decía:

– Creo que es india.


60
{"b":"96832","o":1}